Cuando invertir engorda
Empresas de queso, burritos, chocolate o whisky buscan liquidez para ampliar sus negocios con ‘accionistas’ a los que pagan sus dividendos en viandas. A falta de pan...
icíar ochoa de olano
Miércoles, 17 de febrero 2016, 00:14
Cuando la recesión se acomoda y los bancos dan una vuelta extra a la llave que cierra la caja de los préstamos, las pequeñas y ... medianas empresas tienen que echar mano del ingenio para conseguir liquidez y así sortear baches o abordar expansiones de sus negocios. A Emilia-Romaña nunca le ha faltado perspicacia y gracejo para ello. En esta región de la Italia nororiental, capitalizada por Bolonia, no solo se acuñan reformas educativas de largo alcance, sino también algunos de los productos más sabrosos de la cucina transalpina. Sin ir más lejos, el Parmigiano-Reggiano. Pues bien, la asociación productora de esos quesos se las ha apañado para que una entidad crediticia del país acepte el Parmesano como garantía de préstamos. Dicho de otro modo, acuciados por la falta de parné con el que introducir mejoras, a los artesanos de ese producto se les ha ocurrido emitir deuda respaldada por sus orondas y románticas viandas.
La cooperativa 4 Madonne Caseificio dell Emilia, que custodia unas 444.000 piezas en dos almacenes climatizados valoradas en unos 132 millones de euros, ha lanzado unos bonos con los que pretende obtener una inyección económica de 6 millones. A los compradores de estas acciones, les promete pagarles un interés fijo del 5% cada semestre hasta su vencimiento, en enero de 2022. ¿Que de aquí a entonces vienen mal dadas y la cosa se va a pique? Los prestamistas tienen garantizada su ración de queso. No en vano, los fabricantes han comprometido en Parmesano el 120% de la emisión.
El pionero
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1997
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El visionario artista David Bowie también fue pionero en Wall Street. Ese año decidió vender los derechos de los 25 álbumes que había grabado antes de 1990. Consiguió 55 millones de dólares emitiendo bonos a diez años con un interés anual del 7,9%. La aseguradora Prudential adquirió toda la serie y la mantuvo hasta su extinción.
Crédito Emiliano, el banco que acepta queso como animal de compañía, también ha estudiado decir que sí al jamón de Parma. Incluso, al aceite de oliva de la zona. Pero por ahora los ha descartado debido a la dificultad para almacenar y marcar esos productos. Extravagante o no, lo cierto es que los mercados financieros no solo huelen a leche con cuajo. También a quesadillas, a enchiladas y a guacamole. Tal vez guiada por el aroma penetrante del Parmesano, la cadena de restaurantes de comida mexicana Chilango se ha sacado de la manga los bonos burrito, por un valor total de 2,6 millones de euros, al objeto de costear el remate de su expansión en el Reino Unido.
¿Qué ofrece a quien compre sus participaciones? Nada menos que una liquidación semestral de intereses al 8%, durante cuatro años. Eso sí, en especias. De manera que el inversor que apoquina 13.000 euros podrá comer gratis en la cadena hasta el día del vencimiento final del título. Quienes aporten menos 650 euros es el mínimo requerido, obtendrán cupones válidos por burritos gratis. La compañía se ha valido de una plataforma de crowfunding o micromecenazgo para captar fondos para su proyecto.
El brandy de Ruiz Mateos
Similar camino ha empredido Hotel Chocolat, también en Gran Bretaña, para abordar una ampliación del negocio con la creación de 250 puestos de trabajo. Con sus acciones de cacao y azúcar, ha logrado convencer a miles de británicos para que inviertan dinero a cambio de dosis periódicas de bombón. Hartos de las negativas de un montón de entidades crediticias, a los dueños de Arbikie, una nueva destilería de whisky escocés, se les ocurrió ofrecer sus primeros 300 barriles a 13.000 euros cada uno con la promesa de adquirirlos a sus propietarios al mismo precio, pasados ocho años y la predicción de que no querrán venderlos porque, para entonces, valdrán mucho más.
El conocido economista José María Gay de Liébana encaja estas «técnicas de ingeniería financiera un tanto provincianas» en la «apertura de nuevos caminos para los recursos financieros debido a la pérdida de posicionamiento de la banca y la caída en picado de los tipos de interés». Aunque advierte de que se trata de un «terreno abonado para pillos», también identifica sus bondades siempre y cuando el comprador del bono conozca la «solvencia, los números y la talla de los emisores».
Que en España estas tácticas no se estilen, el experto lo atribuyen a un «talante más desconfiado» y a un precedente desastroso protagonizado por el desaparecido Ruiz Mateos en 2011. Entonces, el propietario de Nueva Rumasa intentó colocar al Banco Santander sus existencias de brandy de Jerez como garantía de los fuertes créditos que la entidad tenía concedidos a su grupo. Al fracasar en su intento de lograr más financiación con esta garantía, el patriarca de la abeja usó sus existencias de alcohol como gancho para colocar pagarés entre 5.000 inversores particulares que aportaron 500 millones de euros. El resacón del fraude, recuerdan los afectados, fue de campeonato.
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