Camorristas con acné
Nápoles vive una guerra entre clanes por el ascenso de los criminales más jóvenes, algunos menores de edad, que pugnan por ocupar el hueco de los capos encarcelados
darío menor
Miércoles, 11 de mayo 2016, 01:04
Ocho de la noche del 22 de abril en el barrio napolitano de Sanità, una zona no muy alejada del centro, pero que debido a ... su conflictividad, fruto de la presencia de la Camorra, la mafia local, resulta poco recomendable para los turistas que se dejan fascinar por la ciudad más macarra de Italia. Frente a los locales de la asociación Maria Santissma del Arco, en el número 43 de la via Fontanelle, los niños hacen cola ante un puesto ambulante de granizados. La calle está muy animada, lo habitual a esa hora en una viernes de primavera. Entre la gente se abre paso una moto con dos jóvenes que se detienen frente a la sede de la asociación y sacan cada uno una pistola. Abren fuego y se llevan por delante a Giuseppe Vastarella, de 42 años, y a su cuñado, Salvatore Vigna, de 41. Vastarella era el capo de un clan mafioso que controla parte del barrio de Sanità. En el tiroteo resultan heridos otros dos miembros del grupo criminal, Antonio y Dario Vastarella, y una tercera persona, Alfredo Ciotola, quien al parecer acabó con plomo en el cuerpo por encontrarse en el lugar y en el momento equivocado.
Lo sucedido hace un par de semanas frente a la sede de la asociación Maria Santissma del Arco, que acabó con uno de sus tabiques de cartón yeso medio derruido por el tiroteo, no es un episodio aislado en Nápoles. Unos días antes fue ametrallado con dos fusiles kalashnikov el cuartel de los Carabinieri de Secondigliano, al norte de la ciudad. Los agresores abrieron fuego durante doce segundos y dejaron 26 orificios de bala en la fachada. Detrás de esta acción para desafiar a la Policía no estuvieron mafiosos experimentados. «Es muy probable que quienes dispararan fueran chicos muy jóvenes, a quienes les digo: Deponed las armas, la vida no es un videojuego o un eslogan en las redes sociales», alentó el general Antonio de Vita, comandante provincial de los Carabinieri en Nápoles. «No nos dejamos intimidar. Esta acción demuestra que nuestra presencia es incisiva y que las continuas operaciones provocan una fuerte molestia», añadió.
Con estas últimas palabras, el general De Vita desveló la razón última tanto del tiroteo al cuartel como del doble asesinato en el barrio Sanità: temen que la lucha contra los clanes de la Camorra esté provocando un efecto bumerán. El grupo de fiscales coordinado por Filippo Beatrice ha desmantelado en los últimos años la cúpula de varios grupos criminales. Entre ellos a los Lo Russo, que controlaban la zona norte de la ciudad y parte del centro. Su caída ha provocado un vacío de poder que tratan de ocupar otros clanes ya asentados, así como nuevas bandas formadas por chavales aún casi adolescentes que han crecido con la fascinación por la Camorra que a muchos les provoca Gomorra, el libro-denuncia escrito por Roberto Saviano, llevado luego a los cines y transformado en una exitosa serie de televisión. El inminente estreno de la segunda temporada genera en Italia una expectación similar a la de Juego de Tronos.
Estos jovencísimos delincuentes estarían detrás de una buena parte de los 22 homicidios y los 23 intentos de homicidio registrados en Nápoles entre julio de 2014 y junio de 2015, según los datos ofrecidos por la Dirección Nacional Antimafia. 18 de estos incidentes tuvieron lugar en Forcella y Sanità, donde arrecia la batalla para ocupar el lugar dejado por los Lo Russo y por los Esposito, cuyo capo, Pietro Esposito, fue asesinado a tiros el pasado noviembre en una plaza del centro de la ciudad. Estas cifras no tienen parangón en ninguna otra región de Italia, aunque son aún menores a las registradas en los años 80 y 90.
Sin miedo a la muerte
Emiliano Fittipaldi, periodista del semanario LEspresso, consiguió entrevistar a uno de los jovencísimos miembros de estos grupos criminales que tratan de hacerse con el control de los barrios más céntricos de Nápoles. «Hablo contigo porque todos deben saber que, aunque maten a nuestros jefes, somos cada vez más fuertes. Todos deben saber que ahora mandamos nosotros. Los otros deben irse por donde han venido y si no lo hacen es problema suyo. No tenemos miedo de nada, tampoco de morir». Centradas en el tráfico de drogas, la prostitución y la extorsión a los comerciantes de las zonas donde operan para afirmar así su poder, estas bandas se parecen más a las pandillas juveniles que desangran países centroamericanos como El Salvador que a las mafias clásicas italianas. Tienen una estructura jerarquizada y una endiablada capacidad para introducirse en la economía legal e intentar mover los hilos en ambos mundos.
El terror
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«Peor que el Estado islámico»
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«Estamos en guerra, el concepto debe quedarle claro a todo el mundo». El sacerdote Angelo Berselli, párroco del barrio de Forcella, en el centro de Nápoles, está harto de ver a sus feligreses caer por las balas. «Barrios enteros viven en el terror. La situación es peor que si tuviéramos aquí al Estado Islámico. En Nápoles ha habido más muertos que en los atentados de París y Bruselas. Los terroristas golpean una vez cada cierto tiempo, pero aquí es casi cotidiano», denunció el sacerdote en una entrevista con el diario La Repubblica.it
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2.000 euros por matar
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Los jóvenes camorristas que atenazan hoy a Nápoles no se contentan con el tráfico de drogas, la prostitución y la extorsión a los comerciantes de sus barrios. También ejercen de sicarios si se les paga lo suficiente. «Dos mil euros por apretar el gatillo y matar a alguien», contó uno de los chavales que forman parte de los nuevos grupos criminales al semanario LEspresso. «Hoy ya no se le pide permiso al jefe del barrio para matar a alguien, se entra con la pistola en la mano, se dispara y ya está». Los jóvenes llegan a pelearse entre ellos para ver quién tendrá el honor de cometer el asesinato.
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Víctimas inocentes
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La lucha entre los nuevos clanes de la Camorra no solo se lleva por delante a sus pistoleros. Son muchos los ciudadanos asesinados por error o porque estaban en el lugar equivocado, como Genny Cesarano, un chaval de 17 años tiroteado el pasado mes de septiembre en el conflictivo barrio de Sanità en un enfrentamiento entre grupos rivales. Corrió la misma suerte Maikol Giuseppe Russo, un vendedor ambulante de 27 años al que los jóvenes camorristas dispararon por error el 31 de diciembre de 2015.
«Los nuevos grupos de jóvenes actúan de manera totalmente diferente a los clanes de la Camorra de provincias, como los Casalesi», explica Isaia Sales, docente de historia de la mafia en la Universidad Suor Orsola Benincasa de Nápoles. «No van a entrar en colisión, pues además sus áreas de actuación son distintas», vaticina. Para Sales, la mayor novedad de la lucha de clanes de estos dos últimos años es el protagonismo de chavales que en otras circunstancias tendrían roles menores. «Son muy jóvenes, algunos ni siquiera han cumplido los 18 años. Y llegan a capo y a gestionar el desarrollo del grupo. No desempeñan un papel de gregario». Estos nuevos cachorros constituyen, a su juicio, el ejemplo de que la Camorra tiene una enorme capacidad para reproducirse. «Las investigaciones judiciales han metido en la cárcel a muchos jefes históricos, pero al sacarlos de las calles se ha dejado un terreno libre para nuevos reclutas y ha estallado de inmediato una guerra de sucesión», sostiene el experto.
Para evitar que el fenómeno camorrista siga repitiéndose habría que acabar con las causas qe convierten la ilegalidad en la opción más fácil y provechosa. «Hay que acompañar la labor policial con un proyecto social a medio y largo plazo que ataque la raíz del problema. Nos encontramos ante una de las grandes cuestiones de importancia nacional, aunque ningún Gobierno quiera ocuparse de ella. Políticamente no interesa combatir de verdad la criminalidad organizada», asegura el profesor de historia de la mafia, para quien el actual primer ministro, Matteo Renzi, no tiene mucha idea de la magnitud del problema. «Renzi es uno que viene de Florencia y que no tiene ganas de entrar a fondo en las cuestiones espinosas del sur como esta». ¿Y las autoridades locales? «Esas tampoco son capaces. El Ayuntamiento está prácticamente en bancarrota y no es ni siquiera capaz de pagar a los asistentes sociales, no puede confiarse en él», lamenta Sales.
Aunque la situación de Nápoles pueda parecer muy lejana e impropia de la Europa occidental, nuestro país no resulta ajeno a ella. La Camorra tienen presencia en España, por donde pasa buena parte de la cocaína, el hachís y la marihuana que luego los grupos napolitanos se encargan de distribuir por Italia y otras naciones. «Hay incluso un clan al que se le conoce como el de los Spagnoli, pues controlan el tráfico de estupefacientes entre España y Nápoles. Muchos ambicionan ocupar su lugar, pues quien tiene en sus manos esta ruta consigue enormes beneficios y mucho poder».
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