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¿Por qué no sabemos hablar en público?

Una educación basada en la palabra escrita, el españolísimo sentido del ridículo y el miedo a quedarse en blanco explican nuestro suspenso en oratoria. Lo pudo comprobar Obama en su última visita

Inés Gallastegui

Jueves, 14 de julio 2016, 02:56

Dicen que las comparaciones son odiosas, pero a veces la vida las pone tan a tiro que resultan inevitables. Ocurrió el fin de semana pasado, ... cuando la fugaz visita del presidente de Estados Unidos permitió a los españoles contrastar las habilidades comunicativas de Barack Obama con las de Felipe VI y Mariano Rajoy. El invitado estuvo elocuente, natural, dueño de la situación, emotivo, interesante y seductor; los anfitriones, envarados, nerviosos, incómodos, aburridos y, lo peor, esclavos de unas notas escritas en cuartillas de papel que recordaban tristemente a las que los alumnos de EGBusaban el siglo pasado para hacer resúmenes. «Comparar a Obama con cualquier otro, en términos de comunicación, es siempre injusto», aclara el consultor y politólogo Yuri Morejón. Aparte de las dotes innatas del inquilino de la Casa Blanca, los expertos atribuyen su dominio de la oratoria a un sistema educativo que incluye la expresión oral como asignatura desde la guardería hasta la universidad y, ya como político, a un entrenamiento exhaustivo para enfrentarse al público y los medios. «A comunicar se aprende comunicando», coinciden.

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