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Incómodos en el papel de florero

Incómodos en el papel de florero

Otros consortes como Henrik de Dinamarca o Claus de Holanda han vivido con frustración su falta de atribuciones

Guillermo elejabeitia

Sábado, 6 de mayo 2017, 01:13

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No soy más que una mísera ameba. Soy el único hombre de este país al que no se le permite dar su apellido a sus propios hijos». La afirmación, que se le atribuye al duque de Edimburgo, ilustra muy bien la frustración que suele aquejar a quienes se han visto, como él, en el papel de consortes de una soberana. Pese a las quejas vertidas en privado, Felipe de Mountbatten ha conseguido desempeñar sus escasas funciones sin caer en las dramáticas consecuencias que han arrastrado los esposos de Beatriz de Holanda y, sobre todo, de Margarita de Dinamarca.

A diferencia de las consortes femeninas, que asumen automáticamente el título de reina, sólo en raras ocasiones el marido de una monarca recibe el mismo tratamiento, algo por lo que Henrik de Monpezat, el esposo de Margarita, no ha dejado de protestar públicamente. «La relación de pareja queda desequilibrada, al menos a ojos de la opinión pública. Es traumático», lamentó en una entrevista al diario danés BT. Aunque en 2005 fue ascendido a príncipe consorte, este diplomático francés de dudosa ascendencia aristocrática no ha dejado de reclamar para sí el título de rey. Cuando su hijo Federico, el heredero, comenzó a asumir un papel más destacado en la agenda real, también protestó. «Durante años he sido el número dos, no estoy dispuesto a ser relegado aún más». Tras varias pataletas públicas, como dejar plantada a su mujer ante toda la realeza europea durante su 75 cumpleaños, en enero de 2016 decidió, a los 81, retirarse totalmente de la vida pública.

Apartado de los focos, pero por motivos de salud, pasó también sus últimos años Claus van Amsberg, el hombre que se casó en 1966 con Beatriz de Holanda. Su pasado como miembro de las Juventudes Hitlerianas provocó un fuerte rechazo en el país. El día de la boda, miles de holandeses se manifestaron en contra del enlace, y alguien lanzó un pollo muerto pintado con una esvástica al paso de la carroza real. A lo largo de su vida no logró desprenderse de una grave depresión que en 1993 le tuvo varias semanas hospitalizado. Manteniendo un perfil bajo y deliberadamente alejado de la pompa real consiguió ser aceptado por su pueblo, que le brindó una cálida despedida cuando falleció en 2002 tras años de lucha contra el párkinson.

Daniel Westling, el marido de Victoria de Suecia, se verá algún día en la misma tesitura. Su noviazgo despertó recelos en la dinastía Bernadotte y no parece que el ex entrenador personal de la princesa vaya a ocupar un lugar destacado en la agenda real, aunque será ella quien tenga la última palabra. Él es el único futuro consorte a corto plazo, pero tanto en Holanda como en España el futuro de las dinastías tiene nombre de mujer. Si atendemos a los precedentes, en nuestro país el hipotético marido de Leonor sí será rey consorte, como lo fue el esposo de Isabel II, Francisco de Asís.

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