De lecturas
Wenceslao-Carlos Lozano
Miércoles, 22 de enero 2025, 23:04
Tras publicar en esta sección literaria 'De libros' y 'De bibliotecas' (en que, para no derivar como Balsa de la Medusa en tamaño piélago temático, ... me ceñí a dos breves textos de autoría), mantengo aquí la pauta con el ensayo de Schopenhauer 'La lectura y los libros' (1851), dada la importancia de una actividad, según el filósofo, ya harto degradada en su tiempo. Claro que sus parámetros han evolucionado, pero si la proliferación de libros «inútiles» le parecía por entonces enorme, ¿qué opinaría hoy el hombre?
Incide en la importancia de pensar además de leer, pues la actividad lectora puede ser negativa cuando se practica en exceso, al reducir a mera asimilación imitativa la facultad de pensar por uno mismo. O sea que así no hacemos sino repetir el proceso mental elaborado por otro: «Una lectura continua paraliza más el espíritu que un trabajo manual incesante, pues este, al menos, permite entregarse a los pensamientos propios». Actuando de ese modo, «no se llega a rumiar, y sabido es que solo rumiando se asimila lo leído». Por tanto, es preciso reflexionar y releer atentamente para que arraigue lo leído en la mente y no se nos escape buena parte de su sustancia. Algo que ha detectado en muchas personas instruidas: cuanto más leen, menos huellas quedan en ellas de lo leído.
Por otra parte, los adocenados seguidores de las modas apenas leen a los grandes autores. Y es que otro de los vicios de lectura consiste, ¡ya en su época!, en leer novedosas mediocridades muy publicitadas por motivos comerciales, o lo último 'sobre' algún ilustre clásico, de quien solo se conoce el nombre mientras que abundan las disquisiciones sobre su vida y obra: una pulla a aquellos críticos y profesionales de la cultura que no viven 'para' el conocimiento, sino 'de' él.
Conforme a su merecida fama de cascarrabias, nuestro filósofo no deja títere con cabeza entre sus contemporáneos (notoria es su ojeriza a Fichte, Schelling y Hegel), obsequiándonos de pasada con otros sonoros bufidos, como que «bueno sería comprar libros si se pudiera comprar tiempo bastante para leerlos, pero se suele confundir la compra de libros con la apropiación de su contenido». O, ahora con más razón que un santo: «La policía sanitaria debería, en interés de la vista, vigilar por que la pequeñez de la impresión tuviese un mínimo fijo, del que no pudiera pasarse.». Gruñón el gran pensador, pero entendido en lo suyo.
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