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La Miss que no quiere ser blanca

La Miss que no quiere ser blanca

Natalina Yaqoub es la reina nuba de la belleza desde 2014. No le interesa la corona, sino frenar la moda de las cremas abrasivas para aclarar el tono de piel. Los hospitales sudaneses atienden a oleadas de mujeres

borja olaizola

Lunes, 11 de julio 2016, 02:47

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Los nuba son una de las colectividades africanas más populares. Desde que la fotógrafa Leni Riefenstahl, antigua musa del nacionalsocialismo hitleriano, hizo en la década de los setenta un amplio trabajo sobre las poblaciones que habitan los montes que llevan su nombre en Sudán, los nuba pasaron a encarnar la quintaesencia de la africanidad en el mundo occidental. «Sus cuerpos parecían una escultura de Rodín», escribió Riefenstahl en sus memorias. Las imágenes que tomó así lo atestiguan: los jóvenes que pueblan las fotografías de la cuestionada artista alemana semejan divinidades de la Grecia clásica realzadas por el brillo de su piel oscura.

A los nuba, que habían vivido alejados de la civilización occidental, no les han ido muy bien las cosas desde entonces. Apenas trece años después de haberse independizado de Inglaterra (1956), Sudán se embarcó en una deriva hacia el islamismo que los dejó entre la espada y la pared: o se asimilaban y abrazaban la religión coránica abandonando sus creencias animistas o se convertían directamente en enemigos. Lo que al principio fue solo una amenaza difusa terminó haciéndose realidad: con el paso de los años las montañas Nuba, en la región de Kordofán, empezaron a poblarse de soldados y guerrillas dispuestos a imponer a sangre y fuego las directrices del Gobierno de Jartum.

Las contiendas civiles que han asolado a Sudán alcanzaron de lleno al territorio de los nubas. La cacería fue implacable. El filósofo y escritor francés Bernard Henri-Lévy denunciaba que buena parte de ellos tuvieron que dejar sus tierras y trasladarse a campos de refugiados. «Había un millón de nubas. Solo quedan 300.000. ¿Qué ha pasado con los demás? ¿Muertos, desaparecidos o víctimas de los negreros de Kordofán que los han vendido a las familias árabes de Jartum?». Otro de los notables que dio la cara por ellos fue George Clooney, que en 2012 se dejó detener durante una protesta ante la embajada de Sudán en Washington ante decenas de cámaras. El actor estadounidense puso en marcha su propio proyecto para intentar frenar la limpieza étnica y se trasladó al país africano para grabar de forma ilegal un documental que deja constancia de la persecución que sufre la población civil.

Nadie sabe a ciencia cierta cuántos nuba han sobrevivido. El acoso está lejos de haber terminado, aunque aún hay iniciativas que tratan de devolver la cordura a un territorio atormentado. Una de ellas es el Festival de la Cultura Nuba que se celebra desde hace cinco años con el propósito de reivindicar el patrimonio de la colectividad y demandar el fin de las persecuciones. Uno de los actos centrales de la cita es la elección de Miss Nuba Mountains, un título que desde 2014 recae en Natalina Yaqoub. La joven, de 23 años, aprovecha su dominio del árabe y el inglés para intentar contrarrestar la campaña de «arabización» que lleva a cabo el Gobierno de Jartum a través de la televisión.

Yaqoub recuerda que la cultura de su pueblo está presente en Sudán desde el principio de los tiempos y que contribuye a enriquecer la identidad de su país. Denuncia en ese sentido los mensajes que se dirigen contra la piel oscura de los nubas, que han hecho que muchas mujeres se sometan a tratamientos para ser menos negras. Uno de los requisitos para optar a Miss Nuba Mountains, recuerda, es no hacer uso de cremas blanqueadoras. «Soy sudanesa a todos los efectos, así que el color de la piel es una parte de mi identidad de la que no pienso renegar», aclara.

Revelador fotográfico

El episodio pone de manifiesto que ni siquiera los nubas que aún quedan en las montañas se libran de la fiebre del blanqueo de la piel que se ha adueñado de todo el África negra. El khessal, el nombre genérico que reciben las cremas, contiene elementos químicos abrasivos que están generando graves problemas dermatológicos. Un reciente estudio de la Universidad de Gerida puntualiza que el 74,4% de las sudanesas utilizan productos para ser más pálidas. En los hospitales de Jartum han tenido que ampliar las unidades de dermatología para atender la oleada de patologías asociadas al tratamiento.

Las cremas tienen componentes como la hidroquinina, que se utilizaba en el proceso de revelado de negativos fotográficos, corticoides y mercurio. Las consecuencias de su uso pueden ir de una simple dermatitis a un tumor en toda regla. La fiebre del blanqueamiento cutáneo ha dado pie a la creación en Senegal, uno de los países más afectados, de la Asociación Internacional de Información sobre la Despigmentación Artificial. Las estadísticas que maneja el organismo son alarmantes: más de la mitad de las mujeres de Senegal, Togo, Mali, Burkina Fasso, República Democrática del Congo, Benin, Níger, Camerún, Kenia o Tanzania se aplican khessal de una u otra forma. El problema, advierte la asociación, es sobre todo cultural porque prevalece la idea de que la piel blanca no solo hace más atractivas a las mujeres, sino que les proporciona una apariencia de situación social más elevada.

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