Veraneo de interior (2)
Sánchez ha sublimado la trascendencia de la corbata, ya en decadencia, como la bestia amarilla del cambio climático
Domingo, 7 de agosto 2022, 00:36
De toda la vida agosto era el mes destinado a soles, fiestas patronales, trillas, siestas y crímenes pasionales. Ahora ha perdido esa aura de romerías, ... procesiones, beatitud, sudores y broncas con navajas cabriteras en el calor de la noche. El mes con el que sueña la gente para sus vacaciones es solo otro mes más sobre el que se proyecta la sombra alargada del señor presidente que descansa en la Mareta después de ordenar que apaguemos la luz y subamos el aire acondicionado. Sus corifeos y alguna cori-fea nos dicen que cumple órdenes de Europa, pero los muy ladinos callaron cuando en un arrebato pasional aun no explicado rompió con Argelia, que automáticamente redujo el envío de gas a la malhadada península, en la que nos estamos achicharrando como pulpos a la brasa. Pese a que fue él quien agudizó el problema 'pro domo sua' y sin ninguna justificación, sus huestes, muy dadas al caudillismo ramplón y garbancero, se han conjurado para disparar contra la lideresa madrileña, que sin doblegarse a tanto decreto-ley como sufrimos en esta renqueante democracia dice que «Madrid no se apaga». Con un par. Porque si no hay luz, ¿cómo podrán meter la llave en la cerradura del portal de casa esas jóvenes que regresan 'solas y borrachas' –Montero junior dixit– después de una noche de festival, jolgorio y verbena?, ¿cómo encontrarán los turistas el camino de vuelta al hotel a través de callejones sombríos, una vez que se apaguen las luces de las que disfrutaban en el mirador de San Nicolás viendo la Alhambra?, ¿enviarán los 'alucineros' sus parabienes a los todavía ministros de Interior y de Comercio por facilitarles su tarea de 'limpiar' establecimientos de telefonía móvil y otros enseres de fácil reventa?
Contrariando la evidencia de que la noche se alía con los golfos y las golfas, con los amigos de lo ajeno, con los acosadores, con los majarones y otras manadas varias, el patrón de la Moncloa ha decidido que el reino de las sombras es seguro. Para mí que todo este barullo venía con el colchón aquel que cambio por el de Rajoy en cuanto se trasladó a la sede presidencial. Debe tener propiedades mágicas y beatíficas. De hecho, hay signos evidentes de que San Juan de la Cruz se le aparece con frecuencia. Unas veces para proponerle que trueque su corbata por un tosco sayal y otras para encomendarle que corte la luz y salga a la noche oscura «con ansias en amores inflamada», la que le guiará «más cierto que la luz del mediodía», como rimó el fraile de Fontiveros. Lo de cambiar las corbatas por el hábito frailuno se lo está pensando. De momento ha metido estas en un baúl y en vez de la parda estameña ha optado por el bañador, más apropiado para lucir tableta en Lanzarote. El doctor en Economía, que a pie de un bosque calcinado nos dio la semana pasada una lección magistral sobre el cambio climático como origen de todo mal que nos ha venido encima y más que nos va a venir, está virando hacia la Filosofía neoplatónica, sublimando la trascendencia de la corbata, ya en decadencia, como la bestia amarilla del consumo exorbitado del aire acondicionado.
Dejo en este punto mis divagaciones sobre Pedro-Platón y sus sombras, porque acaba de llegar la furgoneta de melones dulces como el caramelo. Antes ha pasado el de los ajos coloraos. Entre los dos me han descoyuntado el relato sobre el amado líder. Tengo ante mí una ristra de ajos y tres melones. ¿Será la estampa veraniega del país y sus validos? ¿O faltan melones?
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