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El país europeo que no para de crecer creando islas

El país europeo que no para de crecer creando islas

Dimamarca le ha cogido el gusto a crear islas para ampliar su territorio. Ahora prevé construir nueve junto a Copenhague para levantar un Silicon Valley europeo

JAVIER GUILLENEA

Lunes, 11 de febrero 2019, 08:15

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En Dinamarca tienen las cosas claras. Si no encuentran sitio para asentarse, lo conquistan. Antes eran los vikingos los encargados de buscar nuevos espacios para los suyos, pero esto cambió hace tiempo. Los ejércitos con los que los daneses tratan de ir más allá de sus dominios ya no están compuestos por fieros guerreros sino por disciplinados batallones de ingenieros que desde hace años libran una constante batalla para colonizar el mar.

El país nórdico no está sobrado de terreno. Tiene una extensión de 43.094 kilómetros cuadrados, aproximadamente la de Extremadura, y 5,7 millones de habitantes. Su ciudad más poblada es la capital, Copenhague, donde viven 3,2 millones de personas repartidas entre su área urbana y la metropolitana. Los pronósticos demográficos revelan que 170.000 personas se habrán mudado a la capital danesa para 2045 atraídos por el empleo bien remunerado y la calidad de vida en la ciudad. La población va en aumento y las autoridades ya han comenzado a hacer planes para que los daneses del futuro tengan no solo un techo para cobijarse sino también un suelo que pisar.

Todo pasa por ganar terreno al mar, por colonizarlo. El Gobierno danés planea llevar a cabo dos megaproyectos que proporcionarán varios millones de metros cuadrados adicionales al territorio nacional y, sobre todo, a Copenhague. Uno de ellos es el de la construcción de nueve islas artificiales destinadas a atraer a la capital nuevos negocios. El plan, con el que sus promotores pretenden crear «una especie de Silicon Valley europeo», comenzará a construirse en 2022 y debería estar concluido antes de 2040.

Una 'archipiélago' abastecerá de energía a 80 millones de consumidores

La segunda de las iniciativas es a más largo plazo. La idea es construir entre 2035 y 2070 otra isla artificial con 20.000 viviendas para albergar a 35.000 personas. La nueva infraestructura, que se llamará Lynetteholmen e incluye un túnel y una línea de metro, servirá también para proteger a la capital del aumento del nivel del agua previsto para las próximas décadas. El coste previsto del proyecto, de unos 2.700 millones de euros, se sufragará en parte con la venta de tierras a los modernos colonos de Copenhague.

Las obras para crear Lynetteholmen comenzarán cuando la construcción de las primeras nueve islas esté a punto de llegar a su término. El Silicon Valley europeo se llamará Holmene y aspira a convertirse en una de las áreas de negocios más grandes de Europa del Norte. Contará con espacio para 380 nuevas empresas que generarán una actividad económica de más de 7.000 millones de euros y 12.000 nuevos empleos, siempre según las previsiones del Gobierno.

Cuando Holmene sea una realidad, Dinamarca habrá sumado 17 kilómetros a los 7.314 de línea costera que posee en la actualidad. Esta cantidad no ha sido siempre la misma porque ha variado con el paso de los años. El país nórdico siempre ha tenido tendencia a apropiarse del mar para convertirlo en tierra firme y eso es lo que ha hecho Copenhague a lo largo de su reciente historia. Las nueve islas se levantarán en Avedore Holme, una zona que en 1960 no era más que una sucesión de pequeñas islas, lagos y naturaleza en estado salvaje donde pastaban las vacas. En la década de 1960 el paraje se cerró artificialmente, se llenó de tierra y quedó transformada en una de las áreas comerciales más grandes y exitosas de la región nórdica.

El cambio fue radical. De las aguas poco profundas de Avedore Holme emergieron industrias y plantas de suministro de electricidad y tratamiento de aguas residuales que modificaron por completo el paisaje. Las vacas desaparecieron y en su lugar surgieron 400 empresas que reclaman más espacio para crecer. Aquello pudo ser un desastre estético y ecológico, como bien se ha visto en otros lugares no demasiado lejanos y sobradamente conocidos, pero no ocurrió así. O al menos, ocurrió en menor medida.

Cinturón verde

Para remediar aquellos desperfectos sesenteros, el proyecto Holmene pretende restaurar parte del paisaje natural que se perdió entonces. Las nueve islas estarán conectadas con un cinturón verde de 700.000 metros cuadrados de naturaleza urbana que servirá de dique de contención contra las mareas. Habrá zonas recreativas, senderos para bicicletas, torres de observación para aves y vida silvestre, playas para hacer picnic, bañarse y practicar deportes acuáticos, paseos al borde del mar y todas esas actividades a las que tan aficionados son los habitantes de los países nórdicos cuando el frío se lo permite.

«Con Holmene queremos crear una nueva vida tanto para los negocios como para la vida animal, vegetal y al aire libre. La zona se convertirá en una joya donde los ciudadanos podrán disfrutar y explorar la naturaleza y será un motor de crecimiento ecológico y un hito internacional», declaró el lunes Helle Adelborg, la alcaldesa de Hvidovre, durante la presentación del proyecto que acogerá su municipio, una pequeña ciudad a diez kilómetros de Copenhague. Dejando de un lado las exageraciones propias de cualquier político en cualquier zona del mundo, lo que sí parece cierto es que el plan nace con una vocación medioambiental y con la ilusión de convertirse en un referente internacional «dentro de soluciones innovadoras verdes para los desafíos ambientales globales del mañana». Eso es al menos lo que venden los gobernantes daneses.

Para demostrarlo ya han anunciado que una de las islas, la que se llamará Green Tech, estará dedicada a hacer de Copenhague «una de las ciudades más verdes del mundo». En ese pedazo de terreno ganado al mar se tratarán las aguas residuales de la capital, los lodos y los residuos biológicos se convertirán en biogás sostenible y se almacenará el excedente de la electricidad producida por los aerogeneradores repartidos por la región para aprovecharla los días sin viento.

Los dos megaproyectos no son los únicos en los que se ha embarcado Dinamarca en los últimos años. Los daneses, que tienden a mirar más al mar que al interior del país, le han cogido el gusto a eso de crear islas y no parece que se les dé mal: terreno tienen de sobra para hacerlo. Una de ellas es la de Peberholm, en la que el enorme puente de Oresund, que desde 2000 conecta Dinamarca con Suecia, se adentra bajo tierra. Para levantar esta isla, de 130 hectáreas, fueron necesarios 1,6 millones de metros cúbicos de roca y 7,5 millones de metros cúbicos de arena obtenidos del material extraído durante la construcción de la gigantesca infraestructura.

Peberholm es un lugar protegido que se ha convertido en un laboratorio ecológico. En su suelo, que solo puede ser pisado por biólogos, se lleva a cabo un experimento sobre la colonización por plantas y animales del entorno para mejorar la integración ambiental. En 2011 se registraron en este pequeño espacio de tierra recién nacida 25 especies de aves y 500 plantas diferentes.

En el mar del Norte

Dinamarca forma también parte de un consorcio europeo que planea construir en el mar del Norte una isla artificial de seis kilómetros cuadrados destinada a actuar como centro de distribución de la energía proporcionada por más de 10.000 aerogeneradores eléctricos instalados a su alrededor. Las obras, que aún se hallan en fase de proyecto, estarían lideradas por una empresa danesa. Se estima que costarán unos 1.500 millones de euros y que serán necesarios cerca de 200 millones de metros cúbicos de arena y rocas.

Este esfuerzo permitirá distribuir cerca de 30 gigavatios de energía a Dinamarca, Alemania, Países Bajos, Noruega y Bélgica, pero esto solo sería el principio. En un futuro se prevé formar un archipiélago que hará posible abastecer de electricidad a 80 millones de consumidores con 100 gigavatios. Si el proyecto funciona habrá más. Por islas que no quede, y si no hay se las inventan, que es lo que hacen los daneses. Ya no conquistan nuevos territorios, ahora los construyen.

En 2022 comenzarán a construirse frente a Copenhague nueve islas artificiales destinadas a atraer nuevos negocios, especialmente tecnológicos y relacionados con las nuevas energías verdes. El Gobierno danés prevé convertir esta infraestructura en una Silicon Valley europea que albergará a 380 nuevas empresas. Las islas estarán conectadas por un cinturón verde de 700.000 metros cuadrados que actuará como dique de contención contra el aumento del nivel del mar.

Lynetteholmen

Es un ambicioso proyecto a largo plazo para levantar entre los años 2035 y 2070 una gran isla artificial con 20.000 viviendas destinadas a albergar a 35.000 habitantes de Copenhague. El coste previsto de esta iniciativa es de unos 2.700 millones de euros.

kilómetros sumará Dinamarca a su línea costera cuando en 2040 concluya la construcción de las nueve islas artificiales del proyecto Holmene. Según las previsiones del Gobierno, las empresas que se instalen en este archipiélago generarán una actividad de 7.000 millones de euros y crearán 12.000 empleos. En una de las islas, llamada Green Tech, se tratarán las aguas residuales de la capital, se transformarán los residuos de sus habitantes en biogás y se almacenará el excedente eléctrico producido por los aerogeneradores de la zona.

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