El año de tres estaciones y la Santísima Trinidad
Esa denuncia, implícita, del cambio climático me trajo a la memoria las épocas remotas de la antigüedad en las que no se cuantificaban, como tales, las cuatro estaciones en que se divide ahora el año solar
Mario Ruiz Morales
Lunes, 21 de octubre 2019, 02:09
Recientemente recibí un whatsapp en el que se comentaba que Vivaldi tendría ahora ciertas dificultades para componer sus celebradas cuatro estaciones. Esa denuncia, implícita, del ... cambio climático me trajo a la memoria las épocas remotas de la antigüedad en las que no se cuantificaban, como tales, las cuatro estaciones en que se divide ahora el año solar. Como el hecho es realmente curioso y no es conocido, fuera del reducido grupo de los especialistas, me pareció que este podía ser un buen momento para traerlo a colación.
Dando por supuesto que fueron los egipcios los primeros en observar el curso de los astros sobre la bóveda celeste y en regular el año, ha de subrayarse el hecho de que siglos después se identificase con idéntico nombre el año y el círculo (annus latino). En un principio se dividió dicho círculo en tres partes, después en doce, en treinta y seis, y finalmente en trescientas sesenta. La primera partición obedeció a las tres grandes divisiones del cielo, a las de la Tierra y a las tres estaciones del año. En aquellos tiempos tan pretéritos, se les denominaba a cada una de esas estaciones años menores, contando el solar con tres de ellos.
Tales triadas no fueron más que una transposición cosmográfica de las tres grandes divinidades, o si se prefiere de la divinidad considerada bajo tres atributos principales y distintos. Tal división ternaria de la unidad astronómica y religiosa a la vez, hizo pensar a algunos padres de la iglesia que los sabios de aquellos tiempos lejanos debieron de haber tenido una especie de revelación divina, aunque confusa, del actual misterio de la Santísima Trinidad.
Esos años menores de 120 días se emplearon en la India, Persia, Arabia, Etiopía y Egipto. Una vez fijado el año solar de 360 días, se consideraron como sus divisiones naturales, o estaciones del mismo: la primavera, el verano y el invierno. Asociada a esa división está la singularidad de los dos números siguientes: 720 y 1440. Los sacerdotes egipcios iban más allá, al suponer que Thot, el dios de las medidas que había instaurado el año solar, dispuso igualmente, para gloria de esas estaciones primigenias, que la lira tuviese solo tres cuerdas: la grave correspondería al invierno, la media a la primavera y la aguda al verano. Esa división del año jamás se abolió en Egipto, siendo ese el germen de las posteriores divisiones terciarias de cualquier tipo de unidad; hasta el extremo de ser la vigente en el ámbito rural de Egipto, cuando fue invadido por las tropas napoleónicas.
Al igual que las tres divinidades presidían las tres estaciones y las tres grandes divisiones del cielo y de la tierra, otras doce divinidades, llamadas ocasionalmente los doce grandes dioses, presidían y tenían bajo su protección a los doce meses del año, a los doce signos del zodiaco y las doce grandes divisiones de la tierra. Tales signos del zodiaco, con una amplitud angular de 30º, se sitúan sobre una franja de la eclíptica, que tiene un ancho de 8º; de manera que a cada estación le corresponden tres signos (constelaciones zodiacales), de acuerdo con el orden siguiente: Primavera (Aries, Tauro y Géminis), Verano (Cáncer, Leo y Virgo), Otoño (Libra, Escorpio y Sagitario) e Invierno (Capricornio, Acuario y Piscis).
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión