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El París de las maravillas

El París de las maravillas

El Lido renueva el cabaré con un espectáculo de Franco Dragone, pionero del Circo del Sol, bailarinas espectaculares y una inversión de 25 millones

fernando iturribarria

Lunes, 20 de julio 2015, 00:07

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El Lido renueva el cabaré. Por dentro y por fuera. El contenido y el continente. En cuatro meses de obras ha remozado sus locales en los Campos Elíseos, incluida la sala panorámica de 2.000 metros cuadrados con un aforo de 1.132 plazas. El cierre ha sido aprovechado para poner a punto Paris Merveilles, la 27ª revista musical de la mítica sala y primera de la nueva era de un género revolucionado. Este París de las maravillas desempolva los estereotipos eternos de la Belle Epoque con el plumero mágico del escenógrafo italo-belga Franco Dragone, director artístico de la primera etapa del Circo del Sol.

El creador de espectáculos como Saltimbanco, Quidam o Alegría ha enriquecido el repertorio clásico con números circenses de acróbatas, contorsionistas, volatineros, teatro de sombras y hasta una tragasables tatuada de los pies a la cabeza, Lucky Hell. De los sótanos del escenario lo mismo emerge una fuente repleta de surtidores que se transforma en jardín exuberante, una pista de hielo para disfrute de una pareja de patinaje artístico o una lámpara de cinco metros de altura con 40.000 lágrimas de cristal en la que se contornean cinco mujeres sin traje de luces.

Un muro de pantallas gigantes LED permite prolongar el fondo de la escena con proyecciones de imágenes y efectos visuales de tecnología puntera. Los decorados virtuales reproducen el París soñado por Amélie Poulain como una tarjeta postal en 3D, exploran bosques de farolas callejeras poblados de noche por siluetas lascivas y multiplican hasta el séptimo cielo los peldaños de la escalinata art nouveau inevitable en la contraportada de toda revista que se precie.

DE LUJO

  • Hasta 400 euros. Cien kilos de plumas de avestruz sudafricana, teñidas de rosa y montadas a mano, cubren las faldas de las 27 bailarinas del cancán que amenizan las cenas-espectáculo del Lido. Bajo la dirección del chef Philippe Lacroix, 33 personas preparan en cocinas 21 platos repartidos en tres cartas de un menú elaborado con la ayuda de la escuela de Alain Ducasse y la repostería de Lenôtre. Los precios oscilan entre 165 euros y los 400 que cuesta la velada en palco privado.

Un mimo clonado del Bip de Marcel Marceau sirve de guía en esta alquimia de tecnología ultramoderna y poesía visual que rompe con la tradición al suprimir los diálogos y confiar el hilo conductor por primera vez a una cantante en lugar de la primera vedette. Como si de una simbiosis de Edith Piaf con Amy Winehouse se tratara, Manon Trinquier, una mezzo-soprano de 24 años descubierta en la versión francesa de The Voice, lleva la voz cantante del sencillo relato de una chica de París que sueña con triunfar en el Lido.

«Las atracciones están en el corazón de la tradición de la revista, pero he deseado que lo estén más aún y que se conviertan en parte integrante de la historia que contamos en escena», explica Franco Dragone que el año 2000 fundó su propia empresa de espectáculos a lo grande en La Louvière, la ciudad minera belga a la que emigraron sus padres italianos. «Abrimos el cofre de los tesoros para que cada velada el espectador pueda vivir una experiencia única, espectacular e íntima, nostálgica y ultramoderna, sensual y extravagante», propone el artífice de shows grandiosos en Las Vegas, Macao, Dubai o Wuhan, donde la ciudad ha invertido 200 millones de dólares en la construcción de un auditorio circular a la medida de sus delirios de grandeza.

El estilista Nicolas Vaudelet, excolaborador de Christian Lacroix, John Galliano y Jean-Paul Gaultier, ha diseñado los 600 vestidos que apenas cubren la escultural anatomía de las 24 Bluebell Girls, bailarinas de formación clásica con una estatura mínima de 1,75 realzada por tacones de 9 centímetros. «El Lido a mis ojos es un monumento, es como si me hubieran pedido repintar la torre Eiffel», celebra este modista capaz de colocar fibras ópticas en los trajes para cambiar su color a distancia o de dirigir la incrustación manual durante semanas de 40.000 brillantes Swarovski en los bodys de las cabareteras.

Los efebos

El bailarín Leonard La Michel, fichado de la compañía neoyorquina de Bill T. Jones, ejerce de maestro de ceremonias al frente de los catorce Lido Boys, «verdaderos efebos», según el criterio experto de la revista gay Tetu. «Hemos buscado la esencia del vestuario parisiense en el siglo XX con referencias cinematográficas a Michèle Morgan, Maurice Chevalier e Yves Montand, sin olvidar a los camareros de los cafés», expone Vaudelet, que conoció a Franco en una creación común para el Ballet Nacional de España.

La omnipresente partitura original, con ritmos de swing, soul, jazz y chanson en la que no falta el inevitable acordeón, es obra del compositor Yvan Cassar, arreglista de estrellas de la música francesa como Mylène Farmer, Johnny Hallyday, Jacques Dutronc o Roberto Alagna. La coreografía está firmada por Benoit-Swan Pouffer, formado en la Alvin Ailey Dance School de Nueva York, que ha recuperado el french cancán que el Lido abandonó en 1991 a la competencia del Moulin Rouge.

Con una inversión de 25 millones de euros y concebido para permanecer diez años en cartel, el espectáculo renovador es una apuesta de la multinacional Sodexo, propietaria única del local desde 2009, para incrementar la facturación en un 30% en tres años hasta alcanzar los 50 millones. A medio plazo, el reto consiste en duplicar la cifra anual de espectadores que en la actualidad es de medio millón, la mayoría turistas, que descorchan 300.000 botellas de champán a la eterna salud del cabaré.

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