El insecto que amenaza con dejar sin piñones a toda España
Los pinares y su valioso fruto, el piñón blanco, sufren la suma de plagas y sequías. La chinche americana diezma la meseta. «Somos un sector en derribo»
antonio corbillón
Madrid
Domingo, 24 de noviembre 2019, 00:35
«El pinar se muere». Rodolfo Padrones pasa las jornadas luchando por devolver la salud a las 350 hectáreas de árboles piñoneros que explota ... en Tierra de Pinares. Un área de casi mil kilómetros cuadrados repartida entre Valladolid y Segovia en la que se producen las mejores cosechas mundiales de piñones. Pero a recién abierta temporada no superará este año «el 10% en comparación con una buena», lamenta Padrones, que preside la Asociación Castellana de Elaboradores de Piñón (Acepi).
Es el caviar de Castilla. Un 'oro blanco' que vive sus momentos más críticos, víctima de la suma de plagas. A la temida procesionaria, enemigo secular que atacaba al árbol, se ha sumado desde hace seis o siete años la llamada chinche americana ('Leptoglossus occidentalis'), un voraz insecto que se ceba con las piñas y pica y se come su rico manjar. Un incómodo inquilino que llegó a Europa desde Canadá (de ahí lo de americano).
Como casi todas las cientos de familias que se dedican al oficio, que supera los 200 años de historia, Rodolfo lo aprendió todo de su padre. Quedan lejos los tiempos en que se vareaba árbol a árbol, jugándose el físico para alcanzar las piezas más altas con ayuda de una escalera y el gorguz, una larga vara de madera que llevaba clavado en la parte superior un gancho. Hoy, modernas máquinas cimbrean desde la base para que se desprendan los frutos. «Son veinte años entre los troncos. Empecé siendo adolescente. Ser piñonero es algo que se mama». Por eso teme que, si su generación tira la toalla, detrás no venga nadie. En juego también está la gestión forestal de los casi 5.000 kilómetros cuadrados de pinos que hay en España. Es el tamaño de La Rioja. O de Cantabria.
Cada temporada que pasa se está más cerca de hablar en pasado. A las plagas, se han sumado las sequías. Antes, el mayor enemigo de los pinares eran los cuatreros. Las patrullas rurales de la Guardia Civil se hartaban de pillar in fraganti a los asaltantes de estos bosques. «Casi echamos de menos a los ladrones», ironiza Jesús Pestaña, presidente de la Federación de Asociaciones Forestales de Castilla y León.
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Los propietarios son el primer eslabón de la cadena. Se reparten la titularidad de los terrenos con los municipios: más o menos, 50% cada uno. Y este año, los piñeros «nos han dicho que no acuden a las subastas, porque no hay nada que recoger», advierte Pestaña. Lo confirman los ayuntamientos. Al igual que ocurre con los cotos de caza, la subasta de pinares públicos era una generosa fuente de ingresos. Desde 1925, cada pueblo sacaba a subasta sus bosques. En Portillo (Valladolid) han llegado a juntar un millón de euros en las pujas de explotación. Este ejercicio nadie ha acudido a la temporada de recogida de las piñas, que arrancó el 11 de noviembre y se prolongará hasta comienzos de la primavera.
Sequía y cambio climático
Y esta campaña fallida augura años venideros aún peores. Porque el pino es una especie tan previsora que acumula tres cosechas simultáneas. Lo que se debería recoger ahora nació hace tres años, el plazo de maduración. Durante la cosecha anual ya se distinguen las chotas o perindolas: los brotes que asoman en las ramas. «Por eso ya podemos saber casi con seguridad que en las próximas dos temporadas no se va a producir casi nada», avanza Padrones.
Esta lenta agonía golpea sobre todo a la localidad de Pedrajas de San Esteban. Situada en la zona suroriental de Valladolid, el 20% de sus 3.300 vecinos vive del ciclo completo del piñón. En sus cuarenta industrias, casi todas con tradición familiar, se procesa el 90% de las 30.000 toneladas que facturaba el sector en toda España. «Los pliegos (de subastas) se quedan desiertos. La producción ha bajado muy rápido porque las plagas y la sequía se están extendiendo a nuevas zonas», lamenta el alcalde, Alfonso Romo. «La industria de Pedrajas está en derribo», sentencia aún más contundente Jesús Pestaña.
Porque, si alguien paga la suma de todos los problemas, es esa industria. La cooperativa Piñonsol, siempre en Pedrajas, aglutina producto de todo el país. «Lo peor son los rendimientos –asegura su gerente, Amelia Pastor–. Cuando compras no sabes lo que van a rendir las piñas. Y unas décimas de diferencia en un producto tan caro son la diferencia entre mantenerte o ir a la ruina». En los buenos tiempos, de cada cien kilos de piñas salían unos cuatro kilos de piñón blanco. Hoy, con suerte, se logra uno o poco más. Queda en la nostalgia la época en que una hectárea de 'pinus pinae' daba hasta 350 kilos. Ahora se dan con un canto en los dientes si se acerca a los 100.
No es el caso de Andalucía, el otro gran productor nacional. Ni de Portugal. «Las campañas no son como antaño, son más pequeñas por la sequía y el cambio climático. Pero no estamos en un ciclo hacia abajo», resume Enrique Prieto, desde el Consejo Regulador de la cooperativa cordobesa Coforest. En sus plantaciones de Villaviciosa de Córdoba esperan este año superar 1,3 millones de piñas. Como en el resto de España, cuando saquen el piñón, lo enviarán a Pedrajas de San Esteban. En el país vecino llevan años luchando contra la chinche americana con un programa de fumigaciones aéreas. Desde las plantas transformadoras, Amelia Pastor asume que las plagas son «otra consecuencia de la globalización». La chinche americana lleva diezmando las cosechas desde, al menos, 2013, por lo que en el sector se quejan de la lentitud en la búsqueda de remedios. Hay ensayos de plaguicidas en pequeños acotados, pero «estamos a años luz de tener un genérico eficaz», insisten todos los frentes.
Fruto invasor
Con este panorama, a la industria solo le queda aprovechar lo que llega de las zonas autóctonas menos castigadas. Y estar pendiente de lo que entra de mercados emergentes como los asiáticos (China, Pakistán...). Un 'engorde' que hace temer que se pierda la trazabilidad de lo propio con la excusa de evitar que los precios se disparen. «Ante los precios tan altos –se teme Pastor–, la tentación de meter productos mucho más baratos es grande».
El precio del autóctono elaborado se acerca a los cien euros por kilo. Lo ideal es que el consumidor sepa que, «cuando compre en Navidad, paga caro porque es nacional». De ahí que la industria reclame «garantías de etiquetado» para luchar contra una nueva plaga; en este caso, mercantil: la 'invasión' de productos asiáticos. Pero tienen poco que ver con el nacional, que aporta el doble de proteína (35%) y bastante menos grasa que el de China. La clave está en el soleado, el tiempo que se deja madurar al sol seco de la meseta entre primavera y verano.
«El sol abre la piña de manera natural. Ese trato artesanal protege su materia grasa, que es el hilo conductor de su sabor», explica el chef Miguel Ángel de la Cruz, que organiza cada año sus Jornadas de la Piña y el Piñón en su restaurante La Botica (una estrella Michelin) de Matapozuelos (Valladolid). Maestros como él investigan en las prestaciones sin fin de este rey de los frutos secos, válido no solo para los dulces. En el menú de De la Cruz para 2019 incluye platos como la sopa blanca de piñón y cebada con trucha. El piñón blanco, versátil en la cocina e imperecedero si está bien conservado, se muestra impotente en su cuna castellana. La caída de ingresos minimiza también el cuidado de sus bosques. El pino se enfrenta a su tormenta perfecta.
El 'oro blanco'
Plaga invasora
La 'Leptoglossus occidentalis' o chinche americana llegó a Europa desde Canadá, vía Italia. Otro fenómeno de la globalización que ha hecho el mismo recorrido que la plaga de la 'Xilella fastidiosa', que está arruinando los olivares mediterráneos.
35%
de proteína (más del doble que sus parientes asiáticos) y con muy poca grasa, el piñón blanco español añade además vitaminas y minerales. Es «el rey de los frutos secos por sus propiedades organolépticas», destaca el chef Michelin Miguel Ángel de la Cruz. Su consumo reduce el colesterol y mejora el sistema nervioso.
Al mejor postor
Aunque es un oficio centenario, en torno a 1925 comenzaron a realizarse las subastas de explotación. Los piñeros presentan sus ofertas en pliegos cerrados que se abren en el acto público del remate. Se la lleva la mejor oferta.
Los últimos valientes
Potentes máquinas varean los pinos, desgranan las piñas para separar el fruto y después cascan los piñones. Incluso los mondan. Pero aún quedan comarcas como Hoyo de Pinares (Ávila) donde se sigue trabajando como antes, porque las máquinas no caben. Eso supone subir a los árboles y picar la piña con el gorguz (palo).
Desde los romanos
Las legiones romanas los consumían en sus campañas por su alto contenido calórico. También los nativos americanos los usaban de forma medicinal para luchar contra la diarrea o hacían té para contener el dolor de cabeza.
100
Los euros kilo elaborado está a punto de alcanzar el piñón autóctono. El alza del 'oro blanco' recuerda la escalada del 'oro negro', el petróleo, en sus épocas de escasez. Por contra, desde el mercado asiático, se introducen variedades de peor calidad tres veces más baratas. Por eso los productores exigen un etiquetado claro que evite los engaños.
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