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Luis ajusta el costal con ayuda de otro miembro de la hermandad mientras este echa su peso sobre el trozo de tela. Unos rayos de sol se cuelan en el momento, pero desaparecen al instante. El reloj marca las 15.30 horas y el ambiente muestra cómo más de cien costaleros de la Hermandad del Santo Via Crucis se preparan para su salida pese a la elevada probabilidad de lluvia. Cambian su vestimenta, se calzan las zapatillas más adecuadas para el recorrido y sujetan sus fajas. Colocan los costales a las medidas indicadas. Ya están listos. Queda una hora para su gran cita, pero aún no está decidido si podrán procesionar por la predicción de lluvia. Miran al cielo con esperanza. Las nubes disminuyen la luz y empeoran el panorama. «No pinta muy bien, pero hay que esperar hasta el último momento para saber qué se decide», comenta uno de los hermanos. Pero la creencia entre la mayoría es clara. Este año las precipitaciones tampoco les dejarán salir.
Las gotas comienzan a manchar el suelo del recinto de la Iglesia san Juan de los Reyes, en pleno Albaicín, donde las cuadrillas se reúnen con antelación para no sufrir ningún inconveniente. El agua se transforma en granizo y la temperatura baja. Pero su actividad continua con normalidad por si hubiese algún cambio drástico e inesperado de última hora. Los costaleros se separan por grupos y se alinean por estaturas para completar la igualá, que indicará la fila en la que debe ubicarse cada uno de ellos. Se remangan los bajos del los pantalones, reparten el indicativo de los relevos y ultiman los detalles con los que estarán preparados. La lluvia cae sobre el techado y se mantiene de forma intermitente. El capataz, Dionisio Martínez, se dirige a los presentes y valora la situación. «Las ganas que tenemos de salir son tremendas, pero las condiciones son las que son», dice. Expresa su satisfacción y agradecimiento por ver a tanta gente entregada a la hermandad al tiempo que recuerda que son ya 20 los años que procesionan. «Sois privilegiados», destaca. «Formar parte de esta cofradía es disfrutar de un ambiente de otra época, más romántico», añade Dionisio Martínez.
Cuando la hora se acerca, confirman las dudas. La estación de penitencia queda suspendida. Aunque el cielo da una tregua, la previsión de lluvia hasta las 22.00 horas obliga a tomar la decisión, que reciben con resignación y comprensión. «No nos podemos arriesgar, qué le vamos a hacer», se escucha. «Los chaparrones se van a repetir hasta la noche según el parte consultado», anuncia el hermano mayor de la cofradía, Vicente Gomariz frente a multitud de costaleros que lo escuchan atentos.
La junta directiva actual, que lleva seis años, ha podido salir solo en una ocasión el Martes Santo por la pandemia y las condiciones meteorológicas. «Es muy duro ver cómo cada año nos dicen que al siguiente será», expresa Adrián, uno de sus costaleros. Viven la fecha con devoción, con esfuerzo y entrega. A los ensayos le suman los días de espera, el nerviosismo, la tensión y la decepción que supone ver que otra Semana Santa más se quedan en las puertas. Con el paso de los minutos, la frustración desaparece y da paso a la resignación. Hablan, comparten y se consuelan. «Esperemos que, esta vez, el tiempo sí nos respete el año que viene», sentencian. Retomarán los ensayos con las mismas ganas en 2026. Su cuenta atrás para el próximo martes Santo ya ha comenzado.
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