El grave problema de lo que es probable que suceda si no se vacuna con un alcance global, a todo el mundo, me hace recordar ... el simbólico final de la gran película muda 'Avaricia' (1924), de Erich von Stroheim. McTeague (el título de la novela de Frank Norris), el protagonista, asume su condena a morir de sed. Está esposado al cadáver de quien le perseguía, que por error ha agujereado de un balazo la cantimplora con la reserva de agua. McTeague mira las monedas de oro desparramadas, los 5.000 dólares que no le sirven para nada en el terrible desierto del Valle de la Muerte.
Vivimos un presente esperanzado. En España, el número de vacunados crece y los contagios descienden; aunque respecto a lo segundo, tantos jóvenes festivos desmadrados (consterna su despiadada insolidaridad y falta de inteligencia), todos sin vacunar, pueden malograr la incipiente mejora; veremos. Se habla de un verano sin mascarillas en exteriores y la gente planea vacaciones lejos de casa. Como los demás países que no son pobres y van emergiendo del fondo, estamos dentro de nuestra propia burbuja, una pompa de jabón que asciende pero es muy frágil.
Científicos expertos que analizan la evolución de la pandemia advierten de que estas mejoras locales son efímeras si no se toman urgentes y ambiciosas medidas prácticas. Si en India, Pakistán, Irán, Irak, Egipto y el resto de África, entre muchos otros países (¿es creíble que en la inmensa China se haya inmunizado a la población?), no se vacuna de modo masivo y pronto (afirman que septiembre sería el límite), el virus sin freno mutará a nuevas variantes que pueden ser peores y para las que no sirvan las vacunas actuales. Eliminar las exclusivas de patentes de las farmacéuticas no bastaría, tendrían que transmitir sus conocimientos para que otras empresas pudieran fabricar las vacunas. Y tampoco esto sería suficiente. Países de ingente población como India no pueden pagarlas ni tienen infraestructura sanitaria para ponerlas en un número eficaz.
O las vacunas son gratuitas para los países pobres o los países ricos tendrán que pagarlas si la comunidad internacional no se atreve a disminuir el lucro de las poderosas farmacéuticas (esto igual suena a comunismo). La razón para actuar no sería la solidaridad humana, que como sabemos no existe, sino el puro egoísmo de la propia supervivencia. De otro modo, se dará la justicia poética de que los pobres morirán matando en una espantosa igualdad mundial y una hecatombe peor. Como en el perfecto título que es 'Avaricia', el oro de la voracidad capitalista no servirá para salvarse en el Valle de la Muerte.
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