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En Barcelona. Eran principios de los setenta y todos se llevaban bien: Mario, Patricia, José Donoso y su esposa Pilar, Mercedes, la mujer de García Márquez, y el propio ‘Gabo’.

La prima Patricia

La mujer que ha compartido los últimos 50 años con Mario Vargas Llosa digiere como puede que su marido se haya enamorado de Isabel Preysler

irma cuesta

Martes, 16 de junio 2015, 01:47

L a noche que Mario Vargas Llosa recibió el premio Nobel comenzó su discurso como uno imagina que deben empezar los recuerdos de un escritor: ... por el día en que aprendió a leer. Contó cómo, con cinco años, la lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance de aquel pedacito de hombre que era entonces el universo de la literatura; elogió a sus maestros y sus historias y, como no podía ser de otro modo, habló del Perú: de Arequipa, de Miraflores, del colegio San Miguel... pero, sobre todo, porque solo entonces se le quebró la voz, de su mujer. «El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: Mario, para lo único que tú sirves es para escribir».

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