Así copiamos a la naturaleza: el Parque de las Ciencias prepara la mayor exposición europea sobre biomimesis
Arquitectos, ingenieros y urbanistas se inspiran en las obras maestras de la naturaleza, fruto de 3.800 millones de años de evolución. El Parque de las Ciencias prepara la mayor exposición europea sobre Biomimesis para 2021
Edificios termorregulados que se inspiran en los nidos de las termitas. Toldos con patrones fractales recreando las sombras de los árboles. Frontales de trenes-bala ... con forma de pico de un ave. Tejidos basados en la capacidad adhesiva de plantas, reptiles o moluscos. Agujas hipodérmicas que emulan la trompa de los mosquitos o los colmillos de las serpientes. El bosque como ejemplo de organización autosuficiente... Sin desmerecer el talento de nuestros científicos y técnicos, lo cierto es que la naturaleza les lleva ventaja: ninguna otra especie posee la inteligencia del 'Homo sapiens', pero pusimos los pies en la Tierra hace solo unos 200.000 años, mientras la vida lleva 3.800 millones de años practicando, por el método del ensayo y error, la búsqueda de soluciones para adaptarse a los cambios. «La Biomimesis estudia las estrategias de los organismos vivos -formas, procesos, mecanismos y sistemas- para aplicarlos a cualquier disciplina humana», explica el biólogo Manuel Quirós, asesor científico de la exposición del Parque de las Ciencias de Granada que en 2021 convertirá a la ciudad andaluza en la capital europea de esta ciencia.
La palabra, que procede de 'bio', vida, y 'mimesis', emular, puede sonar nueva para los legos, pero el concepto ya tiene unos años. Leonardo da Vinci veía vórtices por todas partes -el remolino es un patrón que se repite a escala celular, en la atmósfera y en las galaxias- y construyó sus máquinas voladoras estudiando las alas de los pájaros. En los años sesenta, varios investigadores retomaron esa idea, pero quienes le dieron forma en los noventa fueron dos científicas norteamericanas, Dayna Baumeister y Janine Benyus. «Cuando miramos a lo que es verdaderamente sostenible, el único modelo real que ha funcionado durante largos periodos de tiempo es el mundo natural», recuerda Benyus, que en 1998 publicó el libro fundacional sobre esta disciplina y en 2005 creó The Institute of Biomimicry.
Lo cierto es que el diseño de los animales y plantas que conocemos hoy es una historia de éxito. Si no fueran verdaderamente buenos, ya no estarían aquí. Estos «genios» de la selección natural nos dan las claves para la supervivencia en el futuro: quizá en vez de considerar la Tierra como una despensa, un almacén de materias primas y un inmenso vertedero, sea una buena idea mirarla como un modelo.
Algunos ya lo han hecho. En 1941 el ingeniero suizo Georges de Mestral inventó el velcro después de advertir cómo los cardos alpinos se quedaban firmemente pegados al pelo de su perro y a su propia ropa y, al estudiar las flores al microscopio, descubrió que la clave son unos filamentos en forma de garfio que la planta emplea para que sus semillas 'viajen' adheridas a animales. Su creación sustituyó a cordones, botones y cremalleras en muchas prendas textiles y le hizo millonario.
La industria de los adhesivos lleva años observando las patas de las salamanquesas y los geckos, reptiles capaces de mantenerse fijados al techo gracias a las almohadillas de sus extremidades, pero también buscan pegamentos que funcionen en un medio húmedo copiando a los gusanos castillo de arena, que construyen sus refugios submarinos pegando los granos con una potente 'cola', y el tejido casi irrompible con el que los mejillones se adhieren a las rocas.
En 1996 se construyó en Zimbabue el primer edificio termorregulado, capaz de mantenerse fresco sin climatización artificial en virtud de una estructura de galerías para refrescar el aire que emula los nidos de las termitas.
No solo las formas, también los sistemas de organización en el mundo vegetal y animal son dignos de atención. La forma en que los bancos de peces o las bandadas de pájaros se desplazan a toda velocidad de forma armoniosa y ordenada, sin chocar jamás, es un modelo para los ingenieros que regulan el tráfico aéreo o rodado, mientras que el trazado de itinerarios de las hormigas en busca de alimento tiene aplicaciones muy interesantes en el campo de la distribución de mercancías y los transportes.
Para Quirós, principal experto español en la materia, esta forma de contemplar la naturaleza representa una auténtica cura de humildad para nuestra especie. Por ejemplo, la tonalidad del plumaje de las aves o las mariposas no se basa en pigmentos altamente contaminantes -como los nuestros-, sino en el llamado color estructural que producen los efectos de la luz sobre su superficie; las conchas de los moluscos son veinte veces más duras que el material humano más fuerte, que es la cerámica; y la tela de araña es al mismo tiempo más resistente que el acero y más elástica que el nailon. «No podemos copiar a la naturaleza, sino más bien emularla: estamos muy lejos de hacer las cosas como las hace ella», resalta el autor del blog NatureInspireUs.com.
Un mundo sin basura
Pero el ser humano no solo debería fijarse en los extraordinarios materiales y las elegantes y eficientes formas de los organismos vivos, sino también en sus estrategias: «Son sostenibles por definición, tienen en cuenta la finitud de los recursos, no producen toxicidad ni residuos y funcionan con energía solar, que es infinita», recuerda el fundador de Biomimicry Iberia.
La especie humana ha alterado, en apenas cien años, el equilibrio climático, pero hay motivos para la esperanza: el 'boom' de la economía circular, que convierte todo residuo en un recurso -en la naturaleza no hay basura-, el auge del consumo local frente a la globalización -somos la única especie que produce lejos de donde consume- y la búsqueda de energías renovables y materiales biodegradables como alternativa al petróleo y sus derivados indican que, pese a todo, algo estamos aprendiendo.
Aquí vamos con retraso: mientras en otros países de Europa y en Estados Unidos la también llamada biomimética forma parte de las políticas de I+D de las empresas y del currículum educativo desde la escuela hasta la universidad, en España «se nos escapa el tren de la innovación sostenible», lamenta el biólogo, que enseña en el Istituto Europeo di Design de Madrid. Por eso confía en que la exposición de Granada -1.800 metros cuadrados de maquetas, módulos interactivos, recursos multimedia y organismos vivos- sea un punto de inflexión.
Ernesto Páramo, director del Parque y comisario de esta muestra que viajará a partir de 2022 a Alemania, Austria y Suecia, está convencido de que la Biomimesis conecta con una revolución que se está gestando: el paso de la preocupación sobre el estado del planeta a un movimiento activo para buscar soluciones, como demuestra la campaña Fridays for Future iniciada por la adolescente sueca Greta Thunberg: «Creo que vamos a llegar justo cuando este tema está cristalizando. Esperamos que la exposición anime a la gente a contemplar la naturaleza con otra mirada y a inspirarse en ella».
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