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El músico español que conquistó Hollywood y descubrió a Sinatra

El músico español que conquistó Hollywood y descubrió a Sinatra

Un documental repasa la trayectoria de Xavier Cugat, que a ritmo de rumba triunfó en la meca del cine

borja olaizola

Miércoles, 15 de junio 2016, 02:15

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En la memoria de los españoles de mediana edad Xavier Cugat (Girona 1900-Barcelona 1990) es un señor mayor con un bisoñé en precario equilibrio que salía mucho en la tele interpretándose a sí mismo. Cugat, como Dalí, era uno de esos personajes crepusculares que exploraban la extravagancia sin complejos para apuntalar una imagen pública reñida con los convencionalismos. «Es una pena que en España se le recuerde más por sus últimos años, que no fueron desde luego los más brillantes», reflexiona Diago Mas, director del recién estrenado documental Sexo, maracas y chihuahuas, un repaso de la extraordinaria trayectoria del inclasificable músico catalán.

Cugat, en efecto, regresó a su país natal cuando ya era septuagenario y su carrera artística en Estados Unidos había tocado a su fin. La irrupción del rock and roll había provocado un terremoto en la industria del espectáculo y su oferta musical se había quedado sin espacio. Las glorias y los oropeles que había cosechado se quedaron al otro lado del charco. A España se vino con los pocos restos del naufragio que pudo conservar: un Rolls Royce de color cobrizo y la etiqueta de alojarse en el hotel Ritz, magro botín para alguien que había formado parte de la aristocracia de Hollywood y se había codeado con Al Capone, Charlie Chaplin o Frank Sinatra.

Todo en la vida de Cugat tiene la vitola de extraordinario. Desde su fecha de nacimiento vio la luz con el siglo el 1 de enero de 1900 a su condición de músico prodigio a los 12 años ya era el primer violinista de la orquesta sinfónica de La Habana pasando, claro está, por una desmedida afición a coleccionar mujeres que le llevó a contraer matrimonio con cinco de las más bellas de su época: Rita Montaner, Carmen Castillo, Lorraine Allen, Abbe Lane y Charo Baeza.

Hijo de una familia de Girona, embarcó con sus padres rumbo a México cuando tenía 4 años. El navío hizo escala en La Habana y a los Cugat les gustó tanto que cambiaron de planes y se instalaron allí. Residían en La Habana vieja, frente a un fabricante de violines que le cogió cariño y le ofreció uno de regalo. Su padre vio que le gustaba, contrató a un profesor y a los 12 años, cuando aún llevaba pantalón corto, se convirtió en el primer violín de la sinfónica de La Habana. No tardó mucho en viajar a Nueva York: durmió unas cuentas noches en Central Park, pero en cuanto empezó a tocar en un local inició una escalada que le llevaría a lo más alto.

Padre de Rita Hayworth

En la vida de Cugat, Cugui para sus amigos de Los Ángeles, es difícil deslindar el mito de la realidad. Trabajó para los principales mafiosos: actuaba en los clubes de Al Capone, con quien solía cenar, y el célebre gánster Bugsy Siegel le contrató para la inauguración del Flamingo, el primer hotel que se hizo en Las Vegas. Además de tener las espaldas bien cubiertas, Cugat poseía olfato de sabueso para descubrir nuevos talentos: fue él quien aconsejó a Margarita Cansino que se pusiese el nombre artístico de Rita Hayworth o quien apadrinó la primera grabación en estudio de un muchacho que se hacía llamar Frank Sinatra.

El documental revela además que el catalán dirigió el primer corto sonoro de la historia, Cugat y sus gigolós, una pequeña pieza que se estrenó en 1928 y en la que se le ve al frente de la orquesta con la que triunfaba entonces en las salas de Los Ángeles. Cuando Hollywood inicia su ciclo más dorado, Cugat era ya uno de sus personajes más reputados. Se relacionaba con Charlie Chaplin o Clark Gable y hay testimonios que recuerdan que fue el descubridor de Dean Martin y Jerry Lewis. Su vertiginosa faceta social se solapa con su actividad artística como director de orquesta e introductor de la música latina en Estados Unidos. «Hizo que los ritmos cubanos vistieran traje», resume en el documental Chucho Valdés.

Cugat vendió 48 millones de discos y apareció en 25 películas, pero también crió chihuahuas y dio nombre a una cadena de restaurantes mexicanos. Puede que la última de sus mujeres, Charo Baeza, hubiese ayudado con su testimonio a deslindar los límites entre el hombre y su leyenda, pero los 50.000 dólares que exigió por aparecer en el documental impedirán que lo sepamos. «Otros coleccionan sellos, a mí lo que me gusta es el dinero», se le oye decir al artista en una de sus últimas entrevistas. No hay duda de que Cugat hizo partícipes a sus esposas de su afición por el dinero, pero una querencia tan ordinaria no puede borrar los destellos de una vida tan extraordinaria.

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