Viejos hábitos que no volverán
Tribuna ·
Como lingüista me atrevo a vaticinar que algunos dichos o frases hechas no se dirán más: el concierto registró un «lleno absoluto»Martes, 1 de septiembre 2020, 00:42
Eso de poner el pie izquierdo en el saliente inferior de la barra de un bar, el codo izquierdo sobre la barra, beber de lado ... y mirar para la derecha sobre el hombro de mi amigo; eso no volverá. Eso de tirar la servilleta al suelo una vez utilizada, coger otra para las manos manchadas de carne en salsa, limpiarse los morros y beber cerveza dejando la espuma en los labios; eso no volverá. Beberse tercios de cerveza, uno detrás de otro, y dejar los cadáveres sobre la barra; nada. Apretujarse, ir en grupo, coger en la barra, compartir la tapa, rebañar el plato al final; nada de nada. Eso no volverá. Esas partidas de póker en la trastienda del bar, esa humareda dibujada en los rayos de bombilla oscilantes, esos fichazos de dominó en la madrugá trasegados con aguardiente del mono dominguero. Esos momentos eternos, de silencio intrigante y ceniceros malolientes, esos se perderán por las esquinas de las plazas, esos no volverán.
En la casa, ese estar todo el día en pijama, de la cama al sofá, del sofá a la silla, de la silla al sofá, del sofá la cama. Eso no te lo permitirán. Más bien, se sale con zapatos y se entra con zapatilla, se sale con tapabocas y se entra con geles. Se sale duchado y se entra para ducharse. Ya nuestro 'dicharachero' español recoge la frase «cogérsela con papel de fumar» para indicar excesiva pulcritud y mojigatería, o sea, que vamos a tener que volver a lo que no queríamos y denostábamos. Invitar a la casa de uno, plantar una barbacoa comunitaria, todos en francachela, ser la mar de sociable, metomentodo, apañado, tener amigos a tutiplén; todo eso va a pasar a la historia. Aquí no se van a saltar más tapias, ni abrir más flores. Cada mochuelo a su olivo y cada golondrina a su nido con su pareja. Fríos como los finlandeses, acartonados como los noruegos: ni los besos de la flaca, ni las carantoñas de la gorda; ni abrazos, ni achuchones, ni espaldarazos ni choqueteos. Nuestro admirador el hispanista Haverkate dice que los españoles tienden a enfatizar la solidaridad entre los interlocutores, mientras que los holandeses conceden más valor al distanciamiento social. Otros autores nos comparan con los británicos en igual sentido; por fin otros llegan a decir que las culturas mediterráneas son más corteses que las del norte de Europa. Alguien ha observado cómo discuten dos norteamericanos: a un metro de distancia, mientras que dos españoles lo hacen a medio metro; el colmo es el italiano que lo hace a diez centímetros. Algún turista me ha dicho de los italianos: «Parece que se van a pegar, pero nada», que no llega la sangre al río. Toca a norteuropeizarnos.
En la calle, colarse por haber conocido a un amigo, decir que voy pero no iba, solo para dejar algo y recoger lo propio. Nada de nada. Andar por dondequiera uno, cruzar por Versalles, salir por Singapur. Nada. Eso no se estilará. Adiós quedadas entre amigos, adiós junteras 'pal' fútbol, adiós botellonas domingueras, adiós conciertos multitudinarios de mis músicos apasionantes, adiós, golondrinas, adiós. ¡Cuántos mítines ficticios en la política del autobús y el bocadillo! ¡Cuántos encuentros fervorosos a los pies de escalinatas! ¡Cuántas bodas señoriales de mantel y cuenta corriente! ¡Cuántas inauguraciones a base de cóctel y tentempié! Al limbo se van del olvido y la pesadilla. Nunca más volverán.
Como lingüista me atrevo a vaticinar que algunos dichos o frases hechas no se dirán más: el concierto registró un «lleno absoluto», la función arrojó un «éxito total», «éxito de público y crítica». El estadio presentaba un «lleno hasta la bandera» No cabía en la iglesia «un alma más». La plaza de toros estaba «abarrotá». El estadio estaba «a reventar». Se celebró una «manifestación multitudinaria». Olvidemos la masa, la masificación, el tumulto, la exaltación, el fervor.
No se podrán aplicar criterios económicos a la sanidad, a la dependencia ni a la vida académica (hay que reformar las ratios en el sistema educativo: de pequeñas a grandes según suba el nivel académico, pero ni treinta al principio, ni 125 al final). No deben valer los cortes para las carreras, ni los cupos, ni las limitaciones para el ingreso en centros. No se podrá obligar a estudiar a todos. No todos podrán llegar al mismo nivel académico. Ni todos tienen que llegar a la universidad. En las evaluaciones y en las baremaciones, el criterio cualitativo estará por encima del cuantitativo (no a más artículos mejor calificación; ni lo mejor es sacar una nota media porque lo medio no es lo mejor). Otros tiempos, pero desengañémonos, como hemos sufrido, como hemos gozado, como hemos querido los de antes, los de ahora ni sufrirán ni gozarán, ni te querrán ni te recordarán los de mañana.
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