Vértigo
Dios es más grande que cualquier mentalidad de cualquier época. Es el Señor de la Historia
María Melgosa
Domingo, 26 de junio 2022, 01:01
Hace menos de un siglo, mi bisabuela y las mujeres de su generación eran poco menos que menores de edad a efectos legales y, por ... tanto, lo eran para muchas cuestiones ordinarias de la vida, como viajar, abrir una cuenta bancaria o montar una empresa. Adquirir una formación superior y seguir una carrera profesional eran misión imposible para la mayoría de las mujeres.
Si añadimos ese contexto al mensaje disruptivo para la época, de la pretensión de una vida cristiana plena en medio del trabajo y las circunstancias ordinarias de la existencia, entramos en el terreno de los sueños.
San Josemaría fue la voz de este mensaje a partir de 1928, cuya fiesta celebramos hoy 26 de junio: todos los cristianos, los corrientes, los de a pie, están llamados a ser santos. No como un añadido a sus personales obligaciones, sino desde la misma base y entraña de la vida cotidiana, corriente y moliente: la familia, el trabajo, y las relaciones sociales y de amistad. Santos «de la puerta de al lado» según la feliz expresión del Papa Francisco. Santos normales, pero santos.
San Josemaría recibió junto a esa luz una misión: debía fundar una institución que encarnara y difundiera este mensaje. Hijo de su tiempo, el santo aragonés comenzó por buscar colaboración entre los varones, y descartó por completo que en la institución, el Opus Dei, hubiera mujeres.
Pero Dios es más grande que cualquier mentalidad de cualquier época. Es el Señor de la Historia. El mismo que dio la luz y la misión, hizo ver a San Josemaría que ambas serían confiadas también a las mujeres, y era muy bueno que fuera así. El propio fundador admitió enseguida que, de otra forma, la Obra hubiera quedado coja, incompleta. A pesar de lo que parecía, era el momento social, económico y cultural oportuno para que esa luz y misión pudieran ser comprendidas y libremente ejercitadas por mujeres de su tiempo. Tiene sentido el momento en que San Josemaría recibió tal don y tarea.
Ya en 1930, San Josemaría se lanzó a abrir horizontes insospechados a algunas de las primeras mujeres del Opus Dei que le oían asombradas y no sin cierto vértigo. Expresó su seguridad en la importante misión que les correspondía, enumerando campos de actuación profesionales inimaginables para la época: cultura y artes, empresas, promoción del medio rural, imprentas y prensa… Retos que muchas veces supusieron un audaz emprendimiento, viajes transoceánicos y manejo de idiomas lejanos.
Muchas de ellas se embarcaron valientemente en semejantes proyectos. La historia es testigo de sus esfuerzos, conquistas, aciertos y errores; pero siempre ilusionadas, con preocupación por el buen hacer y buen humor. Mirando siempre hacia adelante, y con el anhelo de sembrar un futuro mejor para las generaciones que llegarían después.
Sin pretenderlo, en el desempeño de esa tarea profesional es donde a cada una de ellas les es revelado su talento personal, único e irrepetible. Les desvela lo genuinamente propio. Lo divino y lo genuino se funden. En medio de un mundo frenético, lleno de apps y zooms; unas más en lo oculto, otras más en el foco, descubren que la vida cristiana plena se logra sin renunciar a lo que son genuinamente, que el mundo es su casa y que todos son los suyos.
Bendito vértigo.
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