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Hamelin, una leyenda hecha ciudad

Hamelin, una leyenda hecha ciudad

El Flautista de Hamelín es uno de esos personajes que nunca se olvidan. Cuenta el cuento que gracias a él las ratas desaparecieron del lugar; pero ahora, muchos siglos después, parece que toda la ciudad le tiene mucho cariño a esos 'simpáticos' roedores… A fin de cuentas ¡todo es un cuento!

pedro grifol

Hamelin

Miércoles, 5 de diciembre 2018, 14:17

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Todo en Hamelín recuerda al flautista y su famosa leyenda, una leyenda llevada a cuento por los Hermanos Grimm que con los años se ha convertido en uno de las historias más famosas de la Historia; y que ha sido capaz de hipnotizar a tantas generaciones como el propio flautista hipnotizó a las ratas que se llevó al río. Así que sigamos los pasos del flautista y dejémonos llevar por los recovecos de la ciudad de Hamelín.

La época navideña es un buen momento para visitar esta encantadora villa medieval de la Baja Sajonia porque tiene uno de los mercadillos de Navidad más atractivos del norte de Alemania. En él se instalan más de cincuenta casetas de madera espléndidamente engalanadas donde podremos alegrar el paladar con clásicos dulces navideños y con glühwein, el típico vino caliente con especias. En Marktkirche colocan cada Navidad una pista de hielo para niños, y el histórico edificio de la Hochzeitshaus –es decir: Casa de Bodas (aunque nunca se haya casado nadie en el edificio)– se convierte en un gigantesco calendario en el que se van iluminando los días de Adviento. Este edificio es emblemático por dos motivos: porque es un magnífico ejemplo de arquitectura estilo weser renaissance (se acabó de construir en 1617); y porque allí se encontraba la farmacia de Friedrich A. Sertürner, el descubridor de la morfina, que trabajó allí hasta su muerte en 1841. Una placa conmemorativa recuerda al insigne farmacéutico.

También en la fachada de la llamada Casa de Bodas está el carillón que tres veces al día (13:05, 15:35 y 17:35 horas) recuerda la figura legendaria del flautista en un carrusel girante que aparece al abrirse una ventana de metal. Un mini-show que los más pequeños miran embelesados. Otra parte del mercado está dedicada los antiguos oficios artesanales; donde podemos regalarnos nuestra propia bola de Navidad en el taller de Schauglasbläserei con la profesional ayuda de un soplador de vidrio.

Casco antiguo intacto

Hamelín tuvo la fortuna de no haber sufrido daños devastadores durante la Segunda Guerra Mundial por parte de los aliados –exceptuando la iglesia de San Nicolás–, como si sucedió en numerosas ciudades alemanas, lo que nos permite admirar la mayoría de sus edificios todavía en todo su esplendor. Las calles Neue Markstrasse y Alte Markstrasse exaltan la riqueza de la época dorada de la ciudad –siglos XV y XVI– y han sido ampliamente reproducidas por pintores de todas las épocas. Aun en esas calles persiste la rivalidad entre sus moradores deseosos de que se aprecie su ostentación burguesa. Un perenne desafío vecinal.

La calle Osterstrasse, llena de casas de madera entramadas, es la arteria principal de la ciudad. Allí podemos seguir a las ratitas de bronce que están esculpidas sobre el empedrado y que nos indican el camino que siguieron los niños que desaparecieron… ¡Ah! pero vamos a recordar el cuento: En 1284, mientras la aldea de Hamelín sufría una invasión de ratas, apareció en el lugar un personaje muy singular vestido con ropa multicolor que decía que con el poder mágico de la melodía de su flauta era capaz de liberar de ratas toda la aldea. A cambio, recibiría una cantidad de dinero. Los aldeanos, a su vez, prometieron pagarle por la expulsión de las ratas. El flautista pasó a la acción, las ratas salieron de sus escondrijos y las condujo al río, donde murieron ahogadas. Sin embargo, cuando los habitantes del pueblo se vieron libres de las ratas, no cumplieron su promesa y se negaron a pagarle. Enfurecido, el flautista salió de Hamelín y juró regresar para vengarse. Días más tarde, mientras el pueblo se preparaba para una fiesta, el flautista regresó e hizo sonar su flauta de nuevo. La melodía, en esta ocasión causó estragos entre los niños que sin saber por qué comenzaron a seguirle. El flautista se llevó a ciento treinta niños, que desaparecieron ante los ojos impávidos de los mayores. Solo tres consiguieron salvarse: un cojo que no pudo seguir el ritmo, un sordo que no escuchaba la música y un ciego que no podía ver hacia dónde iban.

Históricamente, parece ser que mientras la primera leyenda (la de las ratas en hipnotizadas con la música) no tiene ninguna base creíble; la segunda parte puede que sí la tenga. Posiblemente se trate de un éxodo de personas jóvenes de la ciudad causada por la llamada Colonización de Oriente, un proceso migratorio que se produjo en territorio alemán en dirección hacia la Europa del Este en plena Edad Media. Apellidos originarios de este pueblo alemán han aparecido en Polonia, Hungría e incluso en Transilvania.

En nuestro paseo callejero llegamos a la Bungelosenstrasse (o la calle sin sonido). Esta calle fue el último sitio por donde pasó la comitiva del flautista con los niños el 26 de junio de 1284. Todos los lugareños saben que en dicha calle no se puede tocar ningún instrumento, ni cantar, ni reír… en memoria de los desaparecidos. En la esquina de esa misma calle con Osterstrasse, se encuentra la Rattenfängerhaus, 'la casa del cazador de ratas' (www.rattenfaengerhaus.de), uno de los edificios imprescindibles de la ciudad para visitar por fuera y también por dentro, porque es una especie de museo de curiosidades de la familia propietaria: tallas en madera, cuadros, antigüedades… Hoy en día es un magnífico restaurante donde podremos comer platos tradicionales alemanes: sopa de calabaza, salchichas, pretzels, y su genuina especialidad: 'colas de rata', un potentísimo guiso que tiene de todo (excepto rata).

El flautista en persona

Una vez al día (consultar horario con la Oficina de Turismo y la disponibilidad de idioma) los visitantes pueden ir al encuentro del 'verdadero' flautista cazador de ratas. Se trata de hacer una visita guiada por el casco antiguo donde el personaje de cuento hechiza de nuevo a las masas -en esta ocasión turistas- con su música y sus historias.

En el recorrido cabe destacar la subida a la torre de Nicolaikirche, que aunque la iglesia es bastante nueva, ya que se construyó en el año 1957 sobre los restos del antiguo templo del siglo XI destruido casi por completo en 1945 durante la II Guerra Mundial, la panorámica que contemplaremos desde lo alto será la de la planta de la ciudad medieval. En el interior de la iglesia podemos encontrar una vidriera de colores con la imagen del flautista que es una recreación de la que ya existía en el Medioevo.

En Hamelín muchas casas tienen pintado en su impecable dintel los datos de a quien perteneció, quien la construyó, y la fecha de su edificación, lo que nos permite comprobar la edad de cada edificio (se leen datas tan antiguas como 1515), así como la utilidad dada al mismo en el trancurso del tiempo. En la misma calle principal, Osterstrasse, se encuentran dos casas renacentistas dignas de mención: la Stiftsherrenhaus y la Leisthaus. La primera luce una fachada que podríamos calificar (salvando las distancias) como la versión medieval de una moderna construcción de acero y vidrio de hoy en día… por sus grandes ventanales. La segunda luce una exquisita fachada perfectamente restaurada que muestra figuras en relieve policromadas, y alberga la colección permanente del Museo Hameln (www.museum-hameln.de), peculiar espacio donde se narra la historia de la fábula del flautista y algunas curiosidades.

Antes de abandonar esta ciudad de cuento solo nos queda elegir qué souvenir nos gustaría comprar, que por supuesto será una rata. Las podemos encontrar en cualquier sitio, y de cualquier forma, tamaño y material… incluso hay panecillos en forma de ratón. Usted elige.

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