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Vive en un huequito de la iglesia de San Cirilo y San Metodio y cada día recorre 20 kilómetros para acudir hasta su puesto limosnero.

Más paciencia que un santo

Dobri, 'el santo de Baylov', como le llaman algunos, destina cuanto le entregan (él nunca pide, solo deja su arquita en el suelo) a obras de caridad, a financiar restauraciones de iglesias y monasterios

JULIÁN MÉNDEZ

Domingo, 6 de julio 2014, 00:07

Y más sordo que una tapia. Con dos frases hechas podría resumirse la vida de Dobri Dobrev, un mendigo de 99 años que, cada día, ... coloca delante suyo una cajita en la puerta de entrada a la catedral Alexander Nervski de Sofía, la capital de Bulgaria. Pero ese compendio apresurado dejaría de lado una vida compleja, rodeada de misterios, y que apenas despierta ya la curiosidad de sus paisanos, para quienes Dobri forma parte de ese escenario de limosneo y pobreza que rebosa en las calles.

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