Cada día me sorprende más que sigamos adelante como sociedad si atendemos al espíritu que mueve a nuestra ciudadanía. El individualismo se enroca para dificultar ... la convivencia, donde cada uno de nosotros debería hacer renuncia voluntaria por el bien común, otros disfrutan apropiándoselo e incluso se regocijan en ello. El verdadero protagonista de los dos últimos desgraciados años que estamos viviendo es el individualismo, por supuesto, mal entendido. Creímos inocentes, cuando nos encerraron, que saldríamos mejores, que la situación serviría para replantearnos el bien común como una esperanza, pero pronto descubrimos nuestro equívoco y volvimos al lema del sálvese quien pueda. Admiro con verdadero rubor unas imágenes de políticos alemanes ante sus inundaciones recientes, cómo acuden al lugar los tres representantes principales, de distinto signo, unidos por sus manos para transmitir entereza y firmeza con ese gesto. No nos cabe en nuestra cabeza imaginar una fotografía de Sánchez, Casado y Díaz, de tal guisa. Un político alemán del siglo XIX ya nos radiografió, afirmando que los españoles conformábamos un pueblo de los más admirables, durante siglos intentando autodestruirnos y sin lograrlo.
Durante esta semana he ido compilando ejemplos de arcotriunfismo, denominación para quienes consideran con egoísmo que la normativa común debe ser aplicada a los demás, de la que quedan exentos por decisión propia. No se puede fumar en las terrazas, así lo indica la normativa actual, pero para un grupo de personas tal preceptiva no va con ellas y expanden con alegría sus humos –puede que envirulados- para el resto. Si les adviertes te responden con malos modos, como si el infractor fuese el que advierte del cumplimiento de la regulación. Qué decir de las llamadas a los cribados, donde acude menos gente de la que voluntariamente se ausenta, de quienes aún creen en confabulaciones interestelares y no se vacunan porque saben más que nadie de medicina y epidemiología, de quienes diagnosticados y advertidos deben guardar cuarentena y salen a la calle como unas pascuas, de quienes descerebrados se juntan sin mascarillas a celebrar el sacrosanto botellón, sin el cual no parecen poder seguir viviendo nuestros jóvenes, incluso treintañeros polludos.
Una investigación de la universidad canadiense de Waterloo ha llegado a la conclusión de que el individualismo de nuestra sociedad viene marcado por la expansión del trabajo de oficina (sic). La subida de trabajos de este tipo frente a los manuales parece estar en el fondo del meollo, todo ello detrás de lo que informa el vocabulario empleado en los libros, el porcentaje de familias con hijos únicos, de gente que vive sola o las tasas de divorcio. Dice el doctor Grossman, coordinador del proyecto, que el individualismo no es reciente, que llevamos un siglo en progresión «comenzamos a mirar más hacia nosotros mismos en detrimento del bien común hace más de cien años». Una curiosidad del estudio viene dada por el cambio que se produce en los nombres, que ya no suelen ser compuestos, sino de un término, elegido entre los que más distinguen. La semilla.
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