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En 2011 Heinrich e Irene Wiens cumplieron cada uno 43 días de prisión por impedir que sus cuatro hijos asistieran en un colegio de Salzkotten ... a clases de educación sexual y a una obra teatral titulada 'Mi cuerpo me pertenece', destinada a prevenir el abuso sexual contra menores. El Ejecutivo alemán, ya entonces gobernado por los cristiano-demócratas de Angela Merkel, había agotado todos los intentos de que los Wiens y otras cuatro parejas de cristianos baptistas de esa ciudad de Renania del Norte-Westfalia cumplieran la ley, que desde mediados de los noventa establece la obligatoriedad de esos contenidos en los centros educativos. Nueve años después y a 400 kilómetros de la frontera germana, el mundo al revés: el Gobierno polaco del partido nacional-católico Ley y Justicia está impulsando un texto legal que castiga con hasta 5 años de cárcel a quienes impartan formación en materia de relaciones, homosexualidad o contracepción por considerarla una «perversidad» equiparable a la pedofilia.
Entre esas dos posturas, la mayor parte de los países de Europa ha optado por el modelo alemán: la educación afectivo-sexual abarca cada vez más contenidos, es más temprana y se imparte de manera transversal y obligatoria en los colegios tanto públicos como privados. Incluso los países más conservadores son ya conscientes de que abordar el sexo en la escuela evita que los niños busquen otras fuentes de (des)información –básicamente, la pornografía y los amigos–, previene la violencia sexual y de género y tiene un impacto positivo en la reducción de embarazos, abortos e infecciones de transmisión sexual en adolescentes.
Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Estonia, Finlandia, Irlanda, Luxemburgo, Países Bajos, Portugal, Reino Unido, República Checa, Suecia y Suiza han incluido la llamada educación afectivo-sexual como un contenido más del currículo escolar y, por tanto, como una materia obligatoria que incluye aspectos físicos, emocionales, sociales y culturales.
Suecia fue el primer país en implantar una asignatura de educación sexual, en 1942. A partir de los setenta, la formación escolar se complementó con la creación de una red de centros juveniles con el objetivo de evitar los embarazos no deseados y garantizar la salud sexual y reproductiva. Le siguieron los otros países escandinavos y, poco a poco, casi todos los demás, a menudo a pesar de las reticencias de algunos sectores.
El último país en legislar es Reino Unido, que hasta ahora había tratado el tema de forma muy irregular: en septiembre de este año entra en vigor la nueva regulación, que establece que todas las escuelas de primaria, públicas o privadas, tendrán que impartir la asignatura sobre Relaciones, que será obligatoria para los alumnos, mientras que Educación Sexual y Educación para la Salud serán obligatorias en todos los centros de secundaria del país, sea cual sea su titularidad. El Gobierno de Gales confirmó esta semana que los padres no tendrán derecho a veto.
En Europa occidental, Italia y España, que nunca han legislado de forma efectiva sobre esos contenidos, son la excepción. «Aquí se han hecho cosas puntuales en algunas comunidades: en Andalucía, en Navarra, ahora en Valencia... pero arrastramos desde hace muchos años el rechazo a integrar la asignatura en el sistema educativo», explica Guillermo González Antón, presidente de la Federación de Planificación Familiar Estatal, que promueve el acceso a la información y los servicios de salud sexual y reproductiva. «Las sucesivas leyes de educación permitían impartirla, pero al final dependía de los claustros de profesores y en muchos colegios no se hace, por sobrecarga de trabajo, por falta de formación o por la oposición de los sectores más conservadores –lamenta el médico y sexólogo–. No es una asignatura pendiente; es una asignatura suspensa».
En Europa, la educación sexual va mucho más allá de la típica charla de las flores y las abejas. En la mayoría de los países tiene un enfoque transversal e integral: comienza en las etapas más tempranas con el conocimiento del cuerpo y las diferencias entre los sexos para, en los cursos posteriores, abordar los cambios en la pubertad, la reproducción, la masturbación, las relaciones sexuales, la contracepción, el embarazo o la prevención de enfermedades. Muchos programas trascienden lo biológico y prestan atención al amor, las relaciones y la pareja, los roles de género, los derechos LGTBI, el consentimiento o el placer. «Cada vez más países están introduciendo elementos clave para aumentar la protección de los jóvenes frente a la violencia y la discriminación basada en el género y el acoso sexual tanto digital como 'offline' y para evitar la violación y el abuso sexual contra los niños. La lucha contra el sexismo para avanzar en la igualdad de género en la sociedad y evitar la violencia doméstica también está cada vez más presente en muchos programas», se congratula Irene Donadio, portavoz de la Federación Internacional de Planificación Familiar en Europa.
Es habitual que la asignatura, para diferentes temas y etapas, sea impartida por tutores o por especialistas en Biología, Salud, Religión, Ética o Ciudadanía. «Varía de un país a otro, pero lo ideal es que implique tanto a profesores como a profesionales de la salud y a ONG –agrega Donadio–. Sin embargo, a menudo los docentes no tienen el entrenamiento que necesitan y en algunos países les ayudamos para que apoyen a los jóvenes en sus necesidades, especialmente en esta era digital».
No solo los gobiernos nacionales hacen una apuesta cada vez más decidida por formar e informar a los niños y jóvenes en materia de relaciones afectivas y sexuales. Las instituciones europeas también son firmes partidarias de incluir estas materias en el currículo educativo. La Eurocámara condenó el pasado noviembre el retrógrado proyecto de ley aprobado por el Parlamento polaco. La Comisión Europea y el Consejo de Europa están en la misma línea.
Las instituciones europeas dan un paso más allá y en varias resoluciones insisten en contradecir argumentos como los defendidos por Vox y –en parte– el PP: la pretensión de que los padres pueden objetar ante este tipo de contenidos en la educación de sus hijos.
Ya en 2013, el Parlamento de Estrasburgo concluía un informe sobre la materia asegurando que la educación sexual efectiva se caracteriza por cinco indicadores: un enfoque exhaustivo que abarque lo físico y lo emocional;la implicación de los padres; la impartición por docentes entrenados para la asignatura; la asistencia obligatoria de los alumnos; y programas que hablen de un amplio rango de temas sin tabús.
Por su parte, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha fallado ya al menos en dos ocasiones a favor de la tarea educativa de los estados en esta materia. La primera, en 2011, cuando revisó los recursos de los Wiens y otras cuatro parejas contra el fallo del Tribunal Constitucional alemán. Los abogados de la ADF, la ONG norteamericana ultraconservadora que les representaba, argumentaban que la obra de teatro y las clases a las que las familias se negaban a llevar a sus hijos promovían «una visión de la sexualidad muy permisiva que contradecía fuertemente sus creencias cristianas». La corte determinó, sin embargo, que Alemania puede obligar a los niños a asistir a esas clases con el fin de integrar a las minorías y evitar la formación de «sociedades paralelas por motivos ideológicos o religiosos».
En 2018 volvió a fallar en otro caso similar a favor de Suiza y contra las pretensiones de una mujer, A. R., que rechazaba las clases de educación sexual en primaria porque le parecían prematuras, ya que su hija nunca había mostrado curiosidad por ese tipo de cuestiones. El tribunal argumentó en este caso que esas clases contribuyen a proteger a los niños contra cualquier tipo de violencia o abuso, no a adoctrinarles.
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