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Sara Duterte acompaña a su padre, el máximo dirigente filipino, en un acto oficial, en calidad de primera dama del país. REUTERS
La digna hija de su padre

La digna hija de su padre

Impetuosa, motera y devota de su progenitor, el sanguinario presidente de Filipinas, Sara Duterte pone rumbo a la sucesión dinástica.«Es la alfa de la familia», dice el tirano

ICÍAR OCHOA DE OLANO

Martes, 28 de mayo 2019, 09:14

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Es la persona más desinteresada que conozco con su sabiduría», ha elogiado en alguna ocasión Sara Duterte-Carpio al presidente de Filipinas. A algo hay que agarrarse cuando a tu padre le basta con nueve meses de gobierno para superar la cifra de muertos de su antecesor, Ferdinad Marcos -sus fuerzas acabaron con la vida de 3.300 opositores y activistas durante sus veinte años en el poder-, se jacta de aniquilar a criminales con sus propias manos, llama «hijo de puta» al alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, anima a la población a «matar a los obispos católicos porque no sirven para nada» o justifica los elevados índices de violaciones en algunas ciudades del país porque «hay muchas mujeres hermosas». Inday Sara, como se hace llamar la única descendiente femenina del «carnicero» de Manila -«puede que la historia me recuerde así», sospecha últimamente-, no le tolera todo al desalmado tirano. Pero su devoción paterna está construida a prueba de delirios y de locuras sanguinarias. Eso y su fuerte carácter -«él no soporta la debilidad»- le han colocado en la mejor posición para sucederle e instaurar así la dinastía Duterte.

Paradójicamente, ese momento parece estar ahora más cerca que nunca, pese a que Rodrigo Duterte acaba de revalidar su mandato tras barrer en unas elecciones municipales y legislativas que le confieren un poder casi ilimitado. Y es que el triunfo le pilla cansado y desganado tras eliminar ya a unos 7.000 compatriotas en su particular ofensiva contra el narcotráfico y, físicamente, muy desmejorado. Los rumores de que podría padecer un cáncer corren por cada rincón de las 7.000 islas que componen la remota excolonia española. Muchos analistas están convencidos de que no concluirá su segunda legislatura.

En paralelo, su hija saborea su mayor gloria política. Ha arrasado en su feudo de Davao, en Mindanao, uno de los motores económicos del archipiélago, con un censo de millón y medio de habitantes, tras recorrerlo a bordo de su Yamaha de 900 centímetros cúbicos para esparcir sus promesas, visitar a su paso todas las iglesias católicas -es profundamente creyente-, fotografiarse en todas ellas y colgar las imágenes en las redes sociales. El 99% de los votos obtenidos le aseguran el control, por tercera vez, del bastión que el propio dictador manejó en calidad de regidor durante dos décadas. El último tramo, con Inday Sara como su 'número dos'.

«Es una 'drama queen'»

Precisamente, de aquella alcaldía salió en 2016 rumbo al palacio presidencial de Malacañán, alentado por su lugarteniente, quien llegó a afeitarse la cabeza para presionarle y que se presentara como candidato. La impetuosa Sara tampoco dudó en hacer público en su cuenta de Instagram que una vez fue víctima de una violación para, eso sí, apostillar de inmediato que «aun así, votaré a Dutarte para presidente». Lo hizo durante aquella misma campaña, después de que el aspirante del Partido Democrático Filipino-Poder Popular lamentara no haber podido participar en una violación múltiple a una misionera australiana, suceso acontecido en aquellos días, en un motín de una prisión filipina, en la que la mujer resultó muerta. «Es una 'drama queen'», se despachó Duterte sobre la confesión de su hija. «Fue una broma realmente mala», valoró ella tiempo después sobre el repugnante impulso agresor de su progenitor.

De momento, Inday Sara se conforma con ejercer de alcaldesa de Davao y de primera dama de Filipinas, dado que el matrimonio de su padre con su madre, la azafata de vuelo Elizabeth Zimmerman, está anulado. Ocurrió en 1998, gracias a las conclusiones de un informe que resultó clave: la evaluación psicológica de Duterte. «Posee un trastorno narcisista de la personalidad y una tendencia generalizada a degradar, humillar y a violar derechos», certificó.

Ahora que su escalofriante era parece entrar en la fase final, sus críticos interpretan el posible relevo de su hija como la mejor garantía para protegerse de futuras 'vendettas' políticas en un país en el que casi todos los dirigentes acaban en los tribunales o entre rejas tras dejar el cargo y, también, de un más que probable procesamiento por crímenes de lesa humanidad en la Corte Penal Internacional. El susodicho no hace caso de la maledicencia opositora. «No hay ningún aspirante mejor que Sara para sucederme -sostiene-. Ella es la verdadera alfa de la familia».

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