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José muestra un cuadro de sus hijos Óliver y Julen. ÑITO SALAS

«Ha sido un año interminable, luchamos por no venirnos abajo, a Julen no le gustaría»

Los padres de Julen relatan cómo han pasado los primeros doce meses desde la muerte de su pequeño tras caer por un pozo en Totalán

álvaro frías y juan cano

Domingo, 12 de enero 2020

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Hace frío en la calle. Victoria García y José Roselló, los padres del pequeño Julen, se refugian en su casa de El Palo (Málaga), un modesto piso que se encuentra situado frente a un antiguo acuartelamiento de la Guardia Civil. Las fotos y los recuerdos inundan la casa, que se ha convertido en una especie de santuario del niño que perdió la vida hace un año en Totalán tras caer por un pozo de más de 100 metros de profundidad y de su hermano Óliver, también fallecido. Fuera cae el sol mientras ellos se acomodan en el sofá del salón, juntos, unidos, como siempre. Vicky, como todo el mundo la conoce, confiesa entonces que cada noche, antes de dormir, pide soñar con sus hijos.

Han pasado 12 meses desde aquel día de campo que acabó en tragedia, en el que Julen, que tenía solo dos años, falleció después de precipitarse por un pozo de más de cien metros de profundidad. Para ellos ha sido «un año interminable». «Está siendo muy duro, es la primera vez que hemos pasado las navidades solos, sin ninguno de nuestros hijos», afirma emocionado José.

De fondo, un partido de fútbol se entremezcla con la conversación. Este deporte es la pasión de José, la misma que compartía con su pequeño Julen, que no se separaba de un balón. «Siempre llevaba uno con él, y pese a lo pequeño que era, cuando corría, llevaba la pelota pegada al pie. Si vieras cómo la pisaba, con la naturalidad que lo hacía...», explica José orgulloso para cambiar de tema. Estos días, en los que ha trabajado en los puestos del Paseo del Parque con motivo de las fiestas navideñas, se tenía que refugiar a veces en el interior de la caseta: «Me tenía que meter detrás, por el sufrimiento. Ver a los padres con sus hijos te remueve todo, y más en estos días».

«Es la primera vez que hemos pasado las navidades solos, sin ninguno de nuestros hijos»

José Roselló

Vicky y José aseguran que este año han intentado «no pensar demasiado». Lo ocurrido, coinciden, es algo que siempre van a llevar dentro, pero luchan para «seguir hacia delante, ya que insisten en que a Julen y Óliver no les gustaría» verles «derrotados». Ambos siguen muy presentes en el día a día de sus padres. «Algunos son muy duros, en los que no quieres ni levantarte de la cama», pero, pese a todo, Vicky no falla nunca a su cita diaria con ellos en el cementerio. José es incapaz de acompañarla: «No sé si es una forma de protegerme, pero es que no me entra en la cabeza que tenga que ir allí para ver a mis hijos. No voy al cementerio porque ahí lo que veo son dos fotos de mis niños y eso lo tengo en todos lados».

No hay más que echar un vistazo a las paredes de la casa en la que viven para darse cuenta de que la imágenes presiden el día a día de la pareja. De hecho, mientras explican cómo se encuentran, no dejan de bucear entre los miles de retratos y vídeos que tienen en sus móviles de Julen y Óliver. «A veces, cuando las miro, lloro, me desahogo así», confiesa José. Vicky le escucha atentamente mientras juega con una pulsera roja y otra blanca, de la Virgen del Carmen, que lleva en su muñeca: «Eran de Julen, las tenía puestas aquel día. Le pedimos a nuestra abogada el favor y ella nos las trajo». También guardan en una bolsa la ropa que Óliver tenía cuando falleció.

Son recuerdos de sus hijos, a los que llevan hasta grabados en la piel. La tinta dibuja sus brazos, sus piernas, con los nombres de los pequeños, balones de fútbol y hasta de Maui. José Roselló cuenta que a Julen le encantaba este personaje de dibujos animados de la película 'Vaiana' de Disney: «Un día íbamos a cenar a la calle y llevaba 15 euros. Entonces vio en una tienda un muñeco de Maui y acabé comprándoselo por la ilusión que le hacía. Al final nos volvimos a casa sin pegar bocado, pero él estaba muy feliz y eso lo compensa todo. Un hijo es lo mejor que te puede pasar en la vida, es un amor que no se puede comparar con nada de este mundo».

Vicky lleva tatuados a sus hijos fallecidos en el brazo.
Vicky lleva tatuados a sus hijos fallecidos en el brazo. Ñito Salas

José gira la cabeza hacia atrás para fijarse en una estantería que hay en el salón del piso que está repleta de recuerdos de los pequeños. Ahí sigue el muñeco de Maui, junto a una foto de Julen. Como acaba de hacer, José admite que, a veces, es inevitable mirar atrás. Recuerda aquellos 13 días «de infierno» que duró el rescate de su hijo en la sierra de Totalán. Intenta no pensar mucho en ello, «porque si no la cabeza nunca para tranquila». Critica que no les llegaba información de forma adecuada cuando estaban «ahí arriba», pero prefieren no quedarse con eso y solo con las pocas cosas positivas de aquella situación: «Estamos eternamente agradecidos a todos los que se dejaron la piel en el rescate, a los guardias civiles, a los bomberos, a los psicólogos, a los vecinos de Totalán, a las empresas, entre otros muchos, y también a los voluntarios de Protección Civil. Ellos cuidaron de nosotros y de todos los que estaban trabajando para llegar hasta Julen y considero que no se ha reconocido suficientemente su labor».

Muestras de solidaridad

El agradecimiento de Vicky y José también va para todos aquellos que les han mostrado su solidaridad, esa que han sentido desde medio mundo. «Mira, aquel corazón de madera está tallado a mano y lo mandaron desde Italia. Por ejemplo, esas rosas eternas con los nombres de Óliver y Julen nos las enviaron desde Francia», dice José. Un apoyo que sienten a diario, sobre todo de sus familiares y de sus amigos, quienes se preocupan sin descanso por ellos.

Más, si cabe, en estas fechas, en las que también se acerca el juicio contra David Serrano, el dueño de la finca donde ocurrieron los hechos, que está acusado de un delito de homicidio por imprudencia. Reconocen que «va a ser muy duro», por lo que esperan «que pase lo antes posible». Hubo conversaciones entre las partes, por medio de sus representantes legales, para llegar a un acuerdo cara al juicio, pero Vicky y José prefieren no pronunciarse al respecto: «Eso son cosas de los abogados».

«Va a ser muy duro, por lo que esperamos que paselo antes posible»

los padres de julen

En cuanto a lo ocurrido en la finca de Totalán insisten en que aquello fue un accidente que pudo haberse evitado, pero que lo que pase en el juicio no lo van a decidir ellos, sino un juez. Mientras tanto, la relación con David Serrano es «nula». «Mi percepción es que se rompió en el momento en el que dijimos que no apoyábamos el informe de sus abogados en el que se decía que una piqueta había provocado la muerte de Julen al golpearle en la cabeza. Me dolió la situación por él, pero sobre todo por mi prima –pareja sentimental de David–, que era como mi hermana», indica José Roselló.

Ahora esperan poder pasar página tras todo el periplo judicial. Piensan en tener otro hijo [el último embarazo de Vicky se malogró en los primeros meses], pero que «llegue cuando tenga que ser». Están «ilusionados» con ello, con tener otro niño y encontrar la felicidad, sin que nunca más «les pase algo parecido». Mientras tanto, cae la noche en El Palo. Esa misma luna llena que les iluminaba hace un año en el monte de Totalán lo vuelve a hacer ahora por las calles de la barriada malagueña por la que pasean antes de irse a la cama. Y Vicky vuelve a pedir, en silencio, soñar con sus hijos.

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