La Virgen que fue a Yale

Soldados británicos descubrieron en 1919 los restos de la ciudad, en la región oriental de Deir ez-Zor, y arqueólogos norteamericanos y franceses comenzaron las excavaciones. El baptisterio fue trasladado a Yale casi entero. El edificio del que procede el mural es el ejemplo más antiguo de casa iglesia, un lugar de encuentro de cristianos antes de que se construyeran monasterios y catedrales. Pero el yacimiento contenía gran variedad de restos: además de piezas romanas, una sinagoga judía profusamente decorada y un templo dedicado a los dioses de la vecina Palmira, Bel y Arsu.

A causa de su riqueza, a Dura-Europos se la bautizó como «la Pompeya del desierto sirio». Pero no fue una erupción volcánica como la del Vesubio lo que favoreció su excelente estado de conservación, resalta Peppard, sino la construcción de una rampa defensiva en aquel puesto fronterizo del Imperio Romano frente al ataque del ejército persa sasánida hacia el año 250. «La desgracia de la guarnición romana, que perdió la batalla, fue una suerte para los historiadores», señala el también profesor de la universidad jesuita de Fordham, en Nueva York.

El mural muestra a una mujer inclinada sobre un pozo que, sosteniendo la cuerda de una vasija, mira hacia el frente o quizá por encima de su hombro. El especialista describe unas líneas que aparecen a la derecha de la figura principal y que, según él, podrían representar «un movimiento hacia el cuerpo de la mujer y una chispa de actividad en él, como si algo invisible estuviera aproximándose y entrando en ella: una encarnación».

Según la identificación del museo, «la pintura muestra una escena del encuentro entre Cristo (al que no se ve) y una mujer de Samaria». Pero a la pecadora arrepentida casi siempre se la ha descrito hablando con Jesús, no sola. En realidad, en la iconografía cristiana, la mujer más famosa representada junto a un pozo es María. Claro que, para apreciarlo, hay que desterrar las imágenes del Renacimiento que todos tenemos en mente y remontarse a la tradición oriental. En el arte bizantino, la Anunciación de la Virgen está basada en el Protoevangelio de Santiago, escrito hacia el año 150 y centrado en la infancia de María y el nacimiento de su hijo. Este texto describe no una, sino dos anunciaciones: en la primera, María coge un cántaro para llenarlo de agua y cuando llega junto al pozo oye una voz que la saluda, pero allí no hay nadie. Asustada, regresa a casa y allí ya se le aparece el arcángel Gabriel para advertirle que va a ser madre. La fiesta cristiana se celebró el pasado viernes, justo nueve meses antes de la Navidad.

Madre oficial

El profesor de Historia del Arte de la Universidad de Granada José Manuel Rodríguez Domingo recuerda que la Anunciación del pozo aparece representada en Venecia, en la Basílica de San Marcos, y en Estambul, en Santa Sofía y San Salvador de Cora, entre otros lugares. ¿Por qué es menos conocida? Muy sencillo: cuando Roma establece cuáles son los evangelios fetén y cuáles los falsos, todo lo que emana de estos últimos va perdiendo fuerza.

Sea como sea, se trata de uno de los momentos más pintados de la vida de la Virgen, cuya figura adquiere protagonismo a raíz del concilio de Éfeso de 431, que la declara oficialmente madre de Dios. De Leonardo da Vinci a Andy Warhol, pasando por Tiziano, Murillo o El Greco que por su trayectoria vital integra la tradición oriental, la italiana y la flamenca, todos versionaron la escena, aunque quizá la más famosa es la de Fra Angelico, que se encuentra en el Museo del Prado.