David Landazábal
A sus padres los mató un conductor imprudente, su hermano murió en otro siniestro y él chócó contra una farola en la Castellana. A los conductores que salen de veraneo les recomienda: «Que disfruten del viaje»
David Landazábal (Madrid, 57 años) ha superado el dolor por la pérdida de sus padres y su hermano pequeño en sendos siniestros de tráfico contando ... su propia experiencia –que incluye un gravísimo accidente de moto que requirió de quince intervenciones–, como voluntario de Stop Accidentes, la organización que lleva 25 años acompañando a las víctimas y sus familiares y trabajando en pro de la seguridad vial. En estos días en que millones de conductores cogen el coche para iniciar su veraneo, su historia puede aportar un punto de reflexión antes de ponerse al volante.
–¿Cómo murieron sus padres?
–Mi padre estaba en un viaje de trabajo y mi madre le acompañaba. Iban por una carretera de Valladolid cuando se cruzaron con un individuo que circulaba más deprisa de lo que debía, se salió del carril, invadió el carril contrario y chocó de frente contra el Audi 100 de mis padres. El morro desapareció con el impacto. Mi padre murió en el acto y mi madre once días después. Se llamaban José y Paquita, tenían 49 y 46 años. Fue en septiembre de 1987, pero he querido borrar el día exacto de mi memoria. Prefiero no tenerlo grabado. Igual que nunca he ido al cementerio a ver a mis padres. Soy así de raro, no deja de ser un trauma, pero no me gusta pasar por ahí, con ese estigma, con eso encima. Me vale con quedarme solo con los buenos recuerdos.
–Y usted con 19 años se queda huérfano, con dos hermanos mayores y uno más pequeño.
–Sí, y la vida te cambia absolutamente. Este hombre que chocó contra el vehículo de mis padres, que también murió, no tenía seguro. El consorcio nos compensó con 250.000 pesetas a cada hijo (el equivalente a seis mil euros). En eso se valoró la vida de mis padres. Y a partir de ahí, cuatro hermanos tienen que tirar para adelante.
«Me piqué con un Mercedes, le di gas a la moto, se me fue porque había llovido y me estampé contra una farola»
–Y al año siguiente se estampa con la moto a 160 kilómetros por hora…
–El accidente de mis padres no favoreció nada una adolescencia compleja. Todo lo contrario. Salía todas las noches, tuve problemas con el alcohol… mi cabeza no quería saber nada. Fue un año terrorífico. Yo entonces tenía una Kawasaki ZX-10. Esa noche salí con los amigos, tomamos unas copas y a las cinco de la mañana volví a casa. En un semáforo del Paseo de la Castellana me paré junto a un Mercedes. Nos picamos y empezamos a hacer el tonto, ya sabes: yo acelero, el otro igual y así hasta que se puso verde. Le di gas a la moto, pero había llovido un poco, el suelo estaba mojado y la moto se me fue. Me estampé contra una farola a 160 kilómetros por hora. Nunca llevaba casco, pero ese día, cosas de la vida, vi que estaba lloviendo, y lo cogí. Me salvó de morir.
–Pero llegó a estar 'muerto'…
–Sí, estuve tres minutos muerto. Me reanimaron un guardia civil y un policía nacional que vigilaban la Embajada de Estados Unidos, enfrente de donde ocurrió el accidente. Yo estaba boca arriba y era una sensación curiosa porque no tenía ningún tipo de dolor. Estaba como flotando. No sabía lo que me había pasado hasta que intenté moverme y no pude. Desde el cuello hacia abajo no podía mover absolutamente nada. Pensé que con 20 años me había quedado tetrapléjico y por mi cabeza empezaron a pasar todo tipo de situaciones, que no iba a poder hacer nada, ni me iba a poder suicidar.
–¡Ostras!
–Con 20 años y sin poder moverme... me gustaban las motos, salir con mis amigos, esquiar, era un tío ágil y de repente todo eso se iba a acabar. ¿Qué iba a ser de mi vida postrado en una cama?
–Pero al final salió…
–Sí, tuve una hemorragia en la vejiga, hematomas por todo el cuerpo, pero los daños más graves fueron en las piernas, con fractura abierta de fémur, y en las manos. Pasé por quince operaciones. Estuve dos meses en el hospital. Ingresé con 90 kilos, yo mido 1,92, y salí con 56.
–¿Y ya no volvió a coger la moto?
–Me daban pánico y no la volví a coger hasta muchos años después. A partir del accidente empecé a encauzar mi vida, me casé con 24 años, fui padre a los 30…
«En mis charlas como voluntario vaya donde vaya cuento mi tragedia sonriendo y con alguna broma»
–Y en 2011 otra tragedia sacude de nuevo su vida…
–El accidente de Sergio, mi hermano pequeño. El tenía siete años cuando murieron mis padres y mi hermana mayor lo tuvo como si fuese su hijo, lo crió y le dio todo el cariño, pero no es lo mismo. Él tenía esa sensación de pérdida y se revolvió ante esa situación. Lo que quería era tener a sus padres. Todo eso generó en la familia una situación muy compleja. De hecho, cuando falleció mi hermano pequeño, llevábamos dos años sin hablarnos, nos habíamos peleado porque discutimos sobre quién de los dos había sufrido más por la muerte de nuestros padres. ¡Fíjate qué estupidez! Él también tuvo problemas con el alcohol, pero luego se enganchó al boxeo y empezó a dejar la bebida. Una noche salió, se encontró con una exnovia y discutieron. No sé qué pasó pero bebió, cogió el coche para irse a casa y se salió en una rotonda. Se mató. Tenía 33 años.
–¿Recuerda la llamada para comunicarle que su hermano había fallecido?
–Me llamó mi hermana, con la que tampoco me hablaba porque había dejado de hablarme con todos mis hermanos. Y ellos no se merecían que yo hubiese hecho eso, tenía que haber arreglado muchas cosas antes, especialmente con Sergio.
–Aquello le pasó factura…
–Tuve una depresión terrible. No sabía qué hacer; estaba desquiciado. Además todo coincidió con mi proceso de divorcio. Me levantaba llorando y terminaba el día llorando. Iba a la psicóloga. Un día me preguntó por mis hijos. Le dije que me daban igual. Imagínate en qué estado estaba. En esa época volví a la moto y salía para ver si me estampaba por algún sitio. Estuve a punto de conseguirlo un par de veces…
–Y un mensaje en Facebook le ayudó a encauzar el dolor…
–En esos meses en que yo estaba fatal colgué en mi muro de Facebook un mensaje sobre cómo se sufre cuando no tienes la posibilidad de despedirte de las personas. Tenía una sensación tremenda de culpabilidad, me sentía responsable de la muerte de mi hermano por no haber estado con él esos dos años. A los días de subir ese comentario recibí una respuesta. Era de una amiga de Sergio a la que yo había conocido en un cumpleaños. Ellos también habían discutido y su situación era parecida a la mía. Ella estaba destrozada y yo igual. Quedamos a tomar un café y la conexión fue total. Empezamos a llorar, a hablarnos… y con el paso del tiempo iniciamos una relación. Hoy es mi mujer y estamos felizmente casados. Christel ha tenido un aguante, una paciencia y una manera de ver las cosas que me ha hecho crecer como persona en todos los aspectos.
–¿Qué más le puede pasar?
–Yo ya he dejado de hacerme esa pregunta. La evito.
–Y eso sin contar la muerte de Josechu, su hermano mayor.
–Le diagnosticaron un cáncer seis meses después de la muerte de Sergio. ¿Tiene relación una cosa con la otra? No lo sé, pero ocurrió.
En Stop Accidentes por una multa
–¿Se ha perdonado la muerte de Sergio?
–Sí, al final la vida es un camino hacia la aceptación. No podemos cambiar nada de lo que ha pasado, pero además de sufrir, podemos aprender de estos traumas y cambiar la perspectiva.
–Y ahora vuelca toda esa experiencia dando charlas con Stop Accidentes, ¿cómo llegó a la asociación?
–Por casualidad. Hace como siete años en un stop en el que no había tráfico no acabé de parar del todo y me vio una pareja de la Guardia Civil. Me multaron y me quitaron cuatro puntos del carné de conducir. Los quise recuperar en un curso de recuperación de puntos en una autoescuela. Venía un profesor, a veces un psicólogo, y una víctima a contar su experiencia. Era Fernando Muñoz, un voluntario de Stop Accidentes. Nos contó que una noche su hijo se quedó hasta muy tarde delante del ordenador. A la mañana siguiente salía de viaje con su novia y se quedó dormido mientras conducía por la autovía. Chocó contra un pilar sin protección de un puente y falleció. Me dejó impresionado cómo un padre se colocaba delante de seis tipos, un poco energúmenos porque si estábamos ahí era por algo, y empezaba a contarnos cómo falleció su hijo sin una lágrima. Algo en mi cabeza hizo clic. Tenía que hacer algo para demostrar que se puede cambiar. En mi primera charla contando mi experiencia sudaba más que un pollo. Y ahora, seis años después, voy muchísimo mejor. Doy charlas en autoescuelas, institutos, colegios, centros de integración y alguna cárcel. Tengo una empresa de pequeñas reformas y voy buscando huecos, el viernes por la tarde, los sábados, los domingos…
–Y cuando habla en los institutos de su experiencia...
–Los chavales empatizan cuando les digo: imaginaros que esta tarde cuando salís del instituto y llegáis a casa no están vuestros padres y ya no los vais a volver a ver nunca. Se acongojan. Y cuando les cuento el caso de Christel, sobre todo a ellas les gusta muchísimo, sueltan una sonrisa, lloran y tal. Y allá donde vaya siempre cuento mi tragedia sonriendo, con bromas y chascarrillos. No es que me haya vuelto loco, pero si a una persona le cuentas tu sufrimiento va a desconectar.
-En Stop Accidentes llevan 25 años hablando de violencia vial…
-Y de vidas rotas, de personas que salen de casa y que no regresan. Son 25 años de sufrimiento y de trabajar duro para evitar muchos traumas y muchas situaciones. Pero tenemos la sensación de que muchas veces vamos solos por el camino. Mira, el 95% de los siniestros son evitables. ¿Qué necesitamos? Una educación transversal desde pequeñitos. Siempre estamos hablando de los jóvenes, a mí los jóvenes no me parecen los más peligrosos, los más peligrosos son la gente de mi quinta, que piensa que ya nadie les va a enseñar nada. Si yo llevo a mi hijo de 15 años en el coche y voy a 200 km por hora, lo más probable es que mi hijo conduzca igual que yo. Y tiene que haber una condena clara también por parte de la sociedad, que no la hay.
-¿Hay impunidad en los reincidentes?
-No puede ser que personas que acumulen varias infracciones por conducir bajo los efectos del alcohol sigan cogiendo el volante. Para mí la persona que bebe alcohol todos los días es alcohólica. Me da lo mismo que sea mucho o poco. Yo he tenido problemas con el alcohol y ahora me bebo mi agüita con gas, mi cerveza sin alcohol y si de vez en cuando me bebo un vino no conduzco.
–Creo que usted ya no va con prisa a ningún sitio…
–No, no voy con prisa a ningún sitio. Si llego tarde, pues he llegado tarde, no pasa nada.
–¿Qué consejos daría a los que van a coger estos días el coche o la moto para empezar su veraneo?
–Que no hay prisa por salir y no hay prisa por llegar; que el viaje de descanso empieza en el instante en que sales del trabajo y coges las vacaciones. Que disfruten del viaje.
–Cuando va en su coche y alguien le adelanta a 160...
–Pienso que es un degenerado.
–¿Y si ve en la ciudad a un conductor con el móvil?
–Pito y le hago un gesto que lo suelte. Cualquier día me sancionan por dar bocinazos, pero lo seguiré haciendo.
–En la rueda de prensa del balance de la operación verano 2024 (241 fallecidos), usted contó su experiencia ante el ministro Marlaska allí presente junto a otros responsables de la DGT y varios periodistas. Todos se emocionaron...
–Aquello llamó mucho la atención. Unos días después anunciaron que iban a bajar la tasa de alcoholemia… Quiero pensar que en algo contribuimos.
–A esa nueva tasa se han presentado 32 enmiendas…
–Estamos hablando de vidas y todos tenían que estar de acuerdo en reducir la tasa de alcohol. Aquí no valen abstenciones por conseguir votos.
–¿Hemos normalizado los datos de los muertos?
–Sí, en el sentido de que creemos que no nos va a pasar, hasta que pasa. Yo creo que las campañas ya ni las miramos. Nos lo dicen en los cursos de recuperación, que lo que más llama la atención es cuando va la víctima a dar el testimonio porque es un caso real.
–¿Sale barato matar en coche?
–Sí, muy barato, lo que hace falta es que los castigos sean serios, porque en muchos casos quienes provocan muertes ni pasan por la cárcel.
–David, ¿cómo se ayuda a una madre que ha perdido un hijo por un kamikaze borracho?
–No se le puede ayudar. Ni puedes decir que el tiempo lo cura todo y esto ya pasará. Da igual lo que yo le cuente. Un hijo para un padre, y más para una madre, es un vínculo muy estrecho. Solo puedes decirle que sabes cómo se siente, que se desahogue, que se apoye en ti y que si te necesita, ahí te tiene. Poco más.
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