Virginia Woolf
El patio de los neones ·
Fernando Fedriani
Granada
Martes, 7 de mayo 2019, 00:42
El pasado fin de semana resonaron muy fuertes las palabras de Virginia Woolf en el teatro Isabel La Católica. Más allá del montaje, no me ... corresponde hablar de él porque no me dedico a realizar críticas teatrales, me conmovió la fuerza radical de su mensaje, que sigue teniendo vigencia bien entrado el siglo XXI. Si bien su postulado inicial era que las mujeres ya habían alcanzado la mayoría de los derechos, pues podían votar y también gozaban de una leve autonomía económica, debajo del texto se observa un claro deseo de conseguir más. Más libertad. Más derechos. Más igualdad.
El título de la obra que llegó hasta nosotros es «Una habitación propia». Y, debajo de un sintagma de aparente sencillez, se esconde una imagen exitosa. Para que una mujer produjese cultura, necesitaba dos factores: sustento económico y una habitación propia. Una habitación propia en la que poder desarrollar sus textos, sin verse supeditadas a la maternidad. Una habitación propia en la que poder crear, pensar y llegar hasta el fondo de sus potencialidades. Sin embargo, decía la autora, sin independencia económica no es posible ser libres, siendo este el principal de los factores. Si dependemos de los maridos, jamás podremos escoger por nosotras mismas, ni proponer ideas que sean escuchadas.
Más allá de los eslóganes, que llenan una camiseta o una pancarta (pero no nuestras mentes), la respuesta radical frente a los retos de nuestro tiempo descansa en las ideas de nuestros pensadores previos. Para comprender el futuro que estamos construyendo debemos bucear en los clásicos. Y para comprender la verdadera revolución que el feminismo encierra también debemos estudiar los cánones que lo han llevado a ser posible. Solo así comprenderemos, como el propio texto recitado indica, que los esquemas patriarcales han inyectado en millones de hombres, como si fuese un águila que nos devora el hígado, la necesidad de conseguir más, de conseguirlo todo, la incapacidad para parar, para mostrarnos vulnerables y humanos.
En suma, la libertad repercute igualmente en hombres y en mujeres porque nos lleva a repartir lo bueno, pero también lo malo, la responsabilidad y también el ocio. Si el dinero, el sexo, o incluso la literatura, nos corresponde a más, a más cabemos, con más personas lo engrandecemos y lo compartimos, dándole un valor mayor a cada espacio.
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