Richistán, el país de los ricos
Las 62 personas más adineradas del mundo amasan la misma fortuna que los 3.560 millones de ciudadanos más pobres, la mitad del planeta. Amancio Ortega representa a España en ese reino de la opulencia donde también hay clases
antonio corbillón
Miércoles, 20 de enero 2016, 01:10
Richistán es el único país que no figura en los mapas de la ONU. Tampoco tiene bandera ni pasaporte. Para ser admitido, la única credencial ... que se pide es tener una cuenta corriente con mucho más de seis ceros. En esta nación sin territorio se mueve la verdadera riqueza mundial. Algunos de sus vecinos se dejarán ver esta semana por las moquetas de lujo de la Cumbre de Davos, la estación invernal suiza que cada mes de enero reúne a los poderosos de la Tierra para que compartan con algunos líderes mundiales el secreto de sus éxitos. Aunque desde las lujosas mansiones de Richistán miran con cierto desdén a Davos, cuyo eslogan de este año, Comprometidos en mejorar el mundo, tampoco preocupa demasiado.
Cada vez más adinerados
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Nuevos millonarios
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Desde 2008, año de la gran crisis, el número de grandes patrimonios en España ha aumentado en un 40% hasta alcanzar las 178.000 fortunas (50.900 más que siete años atrás). En Europa, esos incrementos no pasaron del 4%, según datos del Informe Anual de la Riqueza en el Mundo 2015.
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El bolsillo de los españoles
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Si se repartiera la riqueza nacional de forma equitativa, cada español tendría en su bolsillo 99.681 euros de patrimonio personal.
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Casi un millón de nuevas fortunas
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A nivel mundial, el número de millonarios aumentó en 920.000 el pasado año hasta alcanzar los 14,6 millones de familias. Dentro de cuatro años, más de 50.000 de ellas superarán los 50 millones de euros y controlarán casi la mitad de la riqueza del planeta.
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Los richistanos y su nuevo estilo de vivir
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No presumen de llevar un Rolex en la muñeca y un Mercedes con conductor. Eso lo hacen los opulentos que quieren presumir. El nuevo superrico richistaní conduce él mismo su propio Rolls Royce, lleva un reloj suizo Franck Muller (medio millón de euros) y viaja en grandes jumbos privados (el de Cristiano Ronaldo se queda todavía pequeño).
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4.000
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megarricos convierten a Londres en la capital de Richistán, el país imaginario de los poderosos. Curiosamente, 15 años atrás se hablaba con cierto desprecio de Londonistán, debido a la multitud de guetos musulmanes que poblaban la zona este de la ciudad.
Porque tienen tanto éxito y les influyen tan poco las crisis de los demás que todo el mundo está obsesionado por medir su verdadero peso. Y es mucho. La lista Forbes, el Informe Credit Suisse, el de la Riqueza Global del Grupo Allianz. El último y más centrado en compararlo con lo que los políticos llaman ahora en España «la gente normal», lo presentó ayer Oxfam Intermon. Esta ONG fue el hermano pobre invitado el año pasado a copresidir la mesa de Davos. Allí predijo que antes de acabar 2016 «el 1% de la población mundial poseería más riqueza que el resto de la población». Se equivocaron. Ya se estaba cumpliendo a la vez que hablaban y ese dato es real desde 2015. Y se acelera cada vez más. En 2010, 388 megarricos tenían tanto como la mitad más pobre de la población mundial (más de 3.000 millones de personas). Ahora reúnen ese poder apenas 62. Si lo aplicamos a España, el 1% de los más acaudalados concentra más riqueza que 35 millones de ciudadanos, es decir, el 75% de la población. «El grado de concentración se ha acentuado de forma notable desde 2010, casi en la misma proporción que ha descendido la riqueza de los más desfavorecidos», concluye el catedrático de Economía de la Universidad Autónoma de Madrid, Emilio Ontiveros.
Con el cambio de siglo y de milenio, Robert Frank, el columnista de The New York Times especializado en ricos, resumió el nuevo escenario. Se dio cuenta de que «hubo un tiempo en que la vida paralela de los ricos era apenas una aldea con unos pocos; ahora es una nación». Y fue el primero en llamar a ese territorio imaginario Richistán (rich, rico en inglés). Rockefeller abrió el camino y fue el primer norteamericano que logró superar un patrimonio de mil millones de dólares. Hasta 1985, sus imitadores se contaban con los dedos de las manos. Hoy podríamos meter a los 20 más ricos de Estados Unidos (Bill Gates, Warren Buffett, Jeff Bezos...) en el avión privado de uno de ellos y tendríamos tanta riqueza volando como la de 152 millones de sus vecinos, la mitad de su población. El 50% de la clase media que ha visto reducidos sus salarios en un 20% desde 1990. Una vez más se hace patente la ironía con la que el escritor Juan Goytisolo describió a la primera potencia mundial:«Es mi país favorito del Tercer Mundo».
Nunca ha sido tan evidente como ahora esa máxima popular de que dinero llama a dinero. Más de 1.800 fortunas en el mundo han saltado el listón de los milmillonarios. Hasta tal punto les va bien a esta superélite que una de sus mayores preocupaciones es diferenciarse del resto de triunfadores. «Los superricos de hoy son cada vez más su propia nación», resume Chrystia Freeland. Esta escritora canadiense ha encontrado también su filón en el estudio de esta minoría. Describió sus claves en el libro Plutócratas y ahora recibe invitaciones para contar sus conclusiones en los clubes más elitistas. En una visita a España advirtió de que «la gente pierde más tiempo en cómo se corta la tarta de los más ricos en lugar de fijarse en cómo crece».
Las nuevas élites
Porque, la sensación de riqueza depende cada vez más de con quién se compare. Y hasta los más afortunados luchan por establecer brechas entre ellos. Casi se han duplicado en lo que va de siglo esos apellidos de abolengo económico, lo que siempre quita pedigrí. Antes se consideraba millonario al que alcanzaba su primer millón de dólares (unos 890.000 euros). En España se espera que 178 familias se sumen este año a ese club, un 10% más que el pasado año. Pero llegan un poco tarde porque ahora el escalafón ha ascendido hasta los 50 millones de euros. Es la cuenta corriente que hay que tener para ser un ultra gran nuevo rico (UHNW, por su siglas en inglés) y jugar en la gran liga del poderío mercantil y social. Y cada vez llegan nuevos socios. Grupo Allianz calcula que los 34.837 UHNW de 2014 serán más de 53.000 en 2019, un 53% más. Entre todos controlarán el 46% de la riqueza mundial. «Cada vez hay que subir un peldaño más arriba para participar en esta carrera», advierte la autora de Plutócratas.
Es el tipo de personas a las que se dirigen revistas como Elite Traveler, que se distribuye en los jets privados. En sus páginas se ofrecen ofertas como un fin de semana Best of British (Lo mejor del Reino Unido) que cuesta 1,3 millones de euros, o un paquete turístico para dos para visitar todos los restaurantes de tres estrellas Michelín del mundo en seis meses por un cuarto de millón. «Cuanto más dinero tienes, más te vuelves sin raíces porque todo es posible», resume el cofundador de la publicación, Douglas Gollan. Y sus anécdotas lo demuestran. Por Elite Traveler desfilan sus aviones particulares, sus pistas de aterrizaje privadas. El hijo de 11 años de un superrico pidió volar en un avión de línea. «Quería saber cómo es un aeropuerto por dentro», explicó el chaval.
Excentricidad y lujo en un mundo lleno de carencias. «Pero todo esto no es inevitable. Es el resultado de decisiones políticas que han volcado las cargas sociales sobre el trabajo mientras protegen a los capitales», denuncia Susana Ruiz, responsable de Justicia Social de Oxfam Intermon y autora del tramo español de su informe. Tras cruzar datos oficiales del Ministerio de Hacienda ofrece un dato estremecedor: «La fuga de capitales desde la península hacia paraísos fiscales aumentó un 2.000% solo en 2014».
Solo así se explica que, a pesar de la recuperación económica, la riqueza nacional siga descendiendo, «mientras la de las 100 fortunas más ricas de España creció un 15% el pasado año», insiste Ruiz. Ese centenar de fortunas que encabeza el dueño de Inditex, Amancio Ortega (sus 60.900 millones equivalen a la suma de los 17 que le siguen, entre ellos su propia hija Sandra, Rafael del Pino, Juan Roig e Isak Andic) reúne casi165.000 millones de euros. No muy lejos de toda la riqueza que generará Cataluña este año, la región más productiva de España (cerca de 200.000 millones).
En Davos se discutirá también el papel de los nuevos filántropos, cuya presunta generosidad solo está a la altura de su riqueza. Allí repetirá Mark Zuckerberg (Facebook), que ha anunciado la entrega de parte de su fortuna, 45.000 millones, a su fundación. «Están desfiscalizados y luego hacen donaciones. Es una contradicción», advierte Susana Ruiz, desde Oxfam.
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