He buscado con ahínco el término y la RAE no para de decirme que no se encuentra en el diccionario. Tampoco en prestigiosos diccionarios que ... hoy pululan por la red, pero el término se maneja con cierta agilidad en Internet y, sobre todo, en las redes sociales. Terracismo. Sin embargo, como todos sabemos, sí existe la palabra terraza. La RAE la define así en su segunda acepción: «Terreno situado delante de un café, bar, restaurante, etc., acotado para que los clientes puedan sentarse al aire libre». Luego, se podría definir el terracismo como el hábito de asistir y permanecer con frecuencia a un terreno situado delante de un café, bar, restaurante, etc., acotado para que los clientes puedan sentirse al aire libre. Por tanto, siguiendo la doctrina lingüística de la Real Academia Española, tendríamos que considerar que estos lugares al aire son espacios acotados, lo que deja fuera a muchas pretendidas terrazas que afloran en cualquier ciudad, pueblo, barrio o aldea. De ahí que me parezca adecuado que el uso de ese espacio no acotado se denomine terracitis, que como el lector ya habrá advertido nada tiene que ver con el terracismo, que parece indicar algo mucho más serio y estructurado, siendo la terracitis una especie de afección, como muchas de esas enfermedades cuya denominación acaba en itis.
Y es que desde que tenemos encima la pandemia y con ella el confinamiento, semiconfinamiento, restricciones y demás categorías limitativas, la terracitis ha suplantado en gran medida al terracismo. Este, a mi modo de ver, ya era excesivo en tiempos no pandémicos, si bien la terracitis no es en sí un terracismo exacerbado sino una especie de nueva pandemia que convive en estrecha relación con la otra. Y muchos españoles ya padecen ese mal, que es posible que tenga más que ver con el espíritu que con el cuerpo. El cuerpo, sí, permanece horas y horas sentado a la mesa de un trozo de terreno no acotado de una acera maltrecha (en muchos casos el terreno es la acera toda), en ocasiones, sucia, ruidosa y maloliente, pero es el espíritu el que busca un remedio que permita ni tan siquiera pensar en un nuevo confinamiento domiciliario, sobre todo desde que nuestros políticos dieron el pistoletazo de salida para salir a la calle. Y la calle fueron las terrazas o su sucedáneo; y del terracismo se pasó en un pispas a la terracitis, como si se tratara de una especie de redención por la que había que pasar por si acaso llegan tiempos peores y se regresa de nuevo al confinamiento domiciliario.
El terracismo ya lo practicaba mucha gente, pero la terracitis la practica casi todo el mundo. Y pareciera que, como si se tratara de una desobediencia civil espontánea, a más restricciones más terracitis. Algo muy similar a cuando las autoridades dijeron que ya se podía correr, eso sí, sin salir del término municipal y mucha gente interpretó que había que correr, aunque fuera dentro de los límites municipales; y se llenaron las calles, las plazas y las aceras de verdaderos ejércitos de gente corriendo que no había corrido jamás. Algo similar pasó con las bicicletas de los infantes que produjo el resultado de agotarse en las tiendas y, según dicen, incluso, en las fábricas. Bicicletas de diversos colores relucientes por parques cruzándose con corredores en ciernes, y en lontananza una terracitis exagerada completando el paisaje. Pasamos del balconismo, o las abalconadas, a la terracitis en tiempo récord y siendo ya víctimas de esa especie de enfermedad que acaba en itis ya nadie desea volver a los balcones con aplauso general o sin él, a pesar de que era mucho más emocionante, aunque —hay que decirlo— irresistiblemente cansino y con poca imaginación musical.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión