El villano es Marruecos; el bobo, Pedro Sánchez

Si yo fuera embajador en Estocolmo o en Londres tendría no ya que apreciar a Marruecos, me gusta su gente, sino estar enamorado de él y de sus dirigentes para no subrayar, al explicar lo que ha ocurrido, que se trata de un gobierno que no vacila, sino que probablemente ha planeado, en depositar, abandonar en tierra extraña a centenares de chavales nacionales suyos. Produce bochorno pensarlo y no reforzará la imagen de Marruecos en España, aquí se ha echado mucha caca encima en estos días, e incluso en otros países, diplomáticos, comentaristas, ong…, que se detengan a pensar de lo que son capaces los que mandan en Rabat.

Es una forma más refinada, menos comprensible y más inhumana de la que practica Erdogan. Me ofendes en algo, pues utilizo proyectiles humanos especialmente menores. Se, además, que si los rechazas con violencia habrá fotos que te dejarán en ridículo ante el mundo. Las fuerzas de seguridad española han reaccionado con enorme corrección, han salvado bastantes vidas, pero el peligro de una foto llamativa estaba ahí. Y se repetirá. El Gobierno, por cierto, ha retirado a Andalucía la ayuda de 27 millones que le debe por acoger a numerosos menas. Con un par.

Sentada la responsabilidad artera de los marroquíes, tenemos que examinar el papel de Sánchez y su gobierno. Primero, o son tontorrones en las explicaciones o nos toman por tontos. Dicen que estamos ante «una crisis migratoria» como si no supiéramos que los gendarmes marroquíes han abierto la verja, eran conocedores de los mensajes que circulaban en Marruecos –«se puede entrar en España» y a lo mejor veis a Ronaldo– que tal vez han ayudado incluso a que se difundan, nuestra ministra de Exteriores manifiesta que tenemos una excelente relación, algo muy deseable pero que esta semana evidentemente no teníamos, conceden una ayuda de 30 millones de euros a Marruecos para luchar contra la emigración clandestina el mismo día en que luchamos contra la avalancha. Por último insultan a nuestra inteligencia diciendo que esto no tiene que ver con la acogida sanitaria del líder del polisario.

Y aquí está madre del cordero, quieren tomar también a Marruecos por tonto. No lo es. Todo el sobresalto de estos días tiene que ver con el tema del Sahara. Todo. Esto el Gobierno o está en Babia o en su buenismo no lo quiere ver. Cualquier embajador español en Rabat, es igual que sea político como el penúltimo o diplomático como el actual, ha dicho 348 veces a cualquier gobierno español –yo lo hice desde la ONU– que los marroquíes sin distinción de clase o ideología ven rojo en el tema del Sahara. Son enormemente sensibles. Es cierto que la ONU no ha aceptado que el territorio sea marroquí y España viene defendiendo que aceptaremos lo que diga la ONU.

Cuando Trump se saltó lo que diga Naciones Unidas y adjudicó el territorio a Marruecos, los marroquíes suspiraban porque nosotros hiciéramos otro tanto. No tenemos por qué, debemos esperar hasta que la ONU decida. Ahora bien, no podemos pasar a restregarle a Rabat cosas que no le gustan. La primera gorda irritación vino cuando Pablo Iglesias, volando en su ego, pregonó, en vísperas de la visita de Pedro Sánchez a Rabat, que había que hacer un referéndum en el Sahara. Petición totalmente inoportuna. Hubo gran berrinche marroquí, nos advirtieron, y Pedro Sánchez no salió a la palestra para manifestar que la postura del Gobierno español no la marcaba el vicepresidente. Nueva irritación por el silencio.

Llega, entonces, la acogida al dirigente polisario para operarlo en Logroño. Decir que la ministra Laya le metió un gol a Marlaska es una niñería para columnistas sanchistas. ¿Podía la modosa ministra de Exteriores colar al del Polisario en España sin la bendición expresa de Sánchez? Imposible e inconcebible. Lo traemos de tapadillo con un pasaporte falso, lo podíamos haber mandado a Suecia pagándolo, se lo ocultamos a Marruecos y pensamos que no se van a enterar. ¡Qué ilusos! Los marroquíes se sulfuran: «Otra vez España jugando con doblez con nosotros», se suben adrede en su indignación y nos montan el penoso incidente de Ceuta.

Lección para los 231 asesores de Moncloa: «Si quieres que Marruecos te toque los cataplines de forma ostentosa haz algo en el Sahara».

Ahí estamos. Podemos diseñar una diplomacia «feminista y ecologista» (con otro par), inventar un Disneyland para España en el programa 2050. Podemos, con Marruecos, alardear de humanitarismo y pregonar la postura de autodeterminación saharaui de la ONU en vez de, sin negarla, no hablar de ella a destiempo. Todo muy bonito pero no te saldrá gratis.

Sobre todo si tenemos en cuenta que el estratega Sánchez no esta precisamente en sintonía en el tema del Sahara con su 'amigo' Macron y no tiene interlocución con su vecino más incómodo (Rabat) y con su aliado más importante (Biden) que no se le ha puesto al teléfono en 120 días. Falta de diálogo que es casi un récord.