Nueve millones de flores de Pascua saldrán de los invernaderos españoles para la Navidad
La poinsetia viene del Trópico, se popularizó en Estados Unidos y hoy se cría en África
Empezó a echar raíces en España hace treinta años y hoy es uno de los adornos navideños más populares en hogares, oficinas y centros comerciales. ... Con sus hojas de floración invernal de un rojo intenso, el pascuero es en realidad la versión juvenil y domesticada de un arbusto tropical silvestre que se hizo popular en Estados Unidos hace un siglo y saltó el charco en los años sesenta. Todas las que compramos en España proceden de plantas madre radicadas en África; de ellas se obtienen esquejes que viajan en avión hasta los viveros españoles, una cuarta parte de ellos en Almería, donde el cálido invierno permite cultivarlos bajo plástico sin calefacción. Con nuevos formatos –en forma de árbol o en minimacetas para regalar– y una gran variedad de colores –blanco, amarillo, naranja o rosa–, los productores buscan ampliar el mercado. Y los expertos en jardinería avisan: pueden aguantar de un año para otro; solo hay que saber cuidarlas.
En realidad, la flor de Pascua no es una flor. Primero, porque la 'Euphorbia pulcherrima' es un arbusto caducifolio originario del sur de México y Centroamérica que puede alcanzar los 4 metros de altura, aunque en Europa la consideremos una planta de interior y de temporada porque apenas la tenemos en casa un par de meses y la desechamos después de las navidades. Segundo, porque las llamativas hojas encarnadas que la caracterizan no son realmente pétalos, sino brácteas que rodean a una pequeña flor amarilla en forma de botón y adquieren un tono brillante para atraer a los insectos polinizadores, como ocurre con la buganvilla y con la cala. Esa coloración se produce en presencia de una buena luminosidad diurna y cuando la noche dura al menos doce horas, lo que en nuestra latitud ocurre de finales de septiembre a primeros de marzo, con un pico en diciembre, cuando pasan 15 horas desde que el sol se acuesta hasta que se levanta.
Embajador Poinsett
Cuenta la leyenda que el pascuero adquirió simbolismo cuando unos niños mexicanos que no tenían dinero para ofrecer flores en el belén de su ciudad cogieron de un jardín las ramas de un arbusto y Dios, conmovido por su gesto, tiñó aquellas hojas de colorado para que lucieran como un verdadero ramo.
Lo que sí parece cierto es que los monjes franciscanos en México decoraban sus iglesias con estas plantas autóctonas que 'florecían' –en realidad, coloreaban sus brácteas– a fin de año. Quien globalizó la especie fue un tal Joel RobertPoinsett, un político aficionado a la botánica que la conoció en la ciudad de Taxco cuando era embajador de Estados Unidos en el país azteca entre 1825 y 1829 y, fascinado por su belleza, envió algunos esquejes a su país. Cuando regresó a casa, comenzó a cultivarlas en su invernadero de Greenville, Carolina del Sur, y a distribuirlas entre otros aficionados. Aquella versión domesticada del arbusto original se popularizó como 'poinsettia'. Hasta hoy.
Quien la convirtió en la planta navideña oficial, con permiso del acebo, el muérdago y el abeto, fue una familia de inmigrantes alemanes, los Ecke, que en 1909 comenzó a cultivarla en Los Ángeles, expandió su plantación a Encinitas (California) y en los años sesenta empezó a distribuirla a todo el mundo por vía aérea mediante esquejes.
«El rojo es el color navideño en la cultura anglosajona. La tradición de la flor de Pascua llegó a España igual que Halloween o San Valentín», recuerda Francisco Javier Giménez, director técnico comercial en España y Portugal de Dümmen Orange, la multinacional germano-holandesa líder mundial en la producción y fabricación de esquejes de poinsetia para su distribución a los viveros locales. La planta, una vez crecida, es muy mala viajera, ya que sufre mucho con los cambios de temperatura. Por eso, apenas se exporta.
El pascuero empezó a cultivarse comercialmente en España a comienzos de los ochenta, primero en el Maresme catalán y, más tarde, en Levante, Murcia y Andalucía. La demanda fue creciendo y el año pasado se produjeron 8,9 millones de plantas, un 25% de ellas (2,3 millones) en Almería, que, gracias a su clima y a su liderazgo tecnológico en el sector hortofrutícola, se ha convertido en pocos años en el paraíso de la poinsetia española. El resto de Andalucía produce otro 20% y le siguen en importancia los cultivos de Valencia, Murcia, Cataluña y Canarias, donde se utiliza mucho en jardinería exterior.
En el Poniente almeriense, entre las 30.000 hectáreas de cultivos bajo plástico que impulsaron el milagro económico de esta provincia a partir de los años sesenta, un puñado de agricultores decidió cambiar los tomates, los pimientos y los pepinos por las flores. En total, solo 214 hectáreas de la provincia están dedicadas al cultivo de plantas ornamentales y apenas 40 albergan viveros de 'Euphorbia pulcherrima'. Son una minoría, pero no les ha ido mal.
Luz, humedad y temperatura
La flor de Pascua ha encontrado en la provincia andaluza una climatología perfecta. «Aquí no es necesario encender la calefacción de los invernaderos ni tampoco crear una noche artificial para acelerar el cambio de color, dejando las plantas a oscuras durante varias horas al día, como se hace en los invernaderos de latitudes más al norte», explica Giménez. Con la luminosidad diurna, las temperaturas suaves, la alta humedad ambiental y los fertilizantes que se administran a través del riego, las plantas maduran por sí solas. «Por nuestro clima y por la especialización del personal en el cuidado y la destreza en la producción de plantas, es el lugar idóneo para producir esta planta», afirma Francisco Rubio, representante de la asociación de productores hortofrutícolas de Almería, Coexphal.
«Aquí el precio lo pongo yo», resume José Gabriel Valero, orgulloso del mar de terciopelo verde y rojo que forman las 150.000 plantas que están a punto de salir de su invernadero de El Ejido. Con 36 años, a este hijo de agricultores nunca le gustó ver a sus padres viviendo en vilo por las fluctuaciones de los precios de las hortalizas. Estudió Comercio Internacional y Empresariales y empezó haciendo trabajo de oficina en la empresa de su tío, que hace casi treinta años cambió las verduras por plantas, pero acabó cogiéndole el gusto a la tierra. Ahora que su tío se ha jubilado, ha tomado las riendas del negocio, Rosaplant, con tres hectáreas de invernaderos, media docena de trabajadores fijos y hasta una veintena en temporada para dispensar los cuidados que necesitan a lo largo del año pascueros, hortensias y rosales.
En el sector de la planta ornamental también ha habido malas épocas, matiza: durante la crisis, el descenso de la demanda se juntó con la aplicación del IVA de lujo del 21%, que ya ha sido reducido. En los últimos años la demanda se ha recuperado: los agricultores cobran a partir de 1,80 euros por una maceta estándar (15 cm de diámetro), que en las grandes superficies costará el doble y en las floristerías, con cierto trabajo de decoración, cuatro o cinco veces más. Valero reivindica un pago justo para quienes apuestan por la calidad.
Bicho mata bicho
Todo comienza en las granjas que Dümmen Orange tiene en Etiopía y en Kenia, donde se encuentran las plantas-madre. A comienzos de verano los esquejes –un trozo de tallo de entre 5 y 7 centímetros con unas pocas hojas – viajan desde África a las instalaciones de la multinacional en Puerto Lumbreras (Murcia), donde se 'pinchan' en un taco de turba. Al cabo de cuatro semanas los plantones han enraizado y están listos para viajar a los viveros de toda España y ser trasplantados a la maceta definitiva. Protegido de las inclemencias del tiempo en sus 'casas' de plástico, cada ejemplar tiene su goma de riego automático que distribuye el agua y el fertilizante.
Tanto las granjas africanas como la mayoría de los invernaderos de Almería están a la vanguardia tecnológica en el control biológico de las plagas: la mosca blanca, la mayor amenaza para la poinsetia, no se combate con pesticidas, sino con unos minúsculos ácaros que se van liberando de un sobre incorporado a cada tallo. «No se trata de que yo tenga más o menos conciencia ambiental, sino de que el mercado es cada vez más exigente y demanda menos químicos en los cultivos», explica el agricultor.
Françesc Casas, consultor internacional de cultivos ornamentales y experto en poinsetia, explica que el mercado está relativamente estancado. Por eso los productores ofrecen nuevas variedades que se apartan de la maceta estándar con el pascuero rojo. «Ofrecen colores nuevos para atraer a un público un poco más joven», señala. En España la nueva gama cromática apenas representa el 7% de la demanda, pero en países como los escandinavos ya es el 20%. También se experimenta con hojas de diferentes formas, como la de la 'Christmas Mouse', con brácteas redondas que asemejan las orejas de un ratón.
Más ecológica, más colorida... y más pequeña. Francisco Javier Giménez destaca que cada vez tienen mejor salida las minimacetas de 10, 8 e incluso 6 centímetros, ideales para decorar escaparates, comercios y centros de mesa en Nochebuena, y para convertirse en detalle de empresa o entre amigos. Sea cual sea su color, forma o tamaño, en pocos días las flores de Pascua estarán en todas partes, de vuelta por Navidad.
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