Una casita que bien merece un premio
El modesto hogar de una empleada doméstica de 74 años, reformado con los ahorros de toda su vida, gana un premio internacional de arquitectura
Inés Gallastegui
Viernes, 22 de abril 2016, 02:06
Dalvina Borges Ramos debería haberse jubilado hace una década de su trabajo como empleada doméstica, pero las cuentas no le salen. El techo de la ... casita que con tanto esfuerzo compró en los ochenta en un barrio de Sao Paulo se desplomó a causa de las humedades en 2013. Aunque salvó la vida, la mujer se vio en la calle. Le dio muchas vueltas y, al final, decidió poner los ahorros de toda su vida en manos de tres jóvenes arquitectos, Pedro Tuma, Danilo Terra y Fernanda Sakano. El resultado no ha podido ser mejor: el apartamento de 95 metros cuadrados, construido con bloques prefabricados de hormigón sin revestimiento ni pintura, acaba de llevarse el prestigioso premio Building of the Year 2016, que eligen más de 60.000 profesionales de todo el mundo entre cientos de candidaturas. «Ganamos porque hemos trabajado por la democratización de la arquitectura», asegura Tuma.
Archidaily
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Edificio del año La casa de Vila Matilde ha ganado el premio Building of the Year 2016 en la categoría de casas. El galardón lo convoca ArchDaily, una de las páginas de arquitectura más visitadas del mundo, con 500.000 lectores diarios.
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Categorías Fundada en 2008 por David Basulto y David Assael, organiza anualmente estas distinciones en 14 categorías, entre ellas arquitectura pública, cultural, deportiva, educativa, religiosa,, residencial e industrial, oficinas e interiores. Los ganadores son elegidos entre más de 3.000 proyectos por miles de arquitectos de todo el mundo.
«Para mí, es un palacio», ha declarado a la prensa brasileña doña Dalva, como la conocen sus vecinos. Asus 74 años, está agradecida de poder seguir trabajando: no puede permitirse la jubilación, en un país en el que las empleadas de hogar han trabajado en condiciones de semiesclavitud hasta 2013, cuando el Gobierno de Dilma Roussef aprobó una ley que equiparaba sus derechos a los del resto de trabajadores. Así que cada día se levanta a las seis de la mañana, se arregla y recorre en autobús los más de 10 kilómetros que separan Vila Matilde, el barrio popular en el que reside, de la zona de Mooca, donde hace las tareas domésticas para una señora desde hace más de 30 años.
Salió muy joven de Brumado, una ciudad minera del estado de Bahía, huyendo de la pobreza. «Mi padre montaba nuestras camas con madera y hojas de cocotero. Recuerdo aquella época y me pregunto si es real». Primero se mudó a casa de una tía en Garça, donde trabajó en los cafetales, y después fue contratada como interna por una familia de la capital. Madre soltera y con un sueldo ínfimo, le costó años reunir el dinero para dejar la habitación del servicio en casa de sus patrones y comprarse una casita donde vivir ella y su hijo Marcelo en un barrio humilde.
Ahora está feliz, pero hace solo tres años se le vino el mundo encima. Literalmente: su vivienda, hecha con materiales baratos, se había ido deteriorando con el paso del tiempo. La gota que colmó el vaso fue, en realidad, un diluvio: el techo de su dormitorio se derrumbó sobre la cama. Por suerte, ella no estaba allí.
Nada de chapuzas
Sopesó comprarse un apartamento más pequeño y aún más periférico, pero temía separarse de sus parientes y amigos de Vila Matilde. Después de darle muchas vueltas, su hijo la ayudó a tomar la decisión. «No queríamos hacer algo muy común en este barrio: contratar para realizar la obra a un amigo o un vecino», explica Marcelo, un ingeniero informático de 41 años. En otras palabras, no querían chapuzas.
El reto del estudio Terra e Tuma era darse prisa o la propietaria gastaría sus ahorros en pagar un alquiler mientras duraban las obras y ajustarse a un presupuesto muy restringido: 150.000 reales (36.000 euros). Tardaron cuatro meses en demoler cuidadosamente la casa, encajada entre dos edificios también bastante endebles, y construir los cimientos y muros laterales reforzados. La construcción duró otro medio año.
El resultado es sencillo y moderno. La parcela, de 4,8 metros de ancho y 25 de fondo, está aprovechada a tope. El porche sirve como cochera. En la planta baja se encuentran el amplio salón, el baño, la cocina, el lavadero y el dormitorio de Dalvina, todo ello articulado en un espacio diáfano en torno a un patio con jardín que aporta luz y ventilación. Arriba hay una habitación de invitados y, sobre la losa de hormigón que forma el tejado del salón, una huerta que proporciona aislamiento térmico y solar.
La vivienda está construida con bloques prefabricados y con hormigón. «Esta no es una casa sofisticada, con acabados de última generación ha declarado Tuma tras conocer el fallo de ArchDaily. Se trata de una solución simple, resultado de un proceso largo, complejo y gratificante». Para el joven arquitecto, más allá del reconocimiento de sus colegas, este tipo de proyecto «sirve para mostrar que la arquitectura es para todos y que no es necesario mucho dinero para desarrollar buenos proyectos».
Doña Dalva se mudó a su nuevo hogar en mayo de 2015. «Creo que mi historia es bonita. Es una historia de vida», reflexiona. Sigue levantándose cada mañana a las seis para trabajar, porque quiere comprarse unos armarios bonitos y poner el suelo blanco, más alegre. En su huerta ha empezado a plantar hierbas aromáticas para hacer sus infusiones y condimentar sus recetas. Y entonces esta mujer risueña revela su sueño: «Si me tocara la Mega-Sena (la lotería más popular de Brasil), seguiría haciendo la comida y planchando la ropa, pero me gustaría que alguien limpiara la casa».
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