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El fotógrafo de las olas no ve el azul

El fotógrafo de las olas no ve el azul

Hace diez años el australiano Ray Collins era minero y nunca había hecho una foto. Hoy es uno de los mejores fotógrafos de olas del mundo. Sus imágenes parecen cuadros. Y eso que es daltónico

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Sábado, 18 de agosto 2018, 00:59

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Inmortalizar las esculturas del viento. Contener en la delicadeza de un instante una fuerza descomunal. Capturar una luz única que jamás volverá a repetirse. En eso consiste el arte de Ray Collins, el fotógrafo de las olas. El australiano ha convertido su amor por el mar en una carrera profesional y la belleza de sus imágenes ha conquistado al mundo. Con un mérito añadido: sus ojos, tan sensibles para hacer eternas formas destinadas a la fugacidad, no distinguen los colores.

Hace poco más de diez años Ray, que ahora tiene 36, sufrió un accidente de trabajo en la mina de carbón de Bulli (Nueva Gales del Sur, a 70 kilómetros al sur de Sydney) en la que trabajaba. Durante la rehabilitación de su lesión de rodilla, empezó a nadar a diario. Y brazada a brazada llegó a la que hoy es su pasión. Sin ningún conocimiento de fotografía, en 2007 se compró su primera cámara y comenzó a sacar instantáneas de surferos con las que obtuvo cierto éxito en las revistas especializadas de este deporte.

Pero pronto se dio cuenta de que lo que de verdad le interesaban no eran los jinetes, sino su montura. Las tablas solo ayudaban a dar una escala humana a la naturaleza. «Cuanto más evolucionaba en mi trabajo, más me concentraba solo en lo delicada y bella que puede ser el agua. La forma que adquiere, las texturas, las sensaciones», explica en una reciente entrevista en la web de arte 'My Modern Met'.

Collins dejó el subsuelo hace tiempo y ahora se dedica a nadar con su cámara y esperar el momento oportuno para realizar sus alucinantes retratos del mar. Colabora con revistas y cadenas de televisión, de 'National Geographic' a 'Vogue' o 'Patagonia', hace encargos para Apple y Nikon –su marca de cámaras favorita– y a través de su página web comercializa sus obras: uno puede conseguir reproducciones en papel a partir de 139 dólares australianos (90 euros), aunque las de mayor tamaño, en papel metálico y enmarcadas cuestan 2.200 (1.400 euros). Museos y galerías prestigiosas se han rendido a su talento y ha recibido premios de instituciones deportivas, cientíticas y artísticas.

Aunque la mayor parte de sus trabajos los realiza en la costa suroriental australiana, ha viajado por todo el planeta con su cámara para 'cazar' olas en Hawái, Indonesia, el Pacífico Sur o Islandia. Fruto de estos viajes son sus libros 'Water&Light' y 'Found at sea'.

Lo que más llama la atención de sus fotos de las ondulaciones marinas, fluidas y minerales al mismo tiempo, es que captan texturas que normalmente escapan a la mirada humana, dada la enorme cantidad de energía que despliegan en apenas segundos, antes de romperse y desaparecer para siempre. Por eso tienen títulos evocadores como 'Cristal', 'Satén' o 'Viscosa'.

Uno de los aspectos que más le atrae de las olas es que son únicas. «Son literalmente ondas de energía que se mueven a través del agua y nunca se repiten. No hay posibilidad de volver a disparar. ¡No hay segundas oportunidades! Todo esto, junto a su increíble belleza, es lo que me inspira cada día», manifiesta. Su daltonismo, asegura, no es una desventaja. «Creo que elimina la 'distracción' del color y me permite concentrarme en el contraste, los tonos, las texturas y la composición», argumenta. Quizá sea esa singular mirada lo que hace su trabajo irrepetible.

No busca la perfección, sino la emoción: «Cuanto más pura, mejor –confiesa al 'Daily Mail'–. Me gustan las olas que realmente pueden sentirse, las que te desafían, no solo una foto bonita». ¿Y qué efecto espera causar en quienes admiran sus fotos? «Mi objetivo es que el espectador sienta algo. No tiene que ser necesariamente agradable», confiesa en su web (raycollinsphoto.com).

Parar el plástico

Respecto a su técnica, no hay grandes trucos. A veces, una instantánea es el resultado de varias horas de estudio de los partes meteorológicos y las mareas en una playa concreta. Otras, simplemente, se levanta de la cama y se sumerge en el mar. Sus luces favoritas son las del amanecer y el anochecer. Y adora las nubes. ¿Sus consejos para otros fotógrafos? «No hagas las fotos que crees que otros quieren ver, sino las que tú quieres ver –declara al diario británico–. La luz cambia muy rápido; aprende a usar tu cámara para capturarla. Practica sin parar: no se puede comprar la experiencia y la única forma de llegar a comprender la luz es disparar más, en todas las condiciones». Y algo muy práctico: consigue que un colega te ayude a llevar los diez kilos de material que necesitarás para retratar el agua.

En su sitio de internet, Ray Collins muestra su inquietud por la contaminación que amenaza a los mares del planeta: «Mi peor pesadilla sería que el océano se convirtiera en un parche de basura flotante. Me asusta pensar que quizá nuestros nietos no tengan la posibilidad de apreciar la belleza que nosotros damos por supuesta». Siempre les quedarán sus fotos.

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