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Una guía explica la historia del Barrio Rojo a un grupo de visitantes que hacen la excursión de noche. BUENDÍA TORUS
Prostitución en Amsterdam | El Ayuntamiento se plantea prohibir escaparates y prohibirá los tours por el Barrio Rojo

Ámsterdam prohibirá en enero los tours por el Barrio Rojo

Contempla cerrar las ventanas donde se exhiben las trabajadoras sexuales, ante la avalancha de turistas y las vejaciones que les dedican algunos. Las agencias estudian vías legales para mantener las visitas

ISABEL IBÁÑEZ

Lunes, 5 de agosto 2019, 01:07

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Atrás quedan los tiempos en que los hombres se acercaban en tromba al Barrio Rojo de Ámsterdam dispuestos a pagar por los 'favores' sexuales que las chicas de los escaparates, abiertos desde 1911, ofrecían en lencería. El porno y la prostitución accesibles en internet (todo más discreto) han cambiado las costumbres sexuales, y estas mujeres tienen ahora menos clientes, espantados en parte por la legión de 'admiradores', por llamarlos de alguna manera, que se dedican a fotografiarlas pese a que está prohibido, burlarse de ellas e, incluso, insultarlas y acosarlas, casi siempre pasados de alcohol. Quizá es que no llegan a enfocar bien para leer la frase que acompaña a la estatua de 'Belle' en la plaza Oudekerksplein, una prostituta apoyada en el quicio de una puerta: 'Respeta a las trabajadoras sexuales en todo el mundo'. Aunque seguro que no se pierden la obra que un artista anónimo colocó cerca de ella sobre un adoquín del suelo: el relieve de una mano que acaricia un pecho femenino.

A otros les mueve la curiosidad, o el morbo, por la historia de un barrio que lleva mucho siendo una de las principales atracciones de la capital holandesa; con 850.000 habitantes (y 881.000 bicicletas), en 2018 recibió a 17 millones de turistas, buena parte de los cuales realizaron este recorrido para descubrir al millar de profesionales del sexo que trabajan en él. Desde el año 2000, en una actividad regulada, pero tolerada ampliamente desde 1800, tras épocas de prohibición.

Hablamos de un promedio de mil grupos de visitantes cada semana, según el Ayuntamiento de la ciudad; hasta treinta llegan a coincidir en las horas punta. Los vecinos se quejan del constante ruido en el barrio, que añade entre sus atractivos algunos de los famosos 'coffee shops' donde se permite fumar cannabis sin cortapisas (solo se pueden vender cinco gramos por persona). Muchos allí creen que esta clase de locales y los burdeles atraen a un tipo de turista del que reniegan, apostando más por la tranquila clientela del Museo Nacional de Ámsterdam (Rijksmuseum) o el de Van Gogh, aunque ambos tipos de visitante sean en buena parte uno mismo, combinando los dos intereses.

Testigos y protagonistas de la evolución del barrio son las gemelas Martine y Louise Fokkens, 76 años, 50 de ellos ejerciendo la prostitución aquí. Que si Belice, que si Islandia... Los periodistas nos devanamos los sesos para intentar encontrar un país que acumule la cantidad de habitantes adecuada para que el lector se haga una idea de lo que supone haber practicado sexo de pago, ellas mismas lo dicen, con 355.000 hombres... Para qué irse tan lejos, casi clavan la población de Bilbao. Aunque «repartida entre las dos», tranquilizan. «Nos hemos divertido», admiten de sus años tras la vitrina, en compensación de otros momentos de penuria. «No lo hacía solo por dinero. Antes solía pensar que me aburriría, pero no, nunca. Es un deporte que ayuda a sentirte joven. La prostitución no siempre es sexo. A veces nos sentamos, disfrutamos de una taza de té, de café. O un poco de vino. Hay invitados que vienen solo a charlar», dice Louise.

Juntas siempre, fundaron 'La Lucecita Roja', el primer sindicato independiente de prostitutas, con el que denunciaron a proxenetas y la trata de blancas: «En nuestra época, nos protegíamos entre nosotras. Pero ya no es así. Los sentimientos han abandonado el Barrio Rojo hace mucho». Ya jubiladas -«aunque hay personas que vinieron durante años y años y con invitados así ni siquiera hoy puedo negarme»-, en la actualidad ejercen de guías para una agencia (www.amsterdamredlightdistricttour.com), que las ofrece de esta manera: «Escuche lo que es ser prostituta ¡durante 50 años! Las más famosas de Holanda, salúdelas y conozca las historias secretas y divertidas de las gemelas Fokkens. Pregúnteles lo que quiera». Hora y media por 30 euros.

Cuatro nuevos escenarios

Pero el acoso que las profesionales del sexo están recibiendo en los últimos tiempos por turistas groseros y la avalancha de espectadores han provocado cambios. Primero se prohibió sacar fotos de las vitrinas para proteger a las que llevan esta actividad en secreto y no desean verse en las redes sociales, aunque muchos las retratan sin pudor. También se acaban de limitar a 15 los turistas por grupo y se vetaron las excursiones más allá de las siete de la tarde. Pero las cosas parecen haber llegado tan lejos que los tours desaparecerán en enero, con lo que el que quiera internarse por sus calles deberá hacerlo sin guía (siguen permitiéndose los tours en barco desde los canales). Se hace caso, dice el Ayuntamiento, a las las trabajadoras, que, desde su sindicato, Proud, insisten: «No queremos ser monos de feria».

Y las cosas van a seguir cambiando, ya que la alcaldesa, la ecologista Femke Halsema, ha lanzado un debate para determinar el futuro de la zona, planteando cuatro escenarios posibles: uno, cerrar o cubrir solo los escaparates; dos, disminuir el número de burdeles; tres, clausurar todos ellos; o, cuatro, en el otro extremo, incrementar su número. También podría darse una combinación de todos, respetando los derechos humanos y persiguiendo la trata y otros delitos.

Todo esto afectará a turistas y empresas del ramo. Manuel González es el manager para Europa de Buendía Tours , una de las empresas con más experiencia en visitas en castellano. «En 2018 tuvimos 20.000 personas en nuestro tour por el Barrio Rojo». Explica que la actividad sexual ha estado presente en Ámsterdam, por su situación geográfica, «desde el siglo XV, al ser uno de los mayores centros de negocios marítimos de Europa. Miles de marineros y comerciantes llegaban cada día a la ciudad. Hoy el barrio es uno de los mayores atractivos turísticos, aunque no es su lado oscuro lo que más llama la atención. Dado que es uno de los pocos países que legaliza la actividad sexual, los viajeros desean conocer el porqué y cómo se regulariza, y cómo los neerlandeses la entienden y la han incorporado a sus vidas». Insiste en que, por el fácil acceso al material sexual, «lo que antes movía gran flujo turístico hoy queda en segundo plano».

Se queja del cambio de normativa: «Prohibir la actividad guiada a partir de las siete obligó a las empresas a cambiar planes, horarios, cancelar reservas... Con el consiguiente perjuicio económico. Y en enero se prohibirán los tours. Según el Ayuntamiento, esta medida la han tomado teniendo en cuenta a las trabajadoras, pero solo han hablado con diez de ellas, ni un 1% de las mil que hay aquí. Supondrá un gran golpe para las empresas; el Barrio Rojo es un gran atractivo mundial. Sin guías que puedan formar sobre su historia, la normativa que regula la profesión, la conducta que debe seguirse..., el lugar quedará despojado de la personalidad y el orden que ha mantenido hasta ahora». Anuncia que el sector estudia medidas legales para dar la vuelta al rumbo emprendido por la Administración local.

- Pero muchos molestan a las mujeres y dificultan su trabajo...

- Una verdad a medias. Las trabajadoras del sexo han expuesto sus quejas sobre ciertos grupos que ocasionalmente no se comportan bien. Pero las empresas de visitas guiadas ayudan a entender la esencia del lugar y la conducta a seguir.

Elard Tissot Van Patot es el fundador de Amsterdam Red Light District Tours. Considera que «el 90% de las molestias las causan el 10% de los visitantes; la mayoría se comporta bien. La policía debe centrarse en ese 10%. Las multas por consumo de alcohol deberían ser más altas. Actualmente, la multa por beber en la calle es de 95 euros. Si se subiera a 400, seguro que se correría la voz de que el consumo en público no está permitido. Y el Gobierno local debería usar buenos guías como embajadores de la ciudad».

En su empresa trabajan como cicerones las gemelas Fokkens, que, tras medio siglo currando en el barrio, tienen una opinión formada sobre su evolución y el futuro: «La prostitución es una de las profesiones más antiguas y es parte de la vida. Las prostitutas deben obtener más derechos, más burdeles, más protección y más respeto. Ámsterdam está destruyendo el Barrio Rojo desde el aburguesamiento. El plan llamado 'Proyecto 1012' (que ha supuesto el cierre de 112 locales desde 2007) ha cambiado el área y el tipo de visitante. Los burdeles con ventana se han ido convirtiendo en galerías de arte, tiendas conceptuales, chocolaterías... Lo que atrae a otro tipo de personas, que no son los clientes de prostitutas», se quejan.

Esclavas y 'snuff movies'

Pero hay otras posturas, aunque González asegura que «muchos de los visitantes con una actitud crítica respecto a la actividad sexual profesional cambian de opinión al acabar el tour». Pero, aunque Ámsterdam no se lo plantee, el debate sobre si la prostitución debe ser regulada y legalizada como un trabajo o si, por el contrario, es una actividad que atenta contra los derechos humanos -y, en concreto, contra las mujeres- está de actualidad. En el Barrio Rojo hay chicas que trabajan voluntariamente, pero también mujeres esclavizadas y violadas, incluso asesinadas. Como Sarah Forsyth, hoy 42 años, que llegó a Holanda con 19 y una propuesta de trabajo y terminó obligada a prostituirse en este mismo barrio, forzada a tener sexo con veinte hombres en una noche, a jugar a la ruleta rusa y a presenciar cómo mataban a una compañera para grabar una 'snuff movie'. Sus explotadores están en la cárcel y ella ha escrito un libro, 'Chica esclava'.

Carla Vázquez (26 años, San Sebastián) hizo en mayo el recorrido guiado: «El debate de la prostitución es complejo, pero el que esté regulada da a las trabajadoras protección, visibilidad y seguridad. No quiere decir que no siga existiendo prostitución ilegal, pero es una herramienta para incrementar su control. Si ejercieran por voluntad propia y en consenso con los consumidores, y desde el respeto por parte de estos últimos, me parecería bien considerarla igual que otra actividad, aunque es una situación alejada de la realidad tanto a corto como a medio plazo».

Hacer el tour le pareció una manera de obtener información «sobre legislación en prostitución y consumo de drogas, además de conocer la historia del Barrio Rojo». Lo que más le sorprendió fue «lo bien integrados que están otros aspectos de la vida con el trabajo sexual, como la guardería que hay en mitad del barrio». Considera equivocado suprimir los tours, «porque dan pautas de conducta». Ella asegura que en ningún momento se sintió «incómoda», aunque otros hablen de la «sordidez» de estos circuitos. Como el concejal progresista Udo Kock: «Que los turistas acudan en masa a ver a las prostitutas ya no es de este siglo».

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