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Y la Costa Brava se vino arriba

Y la Costa Brava se vino arriba

Fue uno de los primeros cinco estrellas de España y atrajo al litoral catalán a personajes como Rock Hudson y la emperatriz Soraya. El negocio se reveló ruinoso y hoy funciona como apartamentos

borja olaizola

Miércoles, 19 de agosto 2015, 00:26

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Un delirio. La mole del antiguo hotel Cap Sa Sal emerge como un monumento a la cultura del hormigón entre la armonía de verdes y azules de uno de los tramos más hermosos del litoral gerundense. Estamos en Begur, en el corazón de la Costa Brava, donde un camino que serpentea al borde del mar nos introduce en una postal que rescata un fragmento del más genuino paisaje mediterráneo: pinos salpicados por matas de enebro y romero que descienden hasta coquetas calas que se bañan en aguas de una transparencia irreal.

Cuando el sol del verano empieza a calentar, la brisa se llena de aromas de resina y el salitre se pega en los labios dejando un regusto que trae a la memoria ecos de veranos de olas y risas infantiles. Si a las viejas deidades griegas les diese por pegarse un chapuzón, es muy posible que se acercasen hasta rincones como Aiguafreda, Sa Tuna o Aiguablava para refrescarse.

Levantar en semejante entorno un armatoste de ocho plantas de altura con capacidad para 230 habitaciones resulta a todas luces descabellado. Pero hay que viajar seis décadas atrás para encontrar el principio del hilo que nos ha traído hasta aquí.

Estamos en 1955 y Begur es una población polvorienta que malvive debido al declive de la manufactura del corcho, que ha sido durante siglos su principal sustento. Su lejanía de los principales ejes viarios y la precariedad de sus infraestructuras la mantienen fuera de los circuitos del incipiente turismo que se acerca a la Costa Brava. Las noticias de que pueblos como Lloret, Tossa o Palamós empiezan a llenarse de enjambres de turistas en verano acentúan esa sensación de aislamiento.

En Begur, donde ni siquiera hay agua corriente, las cosas cambian de la noche a la mañana cuando se corre la voz de que en unos terrenos de Aiguafreda se va a hacer un hotel. A la familia Andreu, enriquecida sobre todo gracias a unas populares pastillas para la tos que llevaban el nombre del patriarca, el doctor Andreu, le interesa consolidar su presencia en el negocio de la hostelería. Promotores de un hotel en Barcelona y de otros dos en la comarca pirenaica de La Cerdenya, están convencidos de que el futuro pasa por el turismo de mar y echan la casa por la ventana para llevar adelante un proyecto inédito en la costa española, un enorme establecimiento con todo lo que en aquella época representa el no va más del lujo: cinco restaurantes, tres bares, cafetería-salón de té, discoteca, sala de fiestas, dos piscinas y hasta un embarcadero privado para recibir a los clientes que llegaban en sus propios yates.

Ocho años duraron las obras y el hotel, que suma 230 habitaciones y suites, abre sus puertas en julio de 1963 como un flamante cinco estrellas capaz de rivalizar con los mejores centros de la Costa Azul francesa o la Riviera italiana, los lugares de veraneo que más de moda están en la época. Entre los primeros clientes están el hijo del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, el músico Xavier Cugat, Carmen Polo, esposa de Franco, o un jovencísimo Adolfo Suárez, que más tarde sería el piloto de la Transición.

Rodajes de españoladas

Sin embargo, la consagración de Cap Sa Sal, lo que lleva a pensar a sus promotores que habían dado en el clavo, es la llegada en junio de 1966 de Rock Hudson sin previo aviso. A la presencia de Hudson, entonces en su esplendor como joven galán de Hollywood, le sigue la de una de las reinas de la prensa del corazón de la época, la emperatriz Soraya, exmujer del Sha de Persia, conocida también como la princesa de los ojos tristes.

Más allá de esos destellos puntuales, Cap Sa Sal no termina de hacerse un hueco en los circuitos del turismo de alto poder adquisitivo, que sigue optando por lugares de más solera como Saint Tropez. Se promociona como escenario de rodaje para españoladas protagonizadas por Paco Martínez Soria o José Luis López Vázquez e incluso se consigue hacer un hueco en alguna película extranjera.

Pero las cuentas siguen sin cuadrar y las pérdidas se multiplican. Alarmados por la magnitud del agujero, los Andreu se deshacen del hotel en 1971 por mucho menos dinero del que les había costado levantarlo. Aunque presencias como las de la familia del magnate Stavros Niarchos o del dictador africano Mobutu Sesé hacen soñar a los nuevos propietarios con una posible revitalización, el destino de Cap Sa Sal está escrito.

El hotel cierra sus puertas en 1978 y un año después sus habitaciones son transformadas en apartamentos para su venta. La mole desafiante de Cap Sa Salt, convertida hoy en una peculiar comunidad de vecinos, es una buena metáfora de los riesgos que tiene la euforia desmedida.

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