Cada diez años León ruge contra el mapa autonómico
Hoy, la provincia agoniza. «Aquí nadie ha reivindicado nunca que nos vaya bien con Castilla»
ANTONIO CORBILLÓN
Miércoles, 15 de enero 2020, 00:34
La primera estrofa del 'Himno a León' dice: 'Sin León/no habría España'. Yel 25% del escudo nacional (un león rampante) es aportación leonesa. Reminiscencias ... de un territorio que fue nuclear en la formación de lo que hoy entendemos por España. Además de cuna del primer parlamento de Europa (1188). A sus orgullosos vecinos les gusta recordar que «antes que en Castilla hubo leyes, en León hubo reyes». Y, sin embargo, sus menguantes pobladores siguen sin encontrar acomodo en el actual mapa territorial. El último aldabonazo lo protagonizó el pasado 27 de diciembre el alcalde socialista de su capital, José Antonio Diez. Geólogo de formación, ha repetido una de las réplicas sísmicas que sufre la sociedad leonesa. Más o menos, una por década.
El pleno municipal de aquel día aprobó una moción en defensa de la autonomía de la Región de León, gracias a la exigua mayoría que conforman los votos de PSOE, Unión del Pueblo Leonés (UPL) y el edil de Podemos. La iniciativa había partido del portavoz de UPL, Eduardo López Sendino, con el argumento de que «la Región de León es el único reino histórico de España que actualmente no tiene una autonomía».
En 1983, la creación de Castilla y León cerró el nuevo mapa español. Pero esa 'y' copulativa más que sumar ha dado pie a la confusión. ¿Una autonomía doble? ¿León ahora solo será el 'apellido' de Castilla?La decisión ponía fin a su personalidad propia, reconocida tanto por la historia desde la Alta Edad Media como por la división administrativa de Javier de Burgos de 1833 de la que han surgido los límites territoriales posteriores. Adiós a siglo y medio de oficialidad del Reino de León. Se acabó la cartografía que declamaban los escolares preautonómicos que situaba a esta provincia junto a Zamora y Salamanca.
El pleno del pasado diciembre fue otro pequeño triunfo de una vieja reivindicación. En las tribunas, acompañados por una gran pancarta 'Autonomía leonesa ¡ya!', docenas de leonesistas aclamaron al alcalde y al resto de promotores. En todo caso, nada que ver con el mayor hito callejero de la causa. El 4 de mayo de 1984, 90.000 personas coreaban una de las proclamas cuyo eco aún reverbera hoy: 'León sin Castilla, ¡qué maravilla!'.
Encabezaba la marcha de la llamada Plataforma Leonesista, el entonces alcalde, el independiente (después en las filas del PP) Juan Morano. Meses antes, 53 senadores de AP (hoy Partido Popular) presentaron un recurso contra la unión de ambos entes que fue rechazado por el Tribunal Constitucional.
Reivindicación transversal
No era la primera vez que el Ayuntamiento de la ciudad se ponía al frente. En 2006, en otro pleno se aprobó exigir que los cambios en el Estatuto de Castilla y León incluyeran el derecho a la separación de León. Entonces llevaba el bastón de mando Mario Amilivia (PP). Hoy preside el Consejo de Cuentas de la Comunidad y considera que las nuevas proclamas «son errores y fuegos de artificio en una España en la que tan peligrosos son los separatistas como los separadores».
Ahora le toca al socialista José Antonio Diez izar el mismo pendón del león rampante coronado sobre fondo rojo para retomar la queja. Dice que lo hace por «el sentimiento de los leoneses de no pertenencia a la comunidad autónoma y porque soy alcalde de León y estoy aquí para trabajar por el bien de los leoneses». Como todo 'terremoto', le han seguido más y más temblores.
Una campaña en el digital change.org supera las 8.200 firmas en defensa de estos postulados. Y cuatro días después del 'bastonazo' de José Antonio Díez, un centenar de intelectuales (ya son más de 600) firmaban un manifiesto público de apoyo para denunciar «un declive de la Región Leonesa que los datos tozudamente explicitan».
Uno de sus gestores, el escritor Juan Pedro Aparicio, insiste en que no buscan «ningún antagonismo con los castellanos», sino acabar con «el masoquismo permanente que nos piden». Masoquismo reflejado en las cifras. Desde que se creó la mayor región de Europa (lo es Castilla y León, con sus 94.226 kilómetros cuadrados), la provincia leonesa ha perdido 50.000 habitantes. Una derrama que supera las 120.000 personas si nos remontamos a 1960, cuando las minas alimentaban al motor económico del noroeste español.
Medio siglo después, León se ha quedado sin una cuarta parte de sus habitantes. Y su 'locomotora' de carbón (30.000 empleos en los buenos tiempos) fue enterrada por completo el 1 de enero de 2019 con la definitiva demonización de las energía 'sucias'.
«Este rebrote de ahora es más de supervivencia que identitario –insiste el también escritor Julio Llamazares, otro de los firmantes del manifiesto–. La prueba es que lo apoya gente de todos los partidos». Tiene razón. Pero es otra de las paradojas que vive León.
El sentimiento de pertenencia va mucho más allá de los partidos. «A los leoneses nos duele que nos llamen castellanos. Pero no somos nacionalistas. Lo nuestro es muy anterior a los independentistas o a Teruel Existe», clama el sociólogo David Díez Llamas, que hizo su tesis doctoral sobre el proceso autonómico de su patria chica.
El epicentro de la capital no impide que su onda expansiva esté notándose en otros ayuntamientos. Ya han suscrito la moción proautonomía una decena de municipios y la votarán otros. Santa María del Páramo, Crémenes, Cuadros... Al PSOE regional y nacional le cuesta embridar a sus concejales en la provincia.
Díscolos también en el PP
Hasta el PP, cuyo líder Pablo Casado anunció «expedientes disciplinarios» a los díscolos, ha visto cómo pequeños pueblos se han sumado. Entre ellos destaca el apoyo de Matadeón de los Oteros, villa natal... del padre del propio Casado. También es llamativo el respaldo de Santa María del Páramo, cuna de Rodolfo Martín-Villa, el político de UCD que fue el 'arquitecto' de la unión castellano y leonesa. Todas las personas consultadas resaltan su responsabilidad. «En privado el propio Martín Villa admite que fue un error», desliza Julio Llamazares.
También en público. En una entrevista en 'Diario de León' hace un año (el expolítico tiene 85) reconocía que «a lo mejor me equivoqué, pero no me equivoqué solo». Se refería a que la decisión se tomó tras una asamblea de diputados y senadores de UCD con el apoyo del PSOE. Su idea era que el nuevo ente ejerciera de «autoridad para hacer frente a las tentaciones separatistas» de vascos y catalanes. «Nos crearon como bastión contra el nacionalismo. Pero el Estado de las autonomías se ha tragado a León», clama Aparicio.
La misma suerte corrió Segovia, una provincia que siempre formó parte de Castilla la Vieja, pero que recorrió todo el camino legal para constituirse en autonomía uniprovincial. Las Cortes Generales les dieron también un portazo y cosieron su futuro al resto de Castilla y León en 1983.
El catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad de León, Francisco Sosa Wagner, conoce bien todo el andamiaje autonómico español. Fue miembro de la Comisión de Expertos que presidió Eduardo García de Enterría y que diseñó su 'esqueleto'. Y participó en el fracasado intento de crear una región astur-leonesa.
Bajo el compromiso de no publicarlas, cuentas anécdotas que demuestran hasta qué punto filias y fobias políticas marcaron los destinos de la España autonómica. Ante las nuevas demandas, Sosa Wagner solo concede editar sus dos interrogantes: «¿Cuál sería el ámbito geográfico de esa nueva región? ¿Estamos dispuestos a gastar más fondos en crear un nuevo parlamento?»
A los leoneses les gusta argumentar con la buena estrella de algunas regiones uniprovinciales para justificar sus demandas. En especial Navarra, de la que Julio Llamazares recuerda que «junto con León fueron los dos reinos medievales determinantes en la configuración de España». Juan Pedro Aparicio compara datos: «En los años 60, León doblaba a Navarra en habitantes. Ahora los datos se han invertido. Allí hay futuro, aquí desolación».
Sin músculo en las urnas
Paradójicamente, el leonesismo siempre ha sido una fuerza política minoritaria entre los leoneses. En las últimas elecciones autonómicas solo logró un 10,41% de votos (en Zamora y Salamanca apenas roza el 1%). En las generales de noviembre se quedó en un 6,65%.
Nunca han tenido asiento en el Congreso, como ha logrado a la primera Teruel Existe. Y hoy conserva un solitario procurador en el Parlamento de Castilla y León y 152 de los 3.144 concejales de toda la provincia. La última encuesta sobre el sentimiento leonés, publicada por el portal Electomanía en Reyes, lo sitúa social por encima del 80% de sus habitantes. En Salamanca y Zamora, también alcanza cotas superiores al 50%.
Una de las argamasas que unen este estado de cosas es su rivalidad con Valladolid, capital autonómica y a la que acusan de aplicar el mismo centralismo con el que debían acabar las autonomías. La leña que atizan en este fuego los sucesivos alcaldes de ambas ciudades no ayuda. «Culpar a los de fuera es propio de Trump», les echa en cara el regidor vallisoletano, Óscar Puente.
El catedrático de la Facultad de Económicas en León, José Luis Placer Galán, lleva décadas estudiando sus estadísticas. Lamenta que León sea una prueba evidente de que «la España de las autonomías ha fracasado en lo económico». Sus cifras son demoledoras. «El producto per cápita de León, Zamora y Salamanca está casi 20 puntos por debajo de la media nacional. Solo Valladolid y Burgos han subido en esta comunidad».
Por eso, el geógrafo y alcalde José Antonio Diez insiste en que «si hubiera habido esfuerzo inversor, la cuestión identitaria existiría pero de otra manera». Y sus socios de UPL anunciaron el lunes que no les están dejando otra opción que «sacar a la gente a la calle». Pero, como advierte el profesor Placer Galán, «la mayoría de mis alumnos solo sueñan con marcharse fuera». A este paso, el leonesismo se perderá porque no quedará quien lo defienda.
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