Milán-Atlético de Madrid en San Siro. Un partido propio de la Copa de Europa. A la misma hora en Chamartín el equipo blanco jugaba ... contra el FC Sheriff Tiraspol, equipo de Transnistria, también conocida como República Moldava Pridnestroviana, que es una secesión –no reconocida por muchos países– de la República Moldava de toda la vida, por más que ésta tampoco pueda presumir de mucha antigüedad pues procede de la partición de la Unión Soviética. No se ofusquen, dilectos lectores, la geopolítica moderna que tiene estos dimes sin diretes.
Dado el benévolo sorteo para los merengones –desdeñen atavismos de amaño por el procedimiento de las bolas calientes–, se preveía una goleada favorable a los locales. Los supongo al tanto de que saltó la sorpresa, lo cual obligó a que la prensa deportiva de la capital, bien conocida por su cercanía al equipo de Florentino Pérez, parase rotativas para cambiar los titulares. Finalmente, para justificar el resultado, no encontraron mejor solución que tirar de los tópicos, «son cosas del fútbol»; «no merecimos perder»; «tiraron tres veces y metieron dos goles». Falta de recursos. Han de tomar ejemplo de los talibanes en Afganistán, quienes, una vez en el poder, se han apresurado a crear el 'Ministerio para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio' (sic). Sólo con el nombre tienen ganada la batalla de la propaganda.
Obnubilado por tales noticias, soñé que Hergé con esos mimbres hubiera dibujado una aventura de Tintín. Concédanme ser apócrifo por la remembranza de los tebeos de mi adolescencia. El periodista llega a España ante la amenaza de una declaración de guerra contra la República Pridnestroviana por la afrenta patria sufrida en las carnes del equipo del régimen. Observa que sus compañeros de viñetas han sufrido transformaciones psicológicas al adoptar papeles de políticos nacionales. Incrédulo verifica el asombroso parecido entre el Capitán Haddock y el líder de un partido de la extrema derecha. Bianca Castafiore, la diva de ópera, es clavadita a una vicepresidente del Gobierno. El despistado profesor Silvestre Tornasol, el de la luenga melena, se dedica a dar ruedas de prensa en las que ininteligible diserta sobre una amenazante bacteria. Encuentra clonado en los consejos de administración al malvado millonario Rastapopoulos, con la diferencia a favor de éste de que no ha necesitado ser diputado para ocupar el sillón bien remunerado de una compañía eléctrica. Tintín no consigue explicarse cómo los inseparables e idénticos Hernández y Fernández parecen Los Picapiedra, incapaces de ponerse de acuerdo y prefiriendo ambos pactar con los extremos antes que, en beneficio de la nación, con los más cercanos. La cabeza le da vueltas al reportero, que se imagina subido en la misma noria gigantesca que han construido en el Emirato de Dubai donde se desplaza desde Abu Dabi un depuesto monarca a matar los ratos de su dorado retiro.
Tintín en España. Ojalá fuera sólo el último libro inédito de Hergé. Pero ya saben aquello de que la realidad supera a la ficción. Lo único que me duele en las entrañas es que estas viñetas pergeñadas son mi país.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión