Vacuna para los santos inocentes
Puerta Real ·
Poco a poco vamos abandonando el tiempo de certezas y no estamos seguros de que nos dejen vivir lo que nos toqueEsteban de las Heras
Sábado, 19 de diciembre 2020, 23:16
Para cuando se marchó Carlos Cano ya habíamos perdido la certeza del tiempo y de las estaciones. Nos habían robado los amaneceres de niebla y ... los cuchillos del frío que agrisaban el aire solitario de las calles. No era todavía invierno. Tampoco ayer lo era, pero el velo de bruma, que cubrió la ciudad por la mañana y borró por unas horas las esquinas de las casas, rescató otros diciembres de escarcha y fantasía entre los chopos de la vega. Fue una burla infantil del calendario. El invierno estacional entra mañana, pero el de chupones de hielo en las fuentes y de sabañones en las orejas tardará mucho tiempo en llegar, si es que llega. Poco a poco vamos abandonando el tiempo de certezas. Vivimos asustados, esperando que salga el rostro impasible de Sánchez en el plasma de la tele, disfrazado de Clint Eastwood, anunciándonos con qué genial propuesta nos va a alegrar el día.
Por ahora, la única certeza que tenemos es que el jueves se celebra la Nochebuena de los allegados (aún no han aclarado si esa palabra incluye amigos, amantes o queridas) y que en la víspera de los Santos Inocentes, Salvador Illa va a comenzar a pinchar a los viejitos de los modernos asilos. Ese tercio de banderillas sobre la piel arrugada de esos santos inocentes que agotan sus días en las residencias, no debe percibirse como un ensayo general para cuando la eutanasia haya tomado carta de naturaleza y acelere rutinariamente los trámites finales. Porque lo progresista es costear y potenciar los cuidados paliativos; esos que permiten mantener al enfermo sedado y sin dolor esperando que la muerte llegue cuando toque. Pero el Gobierno y sus asociados saben que esta solución supone una pasta gansa, con tanto cuidador o cuidadora, tanta morfina y tanto pañal, y han optado por ahorrar. Hay que dejarse de mandangas, lo del otro día en el Congreso fue una solución economicista, no una solución progresista. Se aprobó quitar el nudo a la soga con que Caronte amarra su barca en la Laguna Estigia y eso tiene su riesgo. Aunque la concesión de este pasaporte va a estar muy regulada –¡qué menos!–, con esta sociedad tan egoísta y hedonista, podría ocurrir que alguien decida planchar las arrugas de la piel con alguna inyección, y desaparezcan las arrugas y el portador como desaparecen las manchas en el anuncio de Wipp Express. Me voy haciendo a la idea de que mi matarile no lo decidiré yo ni la naturaleza; mi futuro lo han fijado las huestes del marqués de Galapagar, el rebaño dócil del doctor Sánchez, la estolidez de Arrimadas y la tropa independentista. Confío en que me avisen cuando hayan decidido cuál va a ser mi último amanecer.
Lo inmediato, de momento, es esperar que el Gordo caiga aquí y pinte de azul celeste el futuro de los granadinos. Lo siento por Jacinta Rebolledo, «progresista, antifascista, socialista, feminista, animalista, elegetebei, asesora de culturas y de igualdad», que ha dirigido al Gobierno una queja formal para que se suprima la denominación de 'Gordo' al premio de la Lotería. Considera Jacinta que dicha denominación «promueve la fobia hacia las personas con sobrepeso, no es inclusivo con el género femenino y favorece subliminalmente el bullying». Entiendo que no juega ni un décimo y que si lo juega y toca, renunciará a cobrarlo. Más que nada por saber hasta dónde llega la majadería.
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