#Dancingman, el hombre que fue humillado en Twitter, ya baila acompañado
Sean O’Brien, natural de Bristol de 46 años, lo daba todo en la discoteca hasta que empezaron a mofarse de su obesidad. Internet se rebeló y varios famosos le montaron una fiesta inolvidable en Los Ángeles
DANIEL VIDAL
Viernes, 29 de mayo 2015, 01:06
Cuatro descerebrados con móviles de última generación y mucha pasión por el desenfreno en Mallorca se habían empeñado en contar un cuento cruel, de esos ... tristes y desgarradores. Pero un puñado de ciudadanos con corazón reescribió el guión y acabó construyendo un final muy feliz. «Siempre habrá gente mala en el mundo, pero hay mucha más gente buena», sentenciaba Sean OBrien, el protagonista de esta historia, poco antes de pegarse la juerga más grande de su vida. Todo en su honor. Todo por él. La primera fiesta, quizá, en la que no se mofaban de su aspecto, de sus contoneos en la pista de baile. Y por si fuera poco, con el cantante Moby a los mandos de la cabina del DJ para animar el cotarro.
El caso es que a Sean OBrien siempre le ha gustado mover el esqueleto. Sobre todo en los pubs y discotecas de Liverpool (su ciudad natal) y Londres, donde reside habitualmente este gigantón de 46 años, tez blanquecina y con una evidente obesidad. Sean baila «mucho», pero baila «mal, mal, muy mal», reconocía en una entrevista en televisión. Y tampoco era una excepción la noche del pasado mes de marzo en la que una pandilla de chavales advirtieron su presencia en un local de La City, dándolo todo en la pista mientras sonaba un intenso pumba-pumba. A los críos les debió de hacer gracia, así que sacaron sus móviles y le cosieron a fotos mientras se desternillaban de la risa. Sean OBrien se dio cuenta, paró de bailar, metió las manos en los bolsillos, se miró su gran panza y agachó la cabeza mientras seguía retumbando el pumba-pumba. Para él, se había acabado la fiesta y empezaba un profundo sentimiento de vergüenza. Pero los chavales seguían con el pitorreo. No contentos con chafarle el momento, colgaron dos fotos con el antes y el después del baile en las redes sociales, acompañadas de la frase: «Vimos a este especimen intentando bailar la semana pasada. Paró cuando nos vio riéndonos».
Pero internet se rebeló. Estas duras imágenes no tardaron en hacerse virales y levantaron una ola de indignación entre los usuarios. «¿Podemos encontrar al hombre de la foto y decirle que es estupendo y que le queremos?», preguntó una tuitera. La influyente escritora norteamericana Cassandra Fairbanks inició entonces una campaña para encontrar a Sean OBrien con la etiqueta FindDancingMan (encontrar al hombre que baila), que se terminó convirtiendo en todo un movimiento social con miles de retuits: «Hay un enorme grupo de mujeres en Los Ángeles a las que les gustaría hacer algo especial», añadía Fairbanks. Todo aquello surtió efecto y solo un día después apareció el dancing man. Y con la enorme sonrisa de la que siempre ha presumido y que, a pesar de todo, no le lograron borrar en la discoteca.
Mil personas de fiesta
Fue entonces cuando Sean OBrien se enteró de los verdaderos planes de Cassandra Fairbanks y algunas personas más: se habían propuesto recaudar 20.000 dólares para pagarle un billete de avión a Los Ángeles y montar un fiestón antológico, con Sean como estrella invitada, para que todo el mundo pudiera moverse libremente, sin sentirse observado, ni ser objeto de burlas lacerantes. «Todo el mundo debería poder bailar y disfrutar una noche sin crueldad», explicó la propia Fairbanks, que ha terminado por crear el Dance Free Movement (Movimiento del Baile Libre). La fiesta se celebró el pasado fin de semana en el Avalon, un club nocturno de Hollywood, en el que se reunieron más de mil personas. Entre ellas, la cantante Meghan Trainor y Monica Lewinsky, que también fue víctima del acoso machista tras su episodio con Bill Clinton y se ha convertido en una reconocida activista contra el bullying. Además, el cantante Pharrell Williams mandó un mensaje por vídeo y Moby, el DJ de la parranda, se marcó el Happy varias veces para que los felices bailarines menearan el cuerpo sin tapujos. Poco antes de dejarse llevar por el calor del foco de la discoteca, el dancing man se pegó una buena ruta turística y hasta hizo el saque de honor en un partido de béisbol entre los Dodgers y los Padres de San Diego. «Esto es lo más surrealista que me ha pasado en la vida», mascullaba el bueno de Sean mientras movía la cintura junto a una damisela. «¡Es increíble!».
«Las personas que trabajan juntas pueden cambiar las cosas. Podemos hacerlas mejor, podemos hacer el bien», lloraba a moco tendido en la fiesta una emocionadísima Cassandra Fairbanks, la principal promotora de que la historia de Sean O Brien tuviera un final feliz. Y Sean, claro, la abrazaba y la besaba como si no hubiera un mañana. Además, habían recaudado casi 40.000 dólares, el doble de lo previsto, y parte del montante se destinará a diversas organizaciones que luchan contra el acoso a todos los niveles. Y lo mejor: todavía quedan muchas noches para mover las lorzas libremente al ritmo de la música.
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