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Combatientes libios luchan contra elementos del EI en Sirte. R. C.
«Estamos en el 'fast food' periodístico»

«Estamos en el 'fast food' periodístico»

El fotógrafo de guerra Ricardo García Vilanova cree que su oficio está en vías de extinción. Viaja a Siria cuatro veces al año, pese a que allí estuvo secuestrado

ANTONIO PANIAGUA

Jueves, 21 de marzo 2019, 08:17

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La vida de Ricardo García Vilanova (Barcelona, 1972) cambió para siempre cuando su abuelo le regaló a los 14 años una cámara Kodak Retina. Desde ese momento, quedó fascinado por la fotografía. Con el tiempo surgió en él la inquietud por viajar a países en conflicto y reflejar la devastación de la guerra. No le gusta demasiado hablar de su secuestro en Siria a manos del Estado Islámico, porque abomina de los periodistas que se convierten en noticia, la antítesis del periodismo. Su oficio, que ejerce como 'freelance', le ha permitido pasar largas temporadas en Haití, Afganistán, Irak, Libia y Siria, entre otros muchos países. Pese a que sus fotos han sido publicadas en todos los grandes medios, desde 'The New York Times' al 'Washinton Post', pasando por 'Le Monde' o 'The Guardian', García cree que el fotoperiodismo acabará muriendo pronto.

García Vilanova ha participado en la mesa redonda y exposición 'Decenas de miles', organizadas por Amnistía Internacional sobre el conflicto que asola Siria, un país al que viaja cuatro o cinco veces al año. Desde que estalló la guerra, hace ocho, han muerto medio millón de personas y han tenido que abandonar sus casas siete millones de desplazados. En medio de la barbarie, han desaparecido 75.000 personas, según la organización humanitaria.

«Si la sociedad recuperara el apetito de antes por estar informada, los medios tomarían nota y apostarían por el rigor informativo. Solo el 'New York Times' y, en menor medida, el 'Post' siguen invirtiendo en gente que vaya al terreno y cuente grandes historias, lo cual tiene un coste. Por desgracia, hemos entrado en el 'fast food' periodístico, las redes sociales, la información sobre gente famosa, noticias todas de consumo rápido. Basta con coger unas cuantas revistas dominicales para apreciar que no tienen nada que ver con lo que eran antes: han desaparecido los grandes reportajes y las noticias en profundidad», dice García Vilanova, que sobrevive gracias a los vídeos que vende a las televisiones, con los cuales financia sus coberturas fotográficas. «Así pago las facturas para poder hacer fotos como antes», precisa.

«La guerra cambia los códigos, saca lo mejor y lo peor de las personas» «Es deleznable el rollo del reportero que va por ahí explicando sus penas»

No puede permitirse el lujo de costearse un 'fixer', un guía local que allana el camino al periodista para realizar su trabajo y le facilita contactos. En Siria, contratar a uno de ellos exige un desembolso de 500 dólares diarios. De ahí que tenga que recurrir a amigos para suplir esta carencia. Pese a que atrás quedaron los tiempos dorados del fotoperiodismo, tiempos en los que García Vilanova llegó a ganar mucho dinero, el fotógrafo no tira la toalla y sigue a lo suyo, sin abdicar de su condición de 'freelance', que le da la libertad para elegir qué país recorrer y cuál será su próximo destino.

En 2011 se produjo un acontecimiento que puso patas arriba la vida de los reporteros de guerra que trabajaban por libre. Dos fotógrafos, Tim Hetherington y Chris Hondros, murieron por fuego de mortero en la batalla de Misrata, en Libia. Desde ese momento, los medios, especialmente los estadounidenses, dejaron de anticipar el dinero a los 'freelances' para desarrollar su labor. Los periódicos recurrieron a imágenes de agencias y los precios se desplomaron. «Por una galería de fotos ahora te suelen pagar entre 1.000 y 1.200 dólares, algo que exige un trabajo mínimo de veinte días. Es lo mismo que podías sacar antes en una sola jornada».

- ¿Qué tiene la guerra que la hace tan interesante?

- Cambia todos los códigos de conducta. Normalmente, las leyes no se infringen por temor al castigo. Todo ello hace que la guerra saque lo mejor y lo peor de las personas. Tipos normales de repente se vuelven asesinos o, al contrario, altruistas. La guerra desvela la esencia del ser humano.

Nunca le ha pasado como a Sebastiao Salgado, a quien el genocidio de Ruanda de 1994 y la matanza de tutsis por los hutus dejaron tan conmocionado que sufrió una crisis vocacional. A raíz de aquella masacre, Salgado se replanteó muchas cosas e imprimió un giro a su carrera. «Nunca me ha pasado. Y, aunque me ocurriera, nunca lo contaría. No me gusta que el periodista se convierta en un agente que acapara protagonismo. No me sirve el rollo de ir explicando por ahí tus penas. Toda esta gente que se apropia de la historias de los demás me parece absolutamente deleznable».

Ha trabajado mucho con medios anglosajones, cuyo rigor en contrastar los datos contenidos en una imagen aún le sigue asombrando. Una vez hizo una foto para el 'Wall Street Journal' en Afganistán y gastó dos o tres horas hablando con sus interlocutores para verificar identidades y otras referencias.

Ganarse la confianza

Suele trabajar con gran angular, lo que le obliga acercarse a los protagonistas de la foto. Robert Capa contaba que en la II Guerra Mundial, estando en un aeródromo, trataba de captar cómo llegaban los bombarderos ingleses. En un momento dado aterrizó uno muy dañado, lleno de heridos y muertos. Capa se puso manos a la obra, hasta que alguien de la tripulación le afeó su conducta y le increpó llamándole «carroñero». Al día siguiente, Robert Capa se subió a un bombardero y acompañó a los oficiales en la misión. Gracias a ese gesto se ganó su respeto, pues corría los mismos riesgos que los demás. Algo parecido pretende hacer García Vilanova. «En la guerra no existe complicidad con quienes te rodean. Pero si haces lo mismo que Capa, la gente no te ve como un fotógrafo y se olvida de ti porque te has ganado su confianza».

- ¿Cierto grado de temeridad es recomendable?

- Es que la gente tiene una percepción errónea de la guerra, como si los contendientes estuvieran todo el rato disparando. Y no es eso; en una guerra hay momentos muy aburridos, en los que no pasa absolutamente nada, porque los combates suelen durar poco. Pero hay opciones. Un periodista gráfico puede trabajar en muchas zonas, no solo en la primera línea del frente. También puede estar más retirado y en la retaguardia, y ambas cosas son válidas.

Al reportero no le parece ético montar escenas, a menos que se explique en un pie de foto. Hay fotógrafos que, para captar mejor la naturaleza de la guerra, hacen posar a los soldados. Los captan en toda su fiereza, pero asumiendo gestos y actitudes impostadas. ¿Es lícito desde un punto de vista periodístico este modo de actuar? Para García Vilanova, no. «Es lo mismo que si un redactor se inventa datos. Se debe ser lo más fiel posible a la realidad, siempre teniendo en cuenta que una foto, frente a lo que se piensa, es muy subjetiva, pues obliga a elegir una óptica, un punto de vista y un encuadre, lo cual crea una realidad propia».

El fotógrafo regresó el año pasado con un equipo de la BBC al lugar donde permaneció recluido durante una parte de su cautiverio en Siria, a orillas del Éufrates. Visitó la prisión donde se halllan dos de sus presuntos secuestradores. Fue capturado junto al periodista Javier Espinosa, de 'El Mundo', en 2013. Los informadores trataban de dejar atrás el país a través del paso de Tel Abiad, en la provincia de Raqa, cuando fueron apresados. Después de 194 días en manos del Estado Islámico, los reporteros fueron liberados. Ese trance amargo no le ha nublado el entendimiento ni le ha hecho cambiar la mirada sobre el mundo islámico. «Los musulmanes son gente amable, extrovertida y hospitalaria. Y en lo que se refiere al EI, en este grupo hay gente muy variopinta, desde los que se enrolaron por motivos religiosos a los que lo hicieron por dinero o porque, simplemente, no tenían otra opción».

Siempre que viaja a un país se prepara y documenta a conciencia. Parece un requisito obvio, pero no todos lo hacen. «En Libia me encontré a un tipo que viajaba con una tarjeta visa, como si pensara que allí podría encontrar un cajero automático del que sacar dinero. Distinguir entre lo que es un suní y un chií te puede salvar la vida», aclara Vilanova.

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