¿Quién es el de la camiseta?
Miguel Ángel Bonet es el arrepentido del ‘caso Nóos’, el único que está en la cárcel. Abogados y periodistas le invitan a galletas y Coca-Cola. Llegó a usar a su tía nonagenaria para amañar contratos
antonio corbillón
Lunes, 30 de mayo 2016, 12:14
Barba descuidada, ropa gastada de andar por casa, mirada ausente, a menudo cabizbajo. El aspecto de Miguel Ángel Bonet, de 47 años, ofrece un evidente ... contraste con su vecino de banquillo en el caso Nóos, un siempre inmaculado Jaume Matas. Matices que se hacen más evidentes por su situación en el estrado de los acusados: en una esquina de la primera fila, dos por delante de la infanta Cristina y en el extremo opuesto de su marido, Iñaki Urdangarin. Frente a las tres juezas.
Esa pinta, su actitud sufriente y el hecho de que sea el único de los juzgados que ya está en prisión por una condena previa le han convertido en el outsider del caso. Miguel Ángel Bonet no pasa de ser un actor secundario de la corrupción global que sigue investigándose en Palma de Mallorca. Pero con el caso Nóos se ha ganado la simpatía de abogados, funcionarios y periodistas, que le ven casi como una víctima a la que superó la codicia y la impune normalidad con que se saqueaban las arcas públicas. «Ofrece cierto candor y casi le hemos adoptado entre todos», resume el periodista de Diario de Mallorca Felipe Armendáriz, que informa de la vista e investigó durante años las corruptelas de los gobiernos de Matas. En los pasillos, durante los descansos y largos ratos muertos, unos y otros le invitan a «galletas, Coca-Cola y algún bocadillo». Su madre y su hija también suelen arroparle entre el público.
Pero lo que realmente cautiva de Bonet es su imagen de hombre nuevo, que ha hecho un esfuerzo sincero para sobreponerse a la montaña de mentiras y desfalcos con que construyó su vida. «Soy una persona diferente», insiste a los que quieren escucharle. Frente al tedio de las sesiones, el intercambio de acusaciones o la incertidumbre por las penas que muestran sus colegas de banquillo, Miguel Ángel Bonet exhibe paz consigo mismo. «Para él siempre es una buena noticia abandonar su celda», situada justo enfrente de donde se celebra la vista oral. El juicio es más divertido que un cuarto de tres por tres metros.
Allí cumple una pena de dos años de cárcel por malversación. Eran sus tiempos de asesor jurídico y secretario de Ibatur, el ente público de promoción turística de Baleares, con el que gestionó más de 100 millones de euros. El carnet de afiliado del PP le permitió acceder sin problemas al Govern. «No hacía preguntas y se plegaba a lo que le mandaban», explican personas que conocen su trayectoria.
A cara descubierta
El ambiente de corrupción sin límites le cautivó pronto. Casado, padre de una niña y con hipoteca, se dedicó a concederse subvenciones a sí mismo troceando los contratos. Arrampló con 95.536 euros de Ibatur y no dudó en usar a su tía-abuela nonagenaria y a varios familiares como destinatarios de falsos contratos. Cuando fue detenido, le echó la culpa de todo a un concejal de Palma ya fallecido, el también popular Joan Bauzá. Fue este delito el que le llevó al talego. Tras confirmarse la condena, los jueces aplazaron su ingreso en prisión hasta que tramitara su solicitud de indulto. En julio del pasado año, él mismo renunció a esta opción y reclamó entrar en la cárcel lo antes posible. Ya había tomado la decisión de no cubrirse la cara con una bufanda y mostrar abiertamente al nuevo Miguel Ángel Bonet.
Caso peculiar
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Un arribista que llegó de la nada
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Miguel Ángel Bonet (47 años) estudió Derecho y ocupó varios cargos en las empresas públicas de promoción del turismo balear. Separado y con una hija, la ludopatía y el dinero fácil le llevaron a una espiral de malversaciones ya tiene dos condenas firmes. Encara el caso Nóos y el caso Ibatur colaborando con la Justicia
Por entonces, la entrada y salida de la cárcel de Palma ya era una constante en su vida: arrastraba causas por varios desfalcos más. Eran sus años de descontrol vital, cuando se separó de su primera mujer y se gastó hasta el último euro en el juego. A su nueva pareja, directiva de una empresa de recorridos náuticos, le traspasó el 80% del millón de euros de Ib-Blau, otro chiringuito público de promoción turística del que también fue director. En junio de 2015, ambos pactaron una pena menor con la Justicia (seis meses de prisión) a cambio de cantar todo lo que sabían.
Su condición de arrepentido y la colaboración plena con los fiscales, unido a que su abogado, Gaspar Oliver, es famoso por su capacidad para negociar pactos con la Justicia (los llamados pactos a la mallorquina), le han permitido salirse del redil. En el caso Nóos, se juega más de cinco años de cárcel por firmar, sin concurso público, varios proyectos a favor de la fundación de Urdangarin y Diego Torres. El pasado 10 de febrero, cuando le tocó declarar, ofreció un demoledor testimonio contra los imputados. Y se ganó la conmiseración del tribunal:«Quiero pedir perdón porque debería haberme opuesto a la contratación verbal (de Nóos), aún a riesgo de ser despedido». Cuando acabe aquí aún tendrá que responder por el caso Ibatur, donde le piden otros cinco años. Pero él insiste que solo espera pagar cuanto antes sus deudas con la sociedad. Eso, consolidar su relación sentimental con una periodista y sacar adelante su portal digital. Por supuesto, de turismo náutico.
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