A tortas con 'Imagine'
En Strawberry Fields, el jardín de Central Park dedicado a Lennon, los músicos callejeros se enfrentaban en feroces disputas por las monedas de los turistas. Pero parece que por fin se ha impuesto la paz que predicaba el ‘beatle’
carlos benito
Sábado, 11 de junio 2016, 11:35
Cantar Imagine tiene sus riesgos, porque siempre puede haber alguien que te señale con el dedo y te llame inconsecuente: a ver quién lleva una ... vida que se ajuste a la pureza moral exigida por la letra. Le pasaba al propio John Lennon, que iba por el mundo entonando lo de «imagínate que no hubiese posesiones» mientras en casa, allá en el edificio Dakota de Nueva York, su esposa Yoko Ono almacenaba los abrigos de piel en un cuarto refrigerado. Y les ha ocurrido también durante mucho tiempo a los músicos callejeros que tocan en Strawberry Fields, la coqueta plaza de Central Park dedicada a la memoria del beatle asesinado. En su caso, el verso más controvertido es otro: «Imagínate a toda la gente viviendo la vida en paz», repiten una y otra vez con mirada angelical, mientras ellos andan a la gresca, enfrentados a cara de perro por llevarse las monedas de los turistas.
Más datos
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Punto de encuentro. Los fans de Lennon suelen reunirse en Strawberry Fields en los aniversarios de su nacimiento (9 de octubre) y de su asesinato (8 de diciembre), para cantar sus composiciones y recordar su figura. El lugar también ha servido de escenario para homenajes a otros músicos, como Jerry Garcia (líder de Grateful Dead) o George Harrison, además de acoger varias vigilias tras los ataques del 11-S.
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Arte. La artista Susan Popko recoge semillas de olmo caídas al mosaico de Strawberry Fields y cultiva árboles, que después destina a lugares como refugios para animales.
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Yoko. Sigue viviendo en el Edificio Dakota y dicen que, de vez en cuando, se pasa por la plaza.
Strawberry Fields, definido como un jardín de la paz, es un lugar tan agradable y tan bien diseñado que merece la pena visitarlo aunque se deteste a Lennon. La entrada está a la altura de la calle 72, justo delante del Dakota, y la manera de recordar al músico inglés no puede ser más discreta: en el suelo, un mosaico donado por la ciudad de Nápoles lleva la inscripción Imagine. La plaza, una hectárea triangular sombreada por olmos americanos, se inauguró en 1985 y Yoko Ono donó un millón de dólares para su mantenimiento: «Es el lugar donde John y yo dimos nuestro último paseo juntos. John habría estado muy orgulloso de que le regalasen esto, una isla bautizada con su canción, en lugar de una estatua o un monumento», agradeció entonces la viuda. También puso en marcha una de esas iniciativas tan suyas: recordó que, cuando se conocieron, Lennon y ella habían sembrado una bellota en Inglaterra y habían mandado unas cuantas más a varios jefes de Estado, así que aprovechó para pedirles que, en justa correspondencia, ahora enviasen ellos plantas o piedras para el jardín. Y más de 120 respondieron: los británicos entregaron un roble; los holandeses, bulbos de narciso; la Unión Soviética, abedules; Israel, un cedro; la princesa Gracia de Mónaco, plantas de cornejo.
El lugar siempre ha funcionado como un imán para los músicos callejeros: la afluencia incesante de fans de Lennon, propensos a dejarse llevar por la emoción en un entorno tan señalado, garantiza que canciones como Imagine o Working Class Hero estén acompañadas siempre del tintineo de los donativos. Y eso ha dado lugar a incontables broncas, con «altercados, gritos vitriólicos y artistas que se batían en duelo por cantar más alto que el otro», según ha enumerado The New York Times. Durante años, hubo un personaje singular que se las arregló para imponer cierto orden: se trataba de Ayrton Ferreira dos Santos, más conocido como Gary, aunque al final todo el mundo le llamaba simplemente el alcalde de Strawberry Fields. Gary era un hippie sin hogar que se refería a Lennon como el Hermano y aseguraba charlar con él en sueños. El propio beatle le había encargado, en una de esas conversaciones, que se encargase de cuidar su plaza, así que Gary hacía una ronda de floristerías al término de cada jornada, les pedía lo que no hubiesen vendido y decoraba el mosaico con arreglos de su creación. También soltaba a los turistas una parrafada de tres minutos y, al final, les invitaba a pedir un deseo y aportar unas monedas para que se cumpliese. De algo hay que vivir.
«¿A esto lo llamáis drogas?»
El alcalde de Strawberry Fields tuvo sus más y sus menos con la Policía no simpatizaba con las fuerzas del orden y, de hecho, estaba convencido de que a Lennon lo mataron francotiradores del Gobierno, pero contaba con el aprecio de artistas de primer nivel como Roberta Flack o el portorriqueño José Feliciano, que en alguna ocasión ha acudido a cantar en el jardín. Gary falleció en 2013 de leucemia, en el mismo hospital donde trataron de salvar a Lennon tras el atentado. Decía que el Hermano velaba por él y, hippie hasta la muerte, les preguntaba a las enfermeras «¿y a esto lo llamáis drogas?». En cuanto faltó, los enfrentamientos entre músicos ganaron frecuencia y agresividad, hasta convertirse en un espectáculo lamentable que echaba a perder el solemne peregrinaje de los fans. El jardín de la paz más parecía un campo de batalla en el que se desencadenaban broncas feroces, a menudo trufadas de juramentos y blasfemias.
Pero el espíritu de Lennon parece haber regresado a su plaza. Dave Muñiz, uno de los habituales de Strawberry Fields, ha empezado a ocuparse de organizar un calendario con estrictos turnos de una hora y ha impuesto como norma básica la prohibición de las palabrotas, para satisfacción de los turistas, que pueden soñar sin sobresaltos. Los músicos callejeros por fin se han dado cuenta de que, en su caso, la paz es el mejor camino hacia las posesiones.
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