La vieja Europa se ha vuelto de repente mucho más vieja sin las fuerzas y el vigor de antaño, cuando se aprestaba vestido de legionario ... romano o fraile beligerante a infundir miedos y alertas. Lo mismo que llevó el raciocinio y el respeto por el ser individual en sus cartas y normas. Cierto que expolió en castellano, inglés, francés o neerlandés. Tuvo Lepantos y Normandías para frenar lo que llegó amenazante de fuera o desde dentro. Dejó mucha sangre propia y ajena derramada por los campos de batalla. La vieja Europa tenía nombres propios de países a los que se respetaba y hay que decirlo así también, se temía. Aunque de unos siglos a esta parte el primo grande de Zumosol, el primo yanki, era el temido. La vieja Europa decrépita ha perdido su lozanía y como una dama de las camelias destronada acude a los nuevos fastos de los déspotas que tanto gustan del pavoneo mortal, la rueda encelada y la 'meadilla' en la esquina ajena. Eso sí, matando.
Sófocles, aficionado a ver, oír y escribir, nos dejó un poder de palabras difícilmente superable: «la guerra es eterna». La civilización griega alcanzó enormes cotas de elevación artística pero qué hubiese sido de Pericles y compañía sin los mandobles o de Alejandro, el macedonio sin freno. Esparta era Atenas y viceversa. Es curioso lo fácil que aparece un Hitler con ganas de invadir Polonia o un militar que se cree zar y destroza Chechenia o Siria. El viento de este que huele a sangre y hormigón derruido. Hijo de Putin al que tal vez le faltaron besos y dos o tres caricias en la infancia y lo pagan los ucranianos.
Qué duras las ayudas cuando no llegan. Los generales echaron abajo con sangre el primer gran intento de europeizar España. Los vecinos demócratas europeos miraron para otro y sin embargo, los amigos del fascina se prestaron de todo. No hay nada como compartir enemigos para echar una mano. La excepción fue la antigua Yugoslavia y sus generales vampiros. Ahora bien, se tardó en impedir matanzas de todos contra todos. Y ahora con el silencio chino, que es el sonido más fuerte y la tibieza americana, la vieja Europa con sus reúmas y artrosis de influencia mira por redes y televisiones los bombardeos a Ucrania. Es como el miedo a los dentistas, que pase pronto y el deseo de URSS se sacie. Entre la vergüenza y la cobardía la vieja Europa ha envejecido un poco más. Tristes guerras y tristes abandonos.
Celebramos el Día de Andalucía que finaliza con un deseo universal de paz, «por la humanidad». Nos alistamos en el lado de quienes construyen, no de quienes destruyen, siempre con el acero de los ideales supremacistas. Cuando surge la valentía en las situaciones problemáticas, mal asunto. Valientes, caso sí, quienes en Moscú se han manifestado con el nuevo iluminado, Putin, que no tuvo besos en su infancia, que mamó la KGB y ahora la dictadura.
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