Ucrania, Rusia y el Concurso de Cante Jondo de 1922
Impresionado por la «intensidad emocional» de la danza y la música en los teatros moscovitas, Fernando de los Ríos se preguntó «por las razones que pueden determinar esa analogía melódica entre los cantos rusos y españoles»
La relación entre los términos de este título es menos remota de lo que parece, y merece recordarse, como ya hizo Jorge de Persia en ... 1992, tirando de la trama de la cronología, donde se repite el hilo de unas ideas en torno a la música rusa.
El 9 y el 10 de diciembre de 1921 Manuel de Falla asistió a un concierto del Coro Ukraniano en el teatro Isabel la Católica, cuyo largo programa se detalla en El Defensor de Granada, donde el crítico José Power comenta: «Estos divinos sonidos simbolizan el carácter del pueblo, y hasta me atrevería a decir que también reflejan las ideas de sus hijos. Es sin duda alguna un arte propagador de la civilización, la canción popular que une a los hombres, enseñándoles a amar a su patria».
A 31 de diciembre el Centro Artístico presenta en el Ayuntamiento una solicitud de subvención para el Concurso firmada por una serie de personalidades, entre ellas Fernando de los Ríos.
El 19 de febrero de 1922 Federico García Lorca dio una conferencia sobre la 'Importancia del canto primitivo andaluz llamado cante jondo', donde recordaba, de la mano de Falla, «cómo las modulaciones tristes, y el grave orientalismo de nuestro cante, influye desde Granada en Moscú, cómo la melancolía de la Vela es recogida por las campanas misteriosas del Kremlin».
El clima era de polémica, y esta charla no bastó para resolverla. El 21 de marzo, Falla intervino en defensa de su propuesta reiterando que «el cante jondo, lírica herencia que de las viejas primitivas civilizaciones adoptara conforme a su peculiar modo el espíritu popular andaluz, ha contribuido del modo más evidente a la formación y el desarrollo de una parte esencialísima de la música moderna rusa y francesa, las que a su vez han dado origen al espléndido y jamás igualado florecimiento alcanzado por el arte sonoro desde fines del pasado siglo hasta los comienzos de la nunca bastante maldecida Gran Guerra».
Con esta maldición a la I Guerra Mundial por parte del aliadófilo y cristiano Falla enlaza la conferencia de Fernando de los Ríos 'La tragedia de Rusia', dictada el 2 de abril en el Coliseo Olimpia y organizada por el Centro Artístico para «socorrer a los niños hambrientos de Rusia y despertar algo la conciencia pública, tan desgraciadamente dormida, ante la dolorosa desgracia de Rusia». Aunque corría la guerra ucraniano-rusa, se centró en seguir los puntos del hambre a lo largo de la cuenca del Volga. Habló «de la flota de dicho río, cuyos barcos se asemejan a los grandes navíos americanos» y dijo que «navegando en uno de esos barcos le sorprendió el cantar de unos mujiks» y experimentó la analogía con las canciones populares españolas. Aludió a Glinka y a la mortandad en las tierras negras y terminó pidiendo que Granada se acercase a «la visión de una vida intensamente fraterna y humana».
Su autoridad derivaba obviamente de su conocimiento directo del terreno y la situación revolucionaria, recogida en 'Mi viaje a la Rusia sovietista', cuyo prólogo se firma en Granada, en junio de 1921, seis meses después del viaje (17 de octubre-13 diciembre de 1920). Es un cuidadoso reportaje de la organización política, institucional, administrativa y económica, en cuya primera parte se retrata la vida cotidiana y artística del mundo soviético, desde los espacios a los protagonistas: Trotski es el desdén personificado, el venerable príncipe anarquista Kropotkin se ve obligado a vender su gabán, la cabeza de Lenin le recuerda a Baroja mientras lo entrevista: «Nosotros (…) nunca hemos hablado de libertad, sino de dictadura del proletariado; la ejercemos desde el poder, en pro del proletariado, y como en Rusia la clase obrera propiamente dicha (…) es una minoría, la dictadura es ejercida por esa minoría. (…) El problema para nosotros no es de libertad, pues respecto de esta siempre preguntamos: ¿libertad para qué?».
Impresionado por la «intensidad emocional» de la danza y la música en los teatros moscovitas, Fernando de los Ríos se preguntó «por las razones que pueden determinar esa analogía melódica entre los cantos rusos y españoles. ¿Por qué se han sentido ellos, los rusos, tan fuertemente conmovidos por nuestra música e impulsados a estudiarla? ¿Por qué Glinka vive en esta Granada, por el año 1846, en contacto con los literatos y artistas de la 'cuerda' y compone las primeras grandes obras de lírica musical española? ¿Por qué se repite el mismo fenómeno más tarde con Rimsky Korsakof y Borodin, y ambos componen maravillosos poemas musicales a base de cantos populares españoles? ¿Por qué Stravinsky afirma asimismo hoy esta semejanza? Como un día hablásemos de ello, al volver de Rusia, con el admirable maestro Falla, este nos dijo que la analogía era efectiva y obedecía a que sobre la música de ambos pueblos influyen de un modo decisivo, al punto de darle carácter, la tradición litúrgica y la oriental, y sin duda por ello hay artistas rusos que afirman haber descubierto el epos musical de aquel país a través de España».
Esa primavera del 22 Falla arregló para el piano la transcripción de Balakirev de 'Los remeros del Volga' (1860), y destinó una pequeña obra, 'Granada, III, 1922' a ayudar a la recaudación de fondos a Ricardo Baeza y al pacifista Fridtjof Nansen, inventor del pasaporte para los refugiados. También se imprimió su folleto 'El cante jondo (canto primitivo andaluz)' –cuyo manuscrito había usado García Lorca en su charla– donde insistió en la influencia de los cantos de la «música natural andaluza» en la música moderna rusa y francesa.
Cuando el 13 y 14 de junio sonó el cante, el toque y el baile ante un público vestido a la moda de 1830 no se trató de un mero ejercicio romántico de nostalgia musical, ajeno a la crisis de la historia. Entre bastidores estaban presentes esas muestras de solidaridad con las víctimas expresadas por los intelectuales que organizaron el concurso. Adquieren una renovada ejemplaridad a principios de marzo de 2022, cuando la guerra atruena otra vez en los mismos lugares.
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