El teatro resistió en Cazorla
Huesos de aceituna ·
No bajaron los brazos pese a los continuos vaivenes provocados por la segunda ola de la pandemia, que obligaron a aplazar varias de las citas del programaJosé Luis González
Jaén
Viernes, 1 de enero 2021, 23:06
Pues sí, el teatro resistió a la pandemia en Cazorla. Con todo lo que esto conlleva. En primer lugar, el alivio económico para todas las ... familias que comen de los espectáculos que desfilaron desde octubre por el escenario del Teatro de la Merced. De los elencos, de los músicos, de los directores, de los técnicos, de los productores, de los distribuidores… Decenas de profesionales que tuvieron la oportunidad de traducir en dinero su trabajo para poder subsistir, tal y como lo hacen los funcionarios, los agricultores o los tenderos. Así lo entendieron en todo momento la dirección del FIT y la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Cazorla, que no bajaron los brazos pese a los continuos vaivenes provocados por la segunda ola de la pandemia, que obligaron a aplazar varias de las citas del programa.
Pero aún hay quien entiende que este gasto es superfluo para el consistorio cazorleño. Aun a sabiendas de que los dineros que son anualmente invertidos en este festival vienen en su mayoría de otras administraciones: Diputación, consejería y ministerio de Cultura. Porque tanto el ente provincial como el autonómico o el estatal proveen de contenido a las citas culturales de Cazorla, Úbeda, Jaén o Peal de Becerro –por citar algunos de los más destacados- a través de los programas Jaén Escena, Enrédate o Platea, entre otros. Es decir, a los ayuntamientos se les exige el firme propósito de programar, de invertir responsablemente y, sobre todo, de creer en algo tan menospreciado por estos lares como es la Cultura. Y, por supuesto, no incluyo aquí ni la tradición, ni la religión, ni la artesanía, las cuales me merecen un profundo respeto pero no son objeto de esta pieza. Por un motivo muy simple: se trata de materias que, en ningún caso, sellarán en el recuerdo y en las páginas de la historia este tiempo en el que vivimos, nuestro tiempo. Por el contrario, son en gran medida rememoraciones de un pasado más o menos lejano, más o menos rico, más o menos afortunado, más o menos digno de permanecer en el imaginario colectivo.
No hay duda de que en estos aciagos meses se ha recrudecido el empeño de menospreciar a la industria cultural para ensalzar otras más terrenales o –siento repetirme– más 'tradicionales'. Por mucho que, en algunos casos, estas últimas estén ya subvencionadas hasta límites rayanos con la irracionalidad. Y es que no son pocas las opiniones que he escuchado o leído que mantenían algo así como –escribo de memoria– «el Ayuntamiento de tal municipio ha dedicado todo lo presupuestado para asuntos superfluos en ayudar a los agricultores y a los comerciantes» Si uno conoce el paño, no hay que ser muy avispado para discernir cuales son esos 'asuntos superfluos'.
Y siento decirlo, no se me ocurre asunto menos superfluo que el enriquecimiento cultural de una sociedad. Unido a una buena educación, que, además, sea transversal y pública, no solo se asegura la relevancia histórica de aquella, sino la práctica certeza de que ese colectivo humano, intelectualmente bien preparado y crítico, tendrá el empuje necesario para prosperar también en lo económico. Sin necesidad de proteccionismos o paternalismos supraterritoriales prolongados en el tiempo. Dicho de otro modo, quienes tachan los gastos en espectáculos o eventos culturales como 'superfluos', están catalogando a las familias que de ellos viven como de segunda categoría, pretendiendo además que la ciudadanía en su conjunto se mantenga obtusa, 'apesebrada', dependiente y reaccionaria. Esto, o que su posición económica y/o social les coloca en una situación de privilegio que quieren mantener a toda costa, de un modo mezquino, caiga quien caiga.
Pero aquí tenemos el ejemplo de ayuntamientos como el de Cazorla o Úbeda, que siguen creyendo a pies juntillas en esto de lo que escribo, en la Cultura como bien de primera necesidad. Y no tengo más remedio que subrayar ese firme compromiso. Aun reconociendo que tampoco el público –ni aun el más fiel en su totalidad- ha estado a la altura esperada. Es cierto que en Cazorla, en el Teatro de la Merced, el aforo estaba muy limitado y las funciones muy dispersas en el tiempo por los aplazamientos; y también lo es que no existía la posibilidad de abonarse y, por tanto, de fidelizarse. Pero ello no es excusa para la media de treinta personas –siendo generosos– que han sido fieles al FIT. Todo hay que decirlo.
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