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DARÍO MENOR
Sábado, 4 de agosto 2018, 00:32
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La última vez que salí de vacaciones fuera de Buenos Aires, con la comunidad de jesuitas, fue en 1975. Desde entonces, siempre me tomo vacaciones -¡de verdad!-, pero en mi hábitat: cambio de ritmo. Duermo más, leo lo que me gusta, escucho música, rezo más... Y así descanso». Era el 18 de agosto de 2014 y Jorge Mario Bergoglio pasaba su segundo verano como Papa trabajando, al igual que hacía cuando era arzobispo de Buenos Aires. En el vuelo de vuelta a Roma desde Corea del Sur, donde realizó un viaje apostólico que desfondó a los periodistas que le acompañaron aunque tuvieran menos de la mitad de sus años, al Pontífice le tocó responder por su poco gusto por marcharse de vacaciones. Medio en broma, contó que era fruto de sus neurosis. «Una vez leí un libro interesante titulado 'Alégrate de ser neurótico'. También yo tengo algunas neurosis, pero hay que tratarlas bien, darles el mate cada día... Una de estas neurosis es que me apego quizás demasiado al hábitat».
La renuncia de Bergoglio a irse de vacaciones ha provocado un cambio en los escenarios vaticanos, pues ha perdido su papel la villa pontificia de Castel Gandolfo, el magnífico palacio con vistas al lago Albano a unos 25 kilómetros al sureste de Roma donde se refugiaban la mayoría de sus antecesores desde el siglo XVII durante los días más calurosos del verano. Excepto Juan Pablo I, al que le dio tiempo a poco por su prematura muerte, todos los Papas del siglo XX dirigieron durante parte del estío el rezo del Ángelus dominical desde el balcón central del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo. Ante el poco uso que le daba, Bergoglio optó hace un par de años por abrir el complejo a los visitantes, que pueden hoy contemplar buena parte de sus magníficas estancias e incluso la cama donde durmieron los inmediatos antecesores del Pontífice argentino.
Aunque no le guste preparar las maletas para irse a Castel Gandolfo o a las montañas, como hacía Benedicto XVI, Francisco sí que bajará el ritmo de trabajo durante el verano. En julio no se celebrarán las tradicionales audiencias generales de los miércoles ni tampoco recibirá a jefes de Estado o de Gobierno que le visitan en el Vaticano.
Las únicas citas públicas que mantendrá serán los Ángelus que dirigirá los domingos desde la ventana de su estudio privado en el Palacio Apostólico del Vaticano. En agosto, Bergoglio irá retomando la actividad e incluso tendrá un viaje internacional, el que realizará los días 25 y 26 a Dublín para participar en el Encuentro Mundial de las Familias. Hasta entonces no se moverá de la Casa Santa Marta, la residencia del Vaticano donde vive. No se alejará de su «hábitat».
Jorge Mario Bergoglio no será el único líder que no se mueva de Roma durante las vacaciones pues, al otro lado del río Tíber, no parece que esté el ambiente para irse de veraneo. El primer ministro, Giuseppe Conte, acaba de llegar al puesto (juró su cargo a principios de junio) y, en principio, no tiene previsto detener su actividad durante el estío. Según fuentes de Palacio Chigi, donde tiene su sede la oficina del jefe del Ejecutivo italiano, sólo se tomará una decisión sobre si Conte y el resto de miembros del Gabinete se toman algún descanso tras el Consejo de Ministros previsto para el 7 u 8 de agosto. El jefe de Gobierno, como mucho, se cogería unos días libres alrededor de Ferragosto (el día 15), la festividad originaria de la Antigua Roma en la que las ciudades italianas se vacían.
Conte probablemente eche de menos las estancias veraniegas que solía realizar en prestigiosas universidades internacionales cuando era sólo un desconocido profesor de derecho privado. Las excesivas florituras con las que registró en su currículum aquellas experiencias le costaron una enconada polémica cuando se supo que la coalición formada por el Movimiento 5 Estrellas y la Liga pensaba en él para que se convirtiera en primer ministro, como finalmente ocurrió.
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