La desesperación de los 'otros' desahuciados: «No sé qué será de nosotros, no tenemos dinero para pagar un alquiler...»
A Fahamiya y Ayoub, dos ancianos palestinos, les han echado de su casa, donde vivían hace más de medio siglo, para instalar en ella a colonos israelíes. «No será el último desalojo, la zona tiene que volver a ser judía», clama la Israel Land Fund, que promueve esta ocupación
MIKEL AYESTARAN
Martes, 19 de septiembre 2017, 00:29
Fahamiya espera en la terraza del hotel Christmas, muy cerca de la calle Saladino de Jerusalén. El edificio de enfrente tapa la que ha sido ... su casa desde 1964, el hogar en el barrio de Sheikh Jarrah en el que han nacido sus siete hijos y donde vivía desde hace 53 años hasta que la Policía les obligó a salir. La fuerza de su mirada atraviesa el bloque de cemento con una mezcla de odio e impotencia. Su nueva vida discurre en la habitación 302, donde residen gracias a la ayuda de un organismo palestino dependiente de la Autoridad Nacional (ANP), pero no saben hasta cuándo. «No sé qué será de nosotros, no tenemos dinero para pagar un alquiler y mucho menos para comprar una casa», lamenta la anciana mientras atiende a su marido, Ayoub, de 85 años e inválido, que pasa el día sentado junto a la puerta del cuarto, desde donde da la bienvenida a las visitas.
Nunca olvidarán lo ocurrido el 5 de septiembre. «Me había levantado a rezar y después me puse a cocinar cuando derribaron la puerta y entraron como animales. Lo primero que hicieron fue ir a por mi marido, le sacaron en brazos y le metieron en una ambulancia. Yo me resistí y enviaron a dos mujeres policía que me arrastraron a la calle», recuerda Fahamiya con rabia. «No pudimos sacar nuestras pertenencias, tengo allí hasta mis medicinas... y ahora nos piden 1.500 NIS (350 euros al cambio) si queremos que una empresa de mudanzas nos traiga nuestras cosas», añade esta anciana, antes de disculparse por vestir la misma ropa que el día que les echaron. Están en un hotel y, al no tener cocina para hacer un té, ofrecen agua y zumos. La hospitalidad puede con las circunstancias.
El desalojo de los Shamasneh es el primero de este tipo que se produce en Sheikh Jarrah desde 2009, pero hay 24 viviendas en este mismo barrio que se enfrentan a la misma amenaza y están inmersas en procesos judiciales, según los datos de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), que eleva a 260 el número de palestinos en riesgo de desalojo. Son casos en los que familias judías apelan a una ley aprobada en 1970 que les permite reclamar posesiones que se vieron obligadas a abandonar en la parte oeste de la ciudad en la guerra de 1948. Sus casas pasaron a manos de la Administración de Jordania, que las alquiló a familias palestinas como los Shamasneh.
Tras la guerra de 1967, Israel unificó la ciudad, se anexionó los barrios orientales de Jerusalén y creó un organismo para gestionar estos alquileres. «Aunque los judíos que perdieron sus casas ya fueron compensados en su momento con propiedades que los árabes habían tenido que dejar en la parte occidental», recuerda la OCHA, la ley les permite además «reclamar las posesiones que abandonaron en zona enemiga». Un derecho del que carecen los palestinos que dejaron sus casas y fueron declarados «ausentes».
Los compañeros de hotel de los Shamasneh son peregrinos cristianos ortodoxos que visitan los Lugares Santos. Mientras Fahamiya baja cada día en ascensor hasta la recepción para desde allí, en coche, cubrir el kilómetro escaso que la separa de la que ha sido su casa durante medio siglo, los fieles llegados del Este de Europa se apelotonan a las puertas del autobús para iniciar el recorrido de turno totalmente ajenos a la situación de esta familia.
Judaización de la zona árabe
Al llegar al barrio, lo primero que llama la atención es una bandera de Israel izada en la casa de los Shamasneh. La puerta está cerrada y los nuevos inquilinos han instalado cámaras de seguridad. Los vecinos hacen guardia frente a la casa. Sentados en sillas de plástico esperan a Fahamiya y, a la sombra, pasan las horas «en señal de protesta y para mostrarles que seguimos aquí y que aquí seguiremos», dice un familiar próximo, que también vive bajo la amenaza del desalojo apenas a unos metros de distancia.
Los Shamasneh no arrojan la toalla y quieren reabrir el caso porque aseguran que «el dueño original de la tierra era el Waqf de Jerusalén (organización islámica), que lo alquiló en 1893 a judíos por un periodo de 99 años». El problema es que la Justicia no ha aceptado hasta ahora los documentos de aquella época en la que la Ciudad Santa pertenecía al Imperio Otomano.
Sheikh Jarrah, los barrios cristiano y árabe de la Ciudad Vieja, Silwan, At Tur (Monte de los Olivos), Wadi Joz, Ras Al Amud y Jabal Mukabbir son las zonas residenciales del Este de Jerusalén que las organizaciones de colonos tienen en su punto de mira y es donde se concentra el mayor número de demoliciones de viviendas y desalojos. Ya hay más de 3.000 colonos viviendo en estas zonas, según los datos de la OCHA, que detalla que han conseguido casas «a través de expropiaciones» como la de los Shamasneh, «la compra directa a propietarios árabes o en bloques construidos y financiados por organizaciones de colonos».
Arieh King fundó en 2007 la Israel Land Fund (ILF) y ha sido el encargado de llevar adelante el desalojo de Fahamiya y su familia. «Se trata de un gran éxito y no será el último porque en 2018 esperamos que lleguen varios más en esa misma zona de Shimon Hatzadik (no emplea la denominación árabe de Sheikh Jarrah) porque tiene que volver a ser una zona judía», opina King, que desde hace cuatro años es también concejal en el Ayuntamiento de Jerusalén, «un puesto desde el que tengo la capacidad de presionar más a las autoridades municipales, pero no todo lo que me gustaría». No le para de sonar el teléfono durante la entrevista. Critica al Gobierno de Benyamin Netanyahu porque «no respalda nuestro trabajo como debería, trata de frenarnos por motivos políticos», y se presenta como una víctima, ya que «los judíos en Jerusalén tenemos menos derechos que los árabes».
La ILF no compra tierra ni casas directamente, pero se encarga de localizar a los propietarios originales para ponerles en contacto con donantes o familias adineradas que están interesadas en invertir en estas zonas. Así lo hicieron con este caso concreto, en el que los Hubara, judíos de origen yemení, acordaron la venta de la casa que ocuparon hace 70 años a una familia que «de momento no se va a mudar, pero esperamos que lo haga en un plazo de diez años. Ahora los que han entrado en la vivienda son un grupo de estudiantes», aclara el director de esta organización, que junto a City of David y Ateret Cohanim lidera la actividad del movimiento colono en la Ciudad Santa.
«Cuanto antes, mejor»
King es hijo de emigrantes británicos y creció en un kibutz próximo a Gaza. Ahora vive en el Monte de los Olivos, en un complejo de seis edificios rodeado de fuertes medidas de seguridad en una zona mayoritariamente árabe, y trabaja «para que las futuras generaciones vivan en lugares donde hace cincuenta años no lo hacían. Nos importa toda la tierra de Israel, pero sobre todo estos barrios de Jerusalén cercanos al Monte del Templo (lo que para los musulmanes es la Explanada de las Mezquitas».
En la mesa de su despacho del Ayuntamiento se acumulan los papeles. En la pared hay colgado un cartel electoral de uno de sus ídolos, Donald Trump, por quien hizo campaña activa en Israel. King se ocupa de «recuperar tierra para judíos, pero esto no es lo más importante. El problema de fondo es puramente religioso porque los musulmanes no nos aceptan, como no aceptan tampoco a los cristianos ni a nadie que no sea musulmán. La única solución pasa por derribar la Cúpula Dorada cuanto antes y levantar el Tercer Templo. Cuanto antes lo hagamos, mejor».
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