Tembleques del terruño
El fruto de la empanada ·
antonio mesamadero
Martes, 26 de enero 2021, 02:01
¿Alguna vez has deseado que la tierra se trague literalmente a ese sujeto que no tragas por mil motivos fundados? Yo también. Pero como ... no existen los terremotos en paquetitos individualizados cuyo epicentro y daños solo abarquen al capullo en cuestión, habrá que esperar a que algún figura de la ciencia los invente. Premio Nobel de la Paz garantizado.
Hay terremotos de todos los tamaños, pero el clásico nuestro es el 'chiquirritín-chiquirrititín' metidito entre placas tectónicas, un tipo de temblor en forma de nana que no quita el sueño aunque te despierte de madrugada. Granada tiene fama de ser la zona sísmica más malafollá de España, un lugar donde además de tener el mejor atardecer del mundo gozamos de los mejores sustos del planeta cuando la tierra se despereza a lo grande como en días pasados.
Más que miedo es un ligero pánico lo que siento hacia los terremotos. He intentado todas las soluciones posibles, desde la inocente autoinducción (que repito como un mantra) de que Granada no es San Francisco, hasta diseñar un plan de fuga si las lámparas comienzas a hacer la ola. No sé si mi covacha tiene cimientos antisísmicos, pero tampoco me importa; confío en que las ratas que veo todos los fines de semana haciendo botellón en la cochera del edificio sepan apuntalarlo por la cuenta que les trae.
Admiro a esas personas que mantienen la sangre fría y un rictus de aburrimiento ante un sismo. Clint Eastwood –célebre por predicar un estilo alternativo de vida– es uno de ellos, y no lo digo yo, lo cuenta un famoso directivo del Festival de Cannes en sus memorias. Resulta que este individuo se hallaba en un restaurante de California esperando a Clint Eastwood para almorzar con él. El actor, muy puntual en las hostias y en las horas de comer, no tardó en aparecer en escena con sus largas zancadas y una seguridad que no es de este mundo. Hechas las presentaciones, el francés pidió uno de esos platos franceses cuyo nombre supera ampliamente el contenido del plato, y el americano pidió lo que un americano pide por un puñado de dólares: una hamburguesa, que según los yanquis va muy bien para combatir el colesterol. Justo en el momento en que ambos se aproximan al primer bocado el restaurante comienza a temblar como si sufriera un ataque de epilepsia. No solo la comida, también el caos estaba servido.
Lo curioso es que Clint –Harry para los amigos del pacifismo– seguía comiendo su hamburguesa como si nada. Una vez engullida, levantó la mano e hizo un gesto al camarero, que andaba agazapado –y también cagado, todo hay que decirlo– debajo de una mesa. El actor se limitó a decirle: «¡Chaval, la cuenta!». Si Concha Velasco le dijo a su mamá que quería ser artista, yo a la mía le suelo comentar que quiero ser como Clint Eastwood. Ella también.
Nuestro tembloroso restaurante se llama Granada y tenemos un riesgo notable de padecer un buen meneo sísmico. En realidad, siempre lo ha habido, lo que ocurre es que hasta ahora hemos tenido mucha suerte porque la tierra ha estado más vaga que el sastre de Tarzán. Pues bien, ya sea por el calentamiento del planeta o porque ya tocaba, las últimas semanas han sido irrepetibles. Vamos, que espero que no se vuelvan a repetir.
Tenemos la suerte de que el suelo granadino desahoga su problema sísmico en forma de 'pedetes' puntuales y no en un descomunal ataque de gases, que sería lo peor. Vivamos sin miedo a las sacudidas, ya que la vida nos sacude a diario sin necesidad de terremotos. Nada permanece en pie para siempre, salvo Clint Eastwood.
Un terremoto es como una cagalera: no avisa. El canguelo a un 'crujío' estimula mi imaginación hasta tintes apocalípticos, como que me veo corriendo escaleras abajo cambiándome los pañales mientras mi casa evoca el acordeón de María Jesús. Anda, alégrame el día y olvidémonos de los meneos que no sean eróticos y del confinamiento, porque ya tengo el gorro lleno de pipas de tanto salir a la calle por los terremotos y tanto encerrarme en casa por el virus.
A los granadinos, como hicieron con Harry el sucio, nos han metido en la lista negra. No encuentro otra explicación.
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