Españoles a la conquista del mundo a -70 grados
En bici, en trineo, en canoa, a pie, en esquís... aventureros españoles se lanzan a la conquista de los extremos del planeta. A 70 grados bajo cero el aire «es como un masaje»
antonio corbillón
Miércoles, 24 de febrero 2016, 01:22
Apenas se ha cumplido el primer centenario de los grandes retos para conquistar los polos y la fascinación por los desiertos helados no disminuye. En ... 1911 el noruego Amundsen y el británico Scott cerraron su carrera por ser el primero en llegar al Polo Sur. En 2011, más de 30 expediciones de todo el mundo buscaban los extremos geográficos y físicos del planeta para emularles. Pasan los años y la atracción no disminuye. «Es el desafío total porque allí la vida se encuentra al límite. Las expediciones polares son un caleidoscopio de todos los sentimientos del ser humano», resume Javier Cacho Gómez, científico y explorador que ha biografiado la vida de esos conquistadores iniciáticos en libros como Amundsen-Scott, duelo en la Antártida o, el último, Shackleton, el indomable. Cacho anda estos días en lo más alto del globo buscando su enésima aurora boreal. «Uno no se puede morir sin ver una aurora». Se extasió con la primera hace 25 años pero le sigue pareciendo «inolvidable esa danza de colores en el cielo negro de la noche polar».
Esa fascinación también ha llegado al cine con películas como Nadie quiere la noche, donde Isabel Coixet recrea la vida de Josephine Peary, mujer de Robert Peary, otro de los grandes exploradores del Polo Norte. Ártico y Antártida han sido también los escenarios para probar los límites. Lugares donde indagar en lo fundamental de la vida desde la lucha extrema contra el clima y la soledad. «Mi límite ha llegado», clamaba dramáticamente hace tres semanas en su propio epitafio grabado el explorador inglés Henry Worsley antes de morir exhausto. Quería ser el primero en cruzar la Antártida a pie y sin ayuda. Después de 70 días y 1.700 kilómetros, se quedó a 48 de su objetivo.
Algo sabe de esa resistencia el físico Carlos Pobes, el primer español que permaneció un año completo en la base Amundsen-Scott (Antártida). En casa y desde la distancia recuerda hoy que allí recibió al malogrado Worsley. También la sensación de sentir el oxígeno a -70ºC, cuando el cuerpo en contacto con el aire puede congelarse en segundos. «Es como un masaje». También el frío, tan seco que «es un atractivo que puedes disfrutar durante un tiempo y volver al calor de la base cuando se vuelve insoportable». Y, claro, las auroras boreales que, «con sus bailes deslumbrantes, suponen un aliciente indescriptible».
Transportes ecológicos
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Ante el cambio climático
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Los nuevos retos en los polos aprovechan las nuevas tecnologías para orientarse mejor. Pero usan medios respetuosos con el entorno, como la bicicleta o un trineo tirado por una vela, para denunciar también los peligros que se ciernen sobre los extremos helados con el cambio climático.
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Treinta años
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España llegó tarde a la conquista, tanto científica como aventurera, de los polos. La Juan Carlos I, primera base permanente, se abrió en 1988 en la isla Livingstone, en el Polo Sur. Diez años después se creó la Gabriel de Castilla (isla Decepción).
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Más ciencia
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En la última Campaña Antártica Española más de 80 investigadores participaron en doce proyectos científicos. Bajo la banquisa polar se esconde el pasado del planeta y el deshielo advierte de su delicado futuro por el calentamiento global.
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millones de kilómetros cuadrados tiene la Antártida. El continente helado está protegido por el Tratado Antártico (1959) que reduce la presencia de bases a intereses científicos.
Pero los polos no son solo el termómetro de las temperaturas extremas. También lo son de los cambios que están transformando el planeta. Una razón más para acudir a su embrujo a medir el destrozo y a gritar contra el cambio climático. «Cuando el Ártico se deshiele tendrán que aprender a nadar en el resto del mundo», les advirtió Bendt, el guía inuit (antes esquimales) que atendió a los activistas de Greenpeace y a sus expedicionarios famosos (Alejandro Sanz, Elena Anaya...) en su campaña Salvar el Ártico.
Con este espíritu ecologista, cuatro gallegas viven estos días la primera expedición de un equipo español de polaristas en femenino. La himalayista viguesa Chus Lago se inspiró en el anuncio que puso Ernest Shackleton en el Times en 1907 para buscar su tripulación. «Sueldo bajo. Viaje peligroso. Frío extremo. Peligro constante. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito». Lago, junto a Estela Estévez (fue olímpica), Silvia Rey y Verónica Romero han finalizado este fin de semana el cruce del lago Inari (Laponia), antes de encarar el Torneträsk, en el Círculo Polar Ártico. «¡Por fin parece que la nieve se endurece un poco! Después de jornadas de esfuerzo, ha salido el sol y hace más frío, por lo que el terreno está más firme», explica por Facebook. Serán 200 kilómetros, antesala de su gran reto: cruzar en 2017 Groenlandia de sur a norte a lo largo de 1.300 kilómetros. Lago, concejal en Vigo, da por bien empleados unos costes que asume de su bolsillo (ha puesto 17.000 euros) y que tienen como único objetivo «dar un toque de atención» ante el cambio climático.
También hasta Finlandia se ha acercado el aventurero Antonio de la Rosa. Participa estos días en la Rovaniemi, una maratón de 300 kilómetros sobre una fat bike (bici de ruedas anchas), un previo de la ultramaratón de 1.700 kilómetros que atacará en Alaska. «El mayor riesgo será la escasez de hielo, que podría resquebrajarse al pasar», advierte. Este bombero en Madrid tiene una larga experiencia en retos y cree llegado el momento de enfrentarse a los más extremos. Después intentará bordear toda la costa de Groenlandia en paddle surf (entre tabla y canoa). Por último, trazará una diagonal al planeta para alcanzar con esquís de fondo el Polo Sur. ¿Las claves para resistir? «Ir mentalizado para ser autónomo» a pesar del GPS, el teléfono satelital y los sistemas de cobertura de rescate. «La tecnología no es que lo haya hecho más fácil, pero es más difícil morir», confiesa.
«Lo nunca visto»
Después de dos travesías y siete expediciones, Ramón Larramendi llevaba «30 años volviendo» a los polos. Incluso tiene su casa en Groenlandia. Allí descubrió que formaba ya parte de su vida «lanzarte a la soledad blanca durante meses y vivir ese aislamiento extremo». Larramendi no se conforma con haber armado la primera expedición que circunvaló Groenlandia y cruzó el Círculo Polar Ártico (más de 4.000 kilómetros) con el aire como combustible. Su Trineo del Viento hizo compatible la conquista con el absoluto respeto ambiental. De hecho, su único rival fueron los bruscos ascensos de temperatura. Hasta casi 30 grados en un par de semanas, «lo nunca visto en tantos años recorriendo la isla». Lleva 16 años probando y perfeccionando su artilugio sobre el terreno. En mayo arrancan las pruebas de su reto final, que intentará en 2017: la circunnavegación de la Antártida, un perímetro de 7.000 kilómetros, que recorrerán en unos 100 días. «Seríamos los primeros en lograrlo en el mundo». Larramendi cree que los polos han sido «los grandes olvidados» hasta que se ha impuesto el temor al cambio climático. Y cree que apuestas como el Trineo del Viento pueden ser la aportación española a los proyectos científicos sobre el terreno. Permitiría hacer investigación de forma limpia. «La gran oporunidad de que España desarrolle un programa pionero en la Antártida, donde hasta ahora hemos tenido poca presencia para nuestro nivel como país».
En un par de años se cumplirán tres décadas de la apertura de la base Juan Carlos I, primer asentamiento permanente español en tierras antárticas. Las condiciones han mejorado mucho desde que trabajó allí el hoy exmilitar José María Jayme. «A mí me tocó abrirla», recuerda con orgullo. Y allí ideó la manera de multiplicar el interés entre los más jóvenes. El resultado es Polar Raid, algo así como la Ruta Quetzal de los Polos. «De hecho hemos colaborado con Miguel de la Quadra. Es nuestro referente», confiesa Jayme. Polar Raid llevará este año a 90 universitarios por el Círculo Polar Ártico en tres expediciones para las que ya no hay plazas. En sus cinco años de vida, han pasado 300 jóvenes, la mayoría de carreras técnicas. «No creo que haya una universidad española que no haya tenido su grupo aquí. Lo que pretendemos es que se familiaricen y continúen enganchados».
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