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Imagen del capítulo 6 de 'Los Anillos del Poder'. RC
El señor de los anillos en Amazon | Crítica del episodio 6 de 'Los anillos del poder': ¿Dónde está la pasta?

Crítica del episodio 6 de 'Los anillos del poder': ¿Dónde está la pasta?

El sexto capítulo de la serie acaba en alto, pero llegar hasta su demoledor clímax resulta agónico. Por fin se enciende la traca, o eso parece.

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Viernes, 30 de septiembre 2022

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Liberados mentalmente de batallitas culturales, centrándonos en la historia y su empaque, cabe preguntarse a estas alturas, tras seis entregas fulminadas, ¿dónde está la pasta? «Show me the money», como le decía el personaje de Cuba Gooding Jr. a Tom Cruise en 'Jerry Maguire. El quinto capítulo acababa estratosféricamente, con la salida de los barcos del puerto de Númenor, abriendo de par en par las puertas al espectáculo, pero el nuevo episodio no comienza con similar energía. El encontronazo entre las fuerzas del bien y del mal que esperamos con ansia tarda en llegar, hasta el punto de consumir prácticamente una hora de metraje. Los orcos, a los que no les gusta la luz pero llevan antorchas por la noche, para que se les vea bien de lejos, luego no gozan de ninguna capacidad extrasensorial para ver mejor entre las sombras, asedian la torre donde los humanos y Arondir, el elfo guerrero silvano, aguantan el tipo frente a la amenazante jauría. La carnicería puede ser de aúpa, pero la contienda se resuelve con poca contundencia y una narrativa discutible. A golpe de piedra caída del cielo.

Las piruetas de Arondir, el elfo saltimbanqui, se antojan irritantes. Tiene superpoderes a ratos. Salta como una gacela pero luego se tropieza con el enemigo en plan Mr. Bean. Sus coreografías en la lucha, igual que las de Galadriel -que no se quita la armadura ni para dormir-, rompen el tono de la serie, donde no cabe un ápice de humor si no irrumpe el inefable Durin en escena. Se echa de menos la subtrama del enano y compañía en un episodio menos tenso de lo necesario que transita tan solo por dos sendas que acaban cruzándose irremediablemente: las pobres Tierras del Sur y los viajeros de Númenor que se desplazan a través del océano espacio-temporalmente con la magia de las últimas temporadas de 'Juego de Tronos'.

Nos estamos olvidando de los pelosos, pero la identidad de Sauron sigue siendo el mayor leitmotiv de la historia. El misterio que late en la mente del espectador es una simple cuestión: ¿hasta dónde va a ser capaz de estirar el chicle el equipo de guionistas? Confirmamos que su sentido de la maravilla se nutre del cine estadounidense mainstream de antaño, desnaturalizado y comprimido. Ya nos hemos comido varios momentos Indiana Jones, y los que quedan… con esa enigmática espada quebrada que acaba siendo la llave de un escape room demoniaco.

Mejoran los diálogos

Los diálogos, la asignatura pendiente del arranque de 'Los anillos de poder', siguen mejorando por momentos, sobre todo en boca de Galadriel, el personaje más interesante de la serie a partir del desenlace de esta última entrega, donde se deja llevar por pensamientos éticamente reprobables. «No menosprecies el trabajo que hace humilde el corazón», recita a Isildur la comandante elfa antes de ser poseída por un desbocado delirio justiciero. «La humildad ha salvado reinos que el orgullo había llevado a la ruina». Hay exceso de frases motivacionales presentes en la historia, a lo 'Braveheart' pero sin excesos en el combate. Es muy difícil superar «¡Es tiempo de ira, de holocausto y de rojo amanecer! ¡Adelante, Eorlingas!». La sombra de Peter Jackson sigue siendo alargada pero por fin vemos a jinetes cabalgando que llegan en el momento oportuno, un poco por la cara, a resolver el conflicto. Llegan exactamente en el minuto 35, en mitad del capítulo, cuando el «show me the money» suena alarmista en nuestro cerebro. Por fin llega la pasta, ¿fuegos artificiales?

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Alguna pausa melodramática, con puesta de sol incluida, no falta en el menú de una entrega que podría retitularse 'Así se hizo Mordor'. También se exprime, una vez más, la cámara lenta en busca de la épica. Corre a borbotones la sangre negra de orco, con un homenaje al giallo de final previsible incluido, y algo de sadismo gratuito, pero los villanos de la función acaban resultando hasta simpáticos. También buscan su hogar, como los pelosos, lo que genera unas connotaciones políticas contradictorias. La cineasta sueca Charlotte Bradstrom ('El visitante', 'Arrow'), con oficio televisivo, asume la dirección, tediosa hasta un grandioso final apocalíptico, en el cual solo falta que suenen los Pixies como en 'El club de la lucha'. «No se puede saciar la sed bebiendo agua del mar», afirma con su cara de matarife Galadriel, cuyo rol camina más que nunca por zonas grises, abrazando la oscuridad. «No se puede saciar el hambre de aventura sin poner toda la carne en el asador», añadimos expectantes.

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